La imagen de las palabras
Las redes sociales, el correo electr¨®nico y los SMS han obligado a millones de personas a relacionarse cada dos por tres con un teclado
Las redes sociales, el correo electr¨®nico y los mensajes de m¨®vil han obligado a millones de personas a relacionarse cada dos por tres con un teclado y, por tanto, a reflexionar sobre las palabras y a plantearse dudas ortogr¨¢ficas o gramaticales.
Hasta hace s¨®lo unos a?os, la escritura habitual formaba parte de determinados ¨¢mbitos profesionales, pero no alcanzaba a la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n del mundo avanzado. Mucha gente pod¨ªa pasar semanas y meses sin necesidad de escribir nada (aunque s¨ª de leer). Ahora, sin embargo, se escribe m¨¢s que nunca en la historia de la humanidad.
Eso ha dotado de un nuevo rasgo a las personas. Su imagen ya no reside s¨®lo en su aspecto, sus ropas, su higiene, el modelo de su autom¨®vil, acaso la decoraci¨®n de la casa. Ahora tambi¨¦n transmitimos nuestra propia imagen a trav¨¦s de la escritura.
El grupo de WhatsApp de la asociaci¨®n de padres, los mensajes de Twitter, los comentarios de Facebook o los argumentos de un correo electr¨®nico constituyen un escaparate que exhibe a la vista de cualquiera la ortograf¨ªa de una persona, su l¨¦xico, su capacidad para estructurar las ideas.
Si alguien lleva una mancha en la camisa, el amigo a quien tenga cerca en ese momento le advertir¨¢ amablemente para que se la limpie. Incluso puede dec¨ªrselo el desconocido con el que acaba de entablar una conversaci¨®n.
Sin embargo, los fallos de escritura en esos ¨¢mbitos se dejan estar sin m¨¢s comentario. Los vemos y los juzgamos, s¨ª, pero miramos para otro lado. Ni siquiera avisamos en privado para que el otro tome conciencia de sus errores. Es un examen silencioso, del que a veces se derivan decisiones silenciosas tambi¨¦n.
Tememos da?ar al corregido. ?Por qu¨¦? Tal vez porque un lampar¨®n en la blusa se puede presentar como accidental y no descalifica a la persona, mientras que la escritura constituye una prolongaci¨®n de la inteligencia y de la formaci¨®n recibida. Y por tanto las refleja.
El que observe en silencio esas faltas frecuentes exculpar¨¢, por supuesto, a quien no haya tenido a su alcance una educaci¨®n adecuada. Puede que no sea tan benevolente, en cambio, con los dem¨¢s: con quienes han malversado el esfuerzo educativo que se hizo con ellos; y con todos aquellos que lo consintieron. El deterioro de la escritura en el sector bien escolarizado es lo que realmente provoca el esc¨¢ndalo. Y eso, quiz¨¢s hasta la conferencia de prensa ofrecida ayer por V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha, era un esc¨¢ndalo silencioso.
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