El triunfo del toro

La corrida de Monte la Ermita, procedencia Torrestrella, sorprendi¨® por su excelente presentaci¨®n y buen juego; destac¨® por su movilidad, su nobleza y su casta, y no fue completa porque no aprob¨® en el caballo. Fue, no obstante, un referente del apetecido toro moderno, de bonitas hechuras, respetable arboladura, las fuerzas justas, e incansable, repetidor -humillado casi siempre- y bondadoso en la muleta. Una delicia de corrida para el aficionado de hoy, que no quiere pelea, sino un colaborador necesario para la so?ada obra de arte.

Ciertamente, fue un ¨¦xito del ganadero y un acierto del empresario. No es f¨¢cil hoy d¨ªa encontrar seis toros que se mantengan en pie, acudan con presteza a los cites, y aguanten treinta muletazos en el tercio final como si tal cosa. Y as¨ª fue. Tard¨® el p¨²blico en captar la calidad de los toros, quiz¨¢ porque a la terna no le fue f¨¢cil estar a la altura de sus oponentes, pero un par de ellos -el cuarto y el quinto, por ejemplo- merecieron ovaciones cerradas y, tal vez, el premio de la vuelta al ruedo.

Al final, sali¨® a hombros Paulita, porque cort¨® las dos orejas de su segundo toro. Y bien estuvo, pero debi¨® acompa?arle alg¨²n representante de la ganader¨ªa, que propici¨®, en verdad, el divertimento de la concurrencia.

Como suele ocurrir en casos como este, se suele jalear m¨¢s a los toreros -sobre todo, si cortan orejas, y porque los toros no se quejan-, pero la decisi¨®n y el empe?o de la terna no deriv¨® en la profundidad que la ocasi¨®n requer¨ªa.

Quiz¨¢, es que la necesidad se torna enemigo, y la impaciencia por alcanzar el triunfo lo emborrona y aleja. Los tres toreros derrocharon ilusi¨®n y ganas porque los tres necesitan contratos y cuentan con actitudes para que se les tenga en cuenta. Pero crear una obra de arte en la primera corrida del a?o y con los nervios a flor a piel es arena de otro costal.

A Paulita le perdieron las prisas, y se dedic¨® m¨¢s a dar a pases que a dejarse embriagar por sus oponentes; alarg¨® en exceso las faenas, y a excepci¨®n de una buena tanda de derechazos a su segundo, lo dem¨¢s surgi¨® como superficial y olvidable. Mat¨®, eso s¨ª, como un ca?¨®n, especialmente al cuarto, al que tumb¨® de un estoconazo de premio.

Parecido fue el caso de Barrio, triunfador el a?o pasado, que lleg¨® con la obligaci¨®n de reverdecer laureles, y dio la impresi¨®n de que los toros se le atragantaron. Barrio es mejor torero de lo que ayer demostr¨®. Se vio a un torero irreflexivo, ins¨ªpido y con escaso sentido del gusto. Quiz¨¢, se preocup¨® m¨¢s de triunfar que de torear, y ese fue su error.

El m¨¢s joven, Mart¨ªn Escudero, que tom¨® la alternativa en junio del pasado a?o y lleva solo cinco corridas en su carrera, se mostr¨® m¨¢s sereno y con idea de la seguridad, el temple y el toreo pausado. Buenos fueron sus naturales, y aunque le falta oficio, dej¨® claro que tiene futuro.