Optimismo para salvar a los medios
La francesa Julia Cag¨¦ ofrece una propuesta idealista y creativa en favor de los peri¨®dicos
La sola perspectiva de leer el libro Salvar los medios de comunicaci¨®n alegrar¨¢ el camino del periodista espa?ol en cuyas manos haya ca¨ªdo. Pero necesitar¨¢ una cierta dosis de optimismo para mantener esa sensaci¨®n al terminarlo.
Los diarios impresos no dejan de perder ejemplares, y los diarios digitales no dejan de ganar lectores. Sin embargo, esa transfusi¨®n no ha resultado precisamente beneficiosa para los medios que publican sus informaciones y sus art¨ªculos en ambos soportes. Los miles de lectores que abandonan el papel para pasarse a la pantalla no se llevan consigo los ingresos que representaban (antes se les cobraba por lo que ahora reciben gratis). Ni siquiera los ingresos indirectos derivados de la publicidad.
Los anuncios rimbombantes sobre el n¨²mero de lectores de un diario en Internet pueden deslumbrarnos, pero los publicistas saben lo que hay detr¨¢s. Y la ensayista francesa Julia Cag¨¦, doctora en Econom¨ªa por Harvard y autora del libro, lo desentra?a muy bien desde el principio.
Las cifras de ciberlectores de un diario se cuentan en millones, mientras que los compradores de la edici¨®n impresa apenas suman unos cientos de miles. Se manejan para ello en el lado de Internet los conceptos ¡°visitas totales¡±, ¡°p¨¢ginas le¨ªdas¡± o ¡°visitantes ¨²nicos¡±. Este ¨²ltimo es el m¨¢s ajustado, y aun as¨ª lleva tambi¨¦n su truco. Por ejemplo, Le Monde (seg¨²n los datos del libro) suma m¨¢s de ocho millones de visitantes ¨²nicos al mes. Pero estos ¡°visitantes¡± cursan una media de ocho visitas en todo ese periodo, por lo cual la cifra media de visitantes cotidianos se queda en 1,5 millones. Y adem¨¢s, la media de estancia de cada uno no supera los cinco minutos.
Su juventud (31 a?os) no impide adivinarle en este ensayo una s¨®lida formaci¨®n acad¨¦mica y personal. La autora nos sorprende con su mirada distinta, idealista, creativa
En la acera del papel, Le Monde vende 300.000 ejemplares, pero cada uno de ellos lo lee una media de seis personas. Por tanto, la suma da un p¨²blico de 1,8 millones. ?Superior a la de la versi¨®n digital! Adem¨¢s, un lector del diario impreso permanece en contacto con sus p¨¢ginas (y con su publicidad) entre 25 y 35 minutos. Y las ¡°p¨¢ginas vistas¡± suelen ser todas.
Muchos anunciantes aprecian las ventajas de Internet, y por eso se van a Google, a YouTube¡ a fin de aprovechar su mayor eficacia y precisi¨®n. As¨ª que, seg¨²n Julia Cag¨¦, la soluci¨®n parece inevitable: ¡°Los contenidos de pago son el futuro de una industria de la que est¨¢ huyendo la publicidad¡±. (Y eso que el libro no recoge la llegada de programas que la bloquean para no molestar al usuario). Todo lo cual convive con otra afirmaci¨®n igualmente preocupante: ¡°Hoy ya nadie est¨¢ dispuesto a pagar por obtener informaci¨®n¡±.
Pese a todo, muchos diarios empiezan a no valorar el producto donde la informaci¨®n todav¨ªa se paga: el papel. Y por eso su calidad y sus redactores, seg¨²n Cag¨¦, comienzan a descender. Ella no vacila en afirmar que ¡°el papel est¨¢ sin duda destinado a desaparecer¡±, pero (y esto ya constituye una interpretaci¨®n del arriba firmante tras leer la exposici¨®n de la autora) una cosa es que los diarios impresos lleven camino de morir y otra que los asesinemos.
En cualquier caso, se?ala la ensayista, ¡°lo importante es que se produzca informaci¨®n de calidad¡±, independientemente del soporte. Desde luego. Pero ?c¨®mo se garantiza eso con las actuales ca¨ªdas de ingresos? Julia Cag¨¦ construye en la segunda parte de su obra una propuesta que puede resultar muy veros¨ªmil si uno se imagina franc¨¦s y altamente improbable si regresa de inmediato a su ser hispano.
En resumen, se trata de considerar a los medios informativos como un bien p¨²blico (equiparables a la Universidad); y de crear unas entidades sin ¨¢nimo de lucro (tipo fundaci¨®n) que se nutran de fondos allegados gracias a enormes ventajas fiscales, mediante inversiones privadas irrecuperables; con topes en los derechos de voto pero no en las aportaciones, con una prima de presencia accionarial para los peque?os donantes, con recapitalizaciones del mismo tenor en caso de p¨¦rdidas y con una gesti¨®n profesional independiente.
?Pero qui¨¦n nombra a esos gestores? Se supone que los propios promotores del medio, que deber¨¢n seducir a los inversores afines a su proyecto (ya sean un grupito de potentados o una muchedumbre de concienciados; atra¨ªdos en ambos casos a la colecta por el anzuelo de influir en el medio, aunque con restricciones para impedir una hegemon¨ªa indeseada).
As¨ª explicado, esto puede parecer un sue?o. Sin embargo, Julia Cag¨¦ lo sostiene con documentaci¨®n y rigor. Su juventud (31 a?os) no impide adivinarle en este ensayo una s¨®lida formaci¨®n acad¨¦mica y personal. La autora nos sorprende con su mirada distinta, idealista, creativa; y con su propuesta tal vez salvadora. Pero quiz¨¢ primero en un pa¨ªs con m¨¢s experiencia en ver a la prensa como un bien cultural digno de ser protegido con neutralidad.
Salvar los medios de comunicaci¨®n. Julia Cag¨¦. Traducci¨®n de Joan Rimbau. Anagrama. Barcelona, 2016. 144 p¨¢ginas, 14,90 euros
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