Ian Gibson, toda una vida junto a Lorca

La vida con Lorca es un fino peregrinaje que porta la mochila a cuestas de la injusticia. Tiene sus satisfacciones, seg¨²n Ian Gibson (Dubl¨ªn, 1939), como no haber renunciado a la lealtad de la revelaci¨®n que su obra impone. Y sus momentos de pesadumbre: los derivados de darse cuenta de que a¨²n, en este pa¨ªs, algunos prefieren las sombras a la luz. Su bi¨®grafo lo sabe.

Toda su carrera, desde que era un joven estudiante dublin¨¦s de 18 a?os, ha dedicado gran parte de su tiempo a desvelar los enigmas del poeta a lo largo de varias obras que ser¨¢n reeditadas este 2016, cuando se cumplen 80 a?os del asesinato del escritor, cuyo cad¨¢ver sigue en paradero desconocido. ¡°Es el desaparecido m¨¢s famoso del mundo¡±, se lamenta Gibson.

¡°Pod¨ªa haber sido Baudelaire¡±, confiesa el hispanista en un bar de Lavapi¨¦s, esa olla caliente a medio camino entre la autenticidad de su casticismo y una cosmopolita multiculturalidad en pleno centro de Madrid, donde vive. ¡°Pero fue Federico quien me arroll¨® con su deslumbramiento¡±. Todav¨ªa no sabe por qu¨¦. ¡°Fue algo muy ¨ªntimo, muy profundo lo que su poes¨ªa me revelaba. Ten¨ªa que ver con lo at¨¢vico, con algo primitivo, instintivo. ?l es un poeta eminentemente tel¨²rico¡±, comenta.

Una honda huella

As¨ª que de su primera lectura de El romancero gitano qued¨® una honda huella que lo marc¨® de por vida. Luego quiso, alentado por la primera pista que le ofreci¨® Gerald Brenan en su libro La faz de Espa?a, investigar la muerte del escritor. El maestro, al regresar tras la guerra en los a?os cincuenta, dedic¨® un cap¨ªtulo a desvelar su morada. Fue una se?al para el entorno del hispanismo anglosaj¨®n. La que le llev¨® a escribir El asesinato de Garc¨ªa Lorca y abordar un tab¨² en pleno franquismo. Despu¨¦s lleg¨® su biograf¨ªa de referencia Vida, pasi¨®n y muerte de Federico Garc¨ªa Lorca y algunas obras surgidas a ra¨ªz de ¨¦sta: Lorca-Dal¨ª, el amor que no pudo ser, Ram¨®n Ruiz Alonso. El hombre que delat¨® a Garc¨ªa Lorca, Lorca y el mundo gay o su m¨¢s reciente Poeta en Granada (2015).

¡°La gente piensa que estoy obsesionado¡±, reconoce Gibson. No es para menos y, en cierto modo, lo admite. ¡°?l lo es todo para m¨ª¡±. Lo quiera o no, Federico es el eje, el anclaje que adem¨¢s le ha permitido abordar otros mundos: po¨¦ticos y pol¨ªticos, como los de Antonio Machado y Rub¨¦n Dar¨ªo, cuyas biograf¨ªas tambi¨¦n se reeditar¨¢n este a?o. O aquellas mechas que prendieron la Guerra Civil y que abord¨® en La noche que mataron a Calvo Sotelo, tambi¨¦n pendiente de reimpresi¨®n.

Gran parte de la obra de este hispanista resucita este a?o pues, con Lorca en el centro y alguna nueva aportaci¨®n en ciertos cap¨ªtulos de Vida, pasi¨®n y muerte de Federico Garc¨ªa Lorca, inexcusables, a ra¨ªz de las nuevas aportaciones sobre los hechos de su martirio. ¡°He revisado los apuntes, las grabaciones. Sigo pensando que est¨¢ enterrado muy cerca del parque conmemorativo de Alfacar, pero no tengo inconveniente en que se investiguen otras posibilidades, como est¨¢n haciendo los investigadores Miguel Caballero, Javier Navarro y su gente. Hay que seguir todas las pistas, sin duda. Lo ¨²nico que me interesa son los resultados cient¨ªficos¡±, indica.

Los claroscuros

Pero no solo ha tirado del hilo terrible de la muerte; tambi¨¦n se siente intrigado y conmovido por ciertos claroscuros de su vida. ¡°La sensaci¨®n de abandono en los a?os de infancia. Un ama de cr¨ªa, quiz¨¢s. Su trauma de amor debe de venir de algo muy profundo. Como ¨¦l dec¨ªa: cada ni?o abandonado es un cuento que se borr¨®¡±.

Lo mismo que sus persistentes luces: la alegr¨ªa, la m¨²sica, esa determinaci¨®n apasionada de seguir, como ¨¦l dec¨ªa, las inclinaciones. No queda uno indiferente al adentrarse en Federico. No observa de la misma forma la luna, ni se muestra indiferente ante los tonos verdes. Con Lorca, cualquiera prende una alerta ante las se?ales que devuelven a la gruta de la infancia. Lo mismo que acaba sabiendo tanto de prisiones interiores como de formas de escapar de las mismas. En todo eso, Gibson encontr¨® un alma gemela. ¡°Debe ser que me ense?¨® tanto a detectar como a querer liberarme del ambiente puritano que viv¨ª de ni?o en una familia protestante rodeada de un pa¨ªs cat¨®lico¡±, comenta.

Tal es as¨ª que la vida le ha deparado toda su capacidad de sorpresa junto al retrato de Lorca. ¡°Si hoy vivo en Lavapi¨¦s es por ¨¦l, porque aqu¨ª acab¨¦ buscando sus rastros¡±, asegura. ¡°Yo nunca so?¨¦ que me quedar¨ªa viviendo aqu¨ª¡±. O recibiendo la doble nacionalidad espa?ola, algo que lleva con gusto y pena al tiempo, sobre todo, por no entender que su pa¨ªs de adopci¨®n parezca no querer a veces llegar al fondo de la cuesti¨®n lorquiana.

Y eso que iba avisado. ¡°De parte de un gran observador de lo que ha sido este pa¨ªs, como Richard Ford¡±, apunta sobre el tambi¨¦n hispanista, autor de Manual para viajeros por Espa?a, muerto en 1858. ¡°En alguno de sus pasajes lanza una definici¨®n que nos deslumbra: unamalgamating Spain. Perdona, pero quiere decir muchas cosas y no sabr¨ªa c¨®mo traducirlo sin ser fiel a su m¨¢s puro significado¡±. Si alguien busca sentencias m¨¢s certeras con un alto grado de intensidad po¨¦tica, Ford tambi¨¦n dej¨® escrito: ¡°Espa?a es un pu?ado de cuerpos peque?os atados en com¨²n por una cuerda de arena¡±.