Kapu?ci¨½ski, pasi¨®n por ?frica
Anagrama publica por primera vez en espa?ol ¡®Estrellas negras¡¯, los ¡°textos tempranos¡± del periodista polaco sobre el continente que lo motiv¨® a ¡°entender al otro.¡±
En 1962, mientras Nelson Mandela era condenado a cadena perpetua por luchar contra el r¨¦gimen blanco de Sud¨¢frica, Ryszard Kapu?ci¨½ski (1932-2007) hab¨ªa comenzado a escribir en Varsovia (Polonia) una serie de reportajes sobre Kwame Nkrumah y Patrice Lumumba, l¨ªderes de la independencia de Ghana y el Congo, respectivamente, cuando de pronto recibi¨® la misi¨®n de abrir la primera corresponsal¨ªa de la prensa polaca en ?frica. Hac¨ªa un lustro que el hombre calificado m¨¢s tarde por Jon Le Carr¨¦ como ¡°el enviado de Dios¡± hab¨ªa visitado por primera vez esos dos pa¨ªses, y ten¨ªa claro que el continente se encontraba en pleno proceso de descolonizaci¨®n. Por eso no le dio demasiada importancia a dejar aquel trabajo a medias, sobre todo cuando se enter¨® de que la editorial que ya lo consideraba uno de sus autores (Czytelnik) reunir¨ªa las cr¨®nicas realizadas por ¨¦l sobre aquellos dos personajes, ya aparecidos en los peri¨®dicos, y los publicar¨ªa en un solo volumen. Al libro le pusieron Estrellas negras, lleg¨® por primera vez a las librer¨ªas polacas en 1963, lo reeditaron en 2013 y ahora Anagrama lo ofrece por primera vez a los lectores hispanos.
La mayor¨ªa de los ¡°textos¡± (como Kapu?ci¨½ski sol¨ªa referirse a sus obras) que componen este libro fueron extra¨ªdos de las p¨¢ginas del semanario Polityka, pero tambi¨¦n hay peque?os fragmentos de La guerra del f¨²tbol y ?bano. Se trata, entonces, de los ¡°textos tempranos¡± del autor, en donde ya se vislumbra el pulso narrativo (lleno de descripciones, testimonios y ritmo po¨¦tico) que lo consolidar¨ªa a?os despu¨¦s entre los grandes periodistas del mundo. Pero son, sobre todo, el germen de su pasi¨®n por ?frica (regi¨®n a la que le dedicar¨ªa sus mejores libros) y la autocomprensi¨®n de que su misi¨®n period¨ªstica consistir¨ªa en traducir culturas remotas al p¨²blico occidental.
El autor de Los c¨ªnicos no sirven para este oficio ten¨ªa doce a?os y no hab¨ªa le¨ªdo un solo libro. Por entonces le fascinaba el f¨²tbol y era el portero del equipo escolar. El soccer era su vocaci¨®n m¨¢s apasionada hasta que un d¨ªa, bajo el influjo de Maiakovski, escribi¨® un poema, lo envi¨® a un peri¨®dico y ¨¦ste lo public¨®. Esos versos lo introdujeron al periodismo. Cuando se cre¨® el diario El estandarte de la Juventud lo invitaron a trabajar. Esper¨® a terminar la secundaria y, al siguiente d¨ªa de su ¨²ltimo examen, lo llevaron al peri¨®dico. ¡°Y pensar que hab¨ªa so?ado con jugar de portero en la selecci¨®n nacional de Polonia¡±, reflexionar¨ªa luego.
No tard¨® en comenzar su vida como n¨®mada infatigable y testigo e int¨¦rprete de un siglo en llamas. Despu¨¦s de todo, era un periodista sin competencia. Sus colegas se peleaban por ser corresponsales en Par¨ªs, Nueva York o Roma y no les importaban ?frica ni Asia ni Am¨¦rica Latina. Kapu iba de guerra en guerra, de cat¨¢strofe en crisis, de sequ¨ªa en alzamiento, pasando hambre y calor, a veces bebiendo agua sucia, y sufriendo enfermedades, como la malaria y la tuberculosis. Aferrado a los detalles reveladores, todo lo observaba y lo registraba en su memoria y algunas cosas en su libreta o en su c¨¢mara fotogr¨¢fica, pero nunca en la grabadora. No obstante, el periodismo ¡°pobre y formal¡± que enviaba en los despachos exigidos por su agencia le imped¨ªa difundir plenamente el mundo rico, colorido y diferente por donde viajaba. Entonces, con todo el material que le sobraba o se autocensuraba, por temor a que los reg¨ªmenes locales lo echaran de los escenarios donde se produc¨ªan los acontecimientos, empez¨® a escribir sus libros, ahora modelos del periodismo profundo.
