Ser un fen¨®meno, o no
El sevillano Borja Jim¨¦nez cort¨® una oreja a la muy deslucida y mansa corrida de Ana Romero
Cargados de ilusiones y la mochila vac¨ªa de contratos, se anuncian en Valdemorillo -a las puertas de Madrid- tres chavales con la fundada esperanza de que un triunfo les permita entrar en alg¨²n despacho con cierta tranquilidad. Pero h¨¦te aqu¨ª que el toro de Ana Romeo lo descompone todo -de bonita presencia, pero oscuro comportamiento-, y la oportunidad recibida se torna en peligrosa amenaza para sus carreras.
En esta profesi¨®n de torero, o eres un fen¨®meno y todos te perdonan una tarde nebulosa, o escalar un pelda?o es un verdadero calvario, cuajado de sudores y l¨¢grimas; porque no es suficiente el sacrificio, ni el oficio, ni el esfuerzo sobrehumano de quien pierde su juventud y la dedica a una tarea ¨ªmproba que, en modo alguno, garantiza el ¨¦xito. Porque frente a la cualidad innata o elaborada del torero est¨¢ el toro, ese animal irracional que nada sabe de sue?os y es el fruto de una extra?a gen¨¦tica que ofrece frutos milagrosos o petardos clamorosos. Y esa probabilidad -ll¨¢mese suerte o desgracia- puede condicionar, qui¨¦n sabe si para siempre, la carrera de un joven torero.
Los toros de Ana Romero no llegaron con intenci¨®n de colaborar, y pasaron cerca de Madrid como un vendaval de soser¨ªa, mansedumbre, falta de casta y dificultad extrema para el toreo de hoy. Y los chavales, que est¨¢n placeados a pesar de lo poco que visten el traje de luces, consiguen salir airosos de tan desairado trance, se juegan el tipo, aguantan volteretas -a Jim¨¦nez lo levantaron por los aires en un descuido imperdonable-, torean mal que bien, pero los tres marchan al hotel convencidos de que la corrida no les ser¨¢ propicia para el futuro. Puede ocurrir, incluso, que alguien les recuerde un d¨ªa que esa tarde en blanco de Valdemorillo es la causa de su desempleo.
O sea, que eres un fen¨®meno o la carrera de torero es un camino de espinas finas y punzantes.
Romero/Jim¨¦nez, De G¨®ngora, Espada
Toros de Ana Romero, bien presentados, mansos, descastados y deslucidos; destac¨® el cuarto por su nobleza.
Borja Jim¨¦nez: _aviso_ pinchazo y estocada atravesada (ovaci¨®n); estocada baja, _aviso_ y dos descabellos (oreja).
Lama de G¨®ngora: dos pinchazos y un descabello (silencio); dos pinchazos y media muy tendida (silencio).
Francisco Jos¨¦ Espada: dos pinchazos y casi entera baja (silencio); tres pinchazos y bajonazo (silencio).
Plaza de Valdemorillo. Segunda y ¨²ltima corrida de feria. 7 de febrero. Media entrada.
El ¨²nico que cort¨® una oreja fue Borja Jim¨¦nez y lo hizo al mejor toro de la tarde, el cuarto, al que le dio muchos pases -algunos buenos- y mat¨® mal. Pues hasta esa oreja se puede volver contra ¨¦l, porque debieron ser dos. Valiente siempre, con oficio, sobrado, solvente y m¨¢s bullanguero que profundo, Jim¨¦nez super¨® con nota la dificultad de su primero y aprob¨® ante el que exig¨ªa un sobresaliente.
Peor suerte tuvieron sus compa?eros. Lama es torero fino y destila buen gusto y torer¨ªa. Inservible fue su lote, pero no se le puede negar al torero decisi¨®n y compromiso; aunque de nada puede que le sirva.
Tampoco los toros de Espada le sirvieron para sus intereses. Derrocha firmeza, que no es poco, y fall¨® estrepitosamente con los aceros.
En fin, que si no eres un fen¨®meno, el ¨¢nimo no debe bajar nunca de las nubes; de lo contrario, est¨¢s perdido.
Babelia
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