Poco se lo imaginaba Gutenberg
Gracias a las redes sociales, principalmente Twitter, nunca se ha escrito tanto como hoy
El que ser¨ªa primer impresor de todos los tiempos, un alem¨¢n llamado Johannes Gutenberg, que vivi¨® en la segunda mitad del siglo XV, no pod¨ªa saber que la principal derivaci¨®n de su invento, la escritura mec¨¢nica, habr¨ªa de alcanzar su m¨¢xima expresi¨®n a comienzos del siglo XXI, gracias a algo que llamamos redes sociales y, quiz¨¢, principalmente Twitter; porque nunca se ha escrito en toda la historia tanto como hoy. Es el apogeo de Gutenberg.
?D¨®nde ha quedado el correo postal? Sustituido por el e-mail para comunicaciones igualmente reposadas, pero de mucha mayor comodidad, y en gran parte por el tuit, instant¨¢neamente comunicado y expuesto a la curiosidad universal. Podemos discutir, como se ha hecho ya en esta serie de art¨ªculos, en qu¨¦ medida Twitter inaugura alg¨²n tipo de periodismo, pero lo seguro es que pone a todo el mundo en comunicaci¨®n con todo el mundo, a la velocidad de un chasquido. Pero, ?c¨®mo se escribe? ?Sentimos la verg¨¹enza de salir a escena con harapos o decentemente ataviados?
El nobel mexicano Octavio Paz dec¨ªa: ¡°La corrupci¨®n del lenguaje es la corrupci¨®n de la realidad¡±. Lo que describimos mal queda ah¨ª para los restos y perjudica la imagen de la realidad toda. Y V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha, director del Instituto Cervantes y antiguo director de la Real Academia, abunda en lo concerniente a los hispanohablantes acus¨¢ndonos de hablar ¡°un espa?ol zarrapastroso¡± (EL PA?S, 4-12-2012); de forma indigente, omisa, indiferente a la potencia y sabidur¨ªa de nuestra lengua. Y cuando el acad¨¦mico dec¨ªa que ¡°se habla¡±, se refer¨ªa por elevaci¨®n a esa forma tan pr¨®xima a la oralidad que es el tuit; apenas una transcripci¨®n apresurada de nuestros pensamientos, porque, puede que en parte por el anonimato en el que cabe refugiarse en esta red social, lo que dif¨ªcilmente consignar¨ªamos en el manuscrito o en el e-mail encuentra acomodo en Twitter, sin excluir el exabrupto, el disparate ling¨¹¨ªstico, el caos de puntuaci¨®n o su m¨¢s completa ausencia. No nos importa, en muchos casos nos sentimos como quien habla acodado en la barra del bar, en lugar de estar mandando un mensaje, con la seriedad que antiguamente habr¨ªa requerido lo escrito. Por eso, rechazo, pero que cada uno haga de su capa un sayo, que se introduzcan f¨®rmulas de abreviatura ¡ªsupresi¨®n de signos ortogr¨¢ficos, escritura fon¨¦tica y tantos otros recursos¡ª para decir lo m¨¢s posible ¡ªy peor¡ª con el menor n¨²mero de caracteres. Y aqu¨ª s¨ª que entramos en el terreno de lo period¨ªstico, con el calentamiento en 140 caracteres que supone el tuit, lo que exige claridad de ideas, precisi¨®n, pero tambi¨¦n correcci¨®n gramatical, para que sirva de algo en la pr¨¢ctica de la informaci¨®n profesionalizada.
Somos lo que escribimos, a¨²n m¨¢s que lo que hablamos
Pero es que hay algo m¨¢s y de suma importancia que se desprende de los tuits que botamos al ¨¦ter: nuestra propia imagen. Como escribe ?lex Grijelmo (EL PA?S, 20-1-2016), esos esbozos de idea, apuntaciones o hasta rebotes del subconsciente ¡°constituyen un escaparate que exhibe a la vista de cualquiera la ortograf¨ªa de una persona, su l¨¦xico, su capacidad para estructurar el pensamiento¡±. Y en muchos casos, siempre como dijo Grijelmo, con el riesgo de caer en ¡°un esc¨¢ndalo silencioso¡±.
Somos lo que escribimos, a¨²n m¨¢s que lo que hablamos. Y si no que se lo digan a un concejal, elegido para el Ayuntamiento de Madrid, al que se le ocurri¨® hacer una desafortunada broma en Twitter sobre el Holocausto, aunque probablemente no implicara el desliz ning¨²n sentimiento profundo ni determinante sobre el caso. Y tambi¨¦n revela el tuit, y yo mismo puedo ser tan culpable como cualquiera, una necesidad muy hisp¨¢nica de corregir, desde el pin¨¢culo de la verdad revelada, de enmendar la plana al pr¨®jimo. En mi descargo dir¨¦ que mis correcciones son solo ling¨¹¨ªsticas o period¨ªsticas y jam¨¢s formuladas directamente a personas o instituciones.
Por todo lo anterior, una estad¨ªstica concienzuda de lo que los espa?oles e hispanohablantes, en general, mandamos a navegar en las redes, nos dir¨ªa seguramente much¨ªsimo sobre qui¨¦nes creemos que somos y lo que nos falta para conseguirlo. Y el diagn¨®stico no ser¨ªa necesariamente halag¨¹e?o.
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