¡®Transparent¡¯

En su ¨²ltimo libro, A los actores, Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n ¡ªfelicidades, se?or acad¨¦mico¡ª declara la guerra a la naturalidad en la interpretaci¨®n. ¡°La naturalidad no es natural y deber¨ªa estar tan controlada como la sobreactuaci¨®n¡±. Para el gran cineasta literato resulta una especie de mala fe interpretativa.

Algo parecido nos puede generar una sesi¨®n continua de Transparent, la serie estadounidense m¨¢s almodovariana de esta ¨¦poca dorada en la ficci¨®n televisiva. La polisemia de su t¨ªtulo da cuenta de una brillante inspiraci¨®n. Tres en uno. Trans, padres, transparencia: un tri¨¢ngulo en que se basa su argumento dentro de otro g¨¦nero con palabro, el dramedy, que ha dado a las pantallas algunos productos encomiables ¨²ltimamente, caso de Con C may¨²scula.

Admiramos en Transparent la audacia de su punto de partida: un padre ya jubilado y divorciado decide finiquitar sus ¨²ltimos a?os vestid@ de mujer. La decisi¨®n desata un torrente de contradicciones filiales y familiares en torno a su propia identidad. Perfecto. Rico argumento para la exitosa ficci¨®n de Amazon.

Esa espontaneidad que va perfilando la marca de la nueva productora de series, esa sobrenaturalidad de experimento amateur filmada casi con smartphone, perjudica a casi todos los actores de Transparent, desde la insufrible tuercemuecas de Gaby Hoffmann, la hija peque?a, que se entrampa en cada plano con 10 gestos de m¨¢s, hasta la estramb¨®tica Judith Light, madre exc¨¦ntrica y comprensiva. Se salva de largo la casi ¨²nica, pero muy importante, excepci¨®n de Jeffrey Tambor, el sobresaliente protagonista.

Un poco de contenci¨®n hubiese elevado Transparent a otros niveles. Pero queda a algunos pasos de las grandes comedias contempor¨¢neas, aunque por el momento se pueda tolerar gracias a algunas secuencias cat¨¢rticas donde la labor de grupo ayuda a nublar esos ataques siempre indeseables de histeria interpretativa.