?Cine del oeste o teatro del oeste?
El arranque es un placer para la vista: una diligencia atraviesa una geograf¨ªa muy hermosa mientras cae incesantemente la nieve y te envuelve el sonido del viento
He le¨ªdo en alguna entrevista con el m¨¢s listo de todos, convicci¨®n en la que no solo milita Quentin Tarantino sino tambi¨¦n los infinitos feligreses de su cine, que pretende realizar tres westerns (como su amado Sergio Leone) y que est¨¢ seguro de que a John Ford no le gustar¨ªan estas pel¨ªculas. Lo segundo demuestra su lucidez. Es m¨¢s que probable que el autor de La diligencia, Pasi¨®n de los fuertes, Centauros del desierto y El hombre que mat¨® a Liberty Valance exhibiera una mueca desde?osa ante la idea que posee Tarantino del western y por su veneraci¨®n hacia aquel horroroso y degradante g¨¦nero llamado spaghetti-western. Entre otras cosas, porque Ford pretend¨ªa que ocurrieran muchas y complejas cosas en espacios abiertos, en la impresionante geograf¨ªa de Monument Valley, nunca mostr¨® demasiada sangre para hablar de la violencia y no concebir¨ªa que un western se desarrollara casi en su totalidad en el interior de una posada. Tambi¨¦n sent¨ªa alergia a las im¨¢genes ralentizadas y la utilizaci¨®n del zoom.
LOS ODIOSOS OCHO
Direcci¨®n: Quentin Tarantino.
Int¨¦rpretes: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh.
G¨¦nero: w¨¦stern. EE UU, 2015.
Duraci¨®n: 187 minutos.
Los odiosos ocho (el t¨ªtulo es infame) es el segundo western y la octava pel¨ªcula de Tarantino, como nos revela juguetonamente en los t¨ªtulos de cr¨¦dito el excesivo egotrip del director. Me fascin¨® el anterior, el c¨ªnico y brutal Django desencadenado, el m¨¢s poderoso y salvaje retrato que he visto del racismo, mucho m¨¢s impactante, corrosivo y radical que la oscarizada Doce a?os de esclavitud. Siempre es m¨¢s eficaz el talento que las buenas intenciones. Y el de Tarantino es incuestionable.
El comienzo de Los odiosos ocho supone un placer para la vista. Una diligencia atraviesa una geograf¨ªa muy hermosa mientras cae incesantemente la nieve y te envuelve el sonido del viento. Y la m¨²sica de Morricone suena profunda y ¨¦pica. La gozosa sensaci¨®n de que la acci¨®n se va a desarrollar en los grandes horizontes dura poco, quince o veinte minutos. El resto (y son tres horas de metraje) transcurre en el claustrof¨®bico espacio de una posada solitaria. Y los pintorescos personajes no paran de hablar. Y todos sabemos que Tarantino es un gran dialoguista, con estilo inconfundible, original, con sentido de la paradoja, muy agudo. Pero a veces me cansa un poco tanto parloteo brillante.
S¨¦ que ese duelo que establecen mediante las palabras es el armaz¨®n de una mu?eca rusa. Que el desenlace nos va a sorprender, que las intenciones de todos los personajes no son lo que aparentan, que Agatha Christie ya practic¨® ese juego mort¨ªfero en Diez negritos para tenernos en vilo hasta el final sobre la identidad y las razones del asesino. Aqu¨ª lo son todos, sean cazarrecompensas ortodoxos o heterodoxos, bandidos torvos o sofisticados, sanguinarios y filos¨®ficos militares sudistas o unionistas, todos ellos con lenguaje pausado y gatillo r¨¢pido, pero el destino de gente tan peligrosa no lo conoceremos hasta el final.
Hay cosas, como casi siempre ocurre con Tarantino, que funcionan admirablemente en esta pel¨ªcula, como la creaci¨®n de la atm¨®sfera, el progresivo suspense, las r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas ¨¢cidas; los actores habituales de Tarantino interpretan con solvencia las ¨®rdenes de su director, pero me sobra metraje (las situaciones densas y muy largas en un solo escenario como la del inicio de Malditos bastardos o la secuencia de la taberna, o la cena en la mansi¨®n del bestial DiCaprio en Django desencadenado son mod¨¦licas, pero no se adue?aban del 90% del metraje como en Los odiosos ocho); hay complacencia gore en el derramamiento de sangre; aparte del tema principal, la m¨²sica de Morricone est¨¢ utilizada de forma chirriante, suena a dodecaf¨®nica; Tarantino se gusta demasiado a s¨ª mismo. Imagino que entusiasmar¨¢ a su fans. A m¨ª, solo a medias.
Babelia
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