Javier C¨¢mara y Ricardo Dar¨ªn, suspiros ante las c¨¢maras

Juan Luis Galiardo, al recoger su Goya de interpretaci¨®n, dijo aquello de ¡°un actor sin director es un bulto sospechoso¡±. Cuando los galardonados por un premio ¡ªpertenecientes a cualquier rama de cine: todos se sienten actuantes en ese momento¡ª, se acercan al micr¨®fono, lo primero que suelen soltar es un suspiro, o un ?uf! de susto y de alivio, que no es m¨¢s que un momento de pausa para recuperar aliento y pensar en lo que se va a decir a continuaci¨®n. Una tregua moment¨¢nea, porque el show no puede detenerse, de lo contrario, los que empiezan a emitir suspiros son los espectadores.

En la gala de los Goya que vimos la otra noche se soltaron, c¨®mo no, suspiros de todas clases, al igual que ?uf! y ?oh! de variados registros. Los ¡°bultos sospechosos¡±, los actores, se enfrentaron a su minuto de gloria sin director durante los escasos segundos que median entre la recepci¨®n del trofeo y sus primeras palabras o balbuceos ante el micr¨®fono.

Javier C¨¢mara y Ricardo Dar¨ªn, premiados por la excelente Truman, aparecieron como si no se echara en falta al director, con la improvisaci¨®n justa y el sentimiento controlado. Segu¨ªan siendo actores sin dejar de ser Javier y Ricardo.

A veces conocemos a alguna persona de fuera de la profesi¨®n cinematogr¨¢fica de la que pensamos que puede ser un buen actor, con tal de que haga ante la c¨¢mara lo mismo que hace en la vida. Craso error. Una extra?a rigidez aparece de pronto en esa persona, una inflexibilidad que la c¨¢mara desvela irremediablemente. Ricardo Dar¨ªn, el actor de las dos orillas, es ejemplo de lo contrario. Todos los personajes que interpreta parece que hubieran sido escritos especialmente para ¨¦l y solo para su interpretaci¨®n. Pasada la visi¨®n de la pel¨ªcula, y repasada en el recuerdo, no admitir¨ªamos que otro que no fuera Dar¨ªn pudiera haber hecho ¡°de verdad¡± aquel personaje. Hemos dicho que el cine transparenta la realidad. Dar¨ªn transparenta al personaje que encarna. Le sentimos, nos emociona, a trav¨¦s de algo que no vemos: el actor. Solo vemos su personaje. Por eso no nos cansamos de sus pel¨ªculas, ya que, por cierto, hace bastantes.

Javier C¨¢mara, en Truman, es el perfecto hombre corriente. El que solo existe en funci¨®n del otro. Poco sabemos de su vida que no est¨¦ relacionado con ese Gran Otro, como es el personaje de Dar¨ªn. Las ¨²ltimas pel¨ªculas que he visto de Javier C¨¢mara, como la de David Trueba Vivir es f¨¢cil con los ojos cerrados, aparece interpretando eso tan aparentemente anodino como es un hombre al que las cosas interesantes que le suceden son las cosas que le pasan realmente a otros, y que caen sobre ¨¦l como el rayo que fulmina arbitrariamente. Es dif¨ªcil, quiz¨¢ lo m¨¢s dif¨ªcil, interesar haciendo de hombre vulgar y corriente. Porque, al final, gracias a una buena interpretaci¨®n, llegamos a la conclusi¨®n de que no hay gente corriente, sino que todos somos ¨²nicos. Detr¨¢s de esos hombres del mont¨®n que suele encarnar Javier C¨¢mara siempre queda algo por descubrir.

Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n es cineasta y miembro de la Real Academia Espa?ola.