Kapu?ci¨½ski vivi¨® algo irrepetible: la descolonizaci¨®n, el surgimiento de las naciones independientes contempor¨¢neas del Tercer Mundo. Y esa experiencia le sirvi¨® para hablar fluidamente siete idiomas y escribir una veintena de libros, en s¨ª mismos toda una ¡°reflexi¨®n antropol¨®gico-hist¨®rico-sociol¨®gico-filos¨®fica¡± del pasado reciente. ¡°Cuando empec¨¦ a viajar por nuestro planeta como corresponsal extranjero encontr¨¦ un lazo emocional con las situaciones de pobreza en los llamados pa¨ªses del Tercer Mundo. Era como regresar a los escenarios de mi ni?ez. De ah¨ª nace mi inter¨¦s por estos pa¨ªses. Por eso me interesan los temas que tocan la pobreza y lo que produce: conflictos, guerras, odios¡±, explicaba el maestro acerca de su trabajo.
En una consulta realizada por la revista mensual Press fue distinguido con el t¨ªtulo de ¡°Periodista del siglo¡±. Pero ya antes era considerado el mejor reportero de la historia contempor¨¢nea, comparado con el primer cronista de la historia de la humanidad: Her¨®doto. Como el historiador griego, el reportero polaco ha difundido costumbres, leyendas, historias conflictivas y tradiciones de diferentes pueblos del mundo, desconocidos para muchos. Como el autor de Historias, el escritor de El Sha ha sido testigo de varias guerras y revoluciones. Uno y otro fueron agudos observadores permanentes en sus viajes constantes. Ambos poseyeron un estilo franco, l¨²cido y anecd¨®tico. Sus obras expresan los resultados de sus arduas investigaciones, para rescatar del olvido acontecimientos claves de nuestra historia.
Este periodista-humanista, escritor-investigador, reportero-viajero, historiador-antrop¨®logo-ensayista, visitante de los sitios neur¨¢lgicos, entendi¨® el periodismo como profesi¨®n y misi¨®n, como manera de vivir y de pensar, como apostolado y magisterio. ¡°Ser periodista ¡ªescribi¨® en su Lapidarium¡ª implica sacrificar la vida misma. Es un oficio que conduce a la soledad, que afecta a la salud. Es como la vida del misionero, que tambi¨¦n visita otros pueblos y trata de entenderlos¡±.
En el ep¨ªlogo de la reedici¨®n de Estrellas negras, el historiador y reputado africanista Bogumil Jewsiewicki se?ala que ¡°un gran m¨¦rito de los reportajes de Kapu?ci¨½ski radica en que, al centrar su inter¨¦s en individuos concretos que hab¨ªa conocido, ya de las cumbres del poder, ya de la calle, presenta un cuadro que refleja mucho mejor las experiencias y vivencias humanas.¡± Y agrega: ¡°el recientemente fallecido Chinua Achebe, uno de los escritores africanos m¨¢s conocidos, gustaba de subrayar que hasta que los leones no crearan a su propio historiador, la historia de la caza s¨®lo glorificar¨ªa al cazador. (¡) Los reportajes de Kapu?ci¨½ski describen ?frica y a los africanos desde el punto de vista de los leones, y no de los cazadores.¡±
Observar a la gente en su entorno era la estrategia de este reportero para acelerar su empat¨ªa en situaciones extremas, para no llamar la atenci¨®n, confundirse y mimetizarse. Es su humanismo y preparaci¨®n continua (conocimiento hist¨®rico y cultural para penetrar en la mentalidad de los pueblos) lo que le ha permitido brindarnos un periodismo poseedor de la profundidad literaria cuya meta es mostrar lo que hay m¨¢s all¨¢ de las versiones oficiales y medi¨¢ticas. Fiel a que ¡°una gota de agua concentra la esencia de todo un oc¨¦ano¡± ha dibujado la realidad con particularidades y, en consecuencia, ha reflejado generalidades, pues ¡°el bosque completo lo delinea con un ¨¢rbol¡±.
Bozena Dudko, encargada de la reedici¨®n del libro (y del archivo personal de Ryszard Kapu?ci¨½ski desde 2005), aclara que estas p¨¢ginas han sido enriquecidas ¡°con notas al pie, imprescindibles tras 50 a?os. (¡) La primera edici¨®n de Estrellas negras conten¨ªa 24 fotograf¨ªas que Ryszard Kapu?ci¨½ski tom¨® durante su primera estancia en Ghana. Lamentablemente parte de ellas se ha perdido¡± y por eso no han sido incluidas ahora. A cambio, la lectura de cada relato proporciona una serie de im¨¢genes n¨ªtidas. En uno de los hoteles donde se hosped¨®, en los bares donde se re¨²nen los independentitas, en las fiestas de los colonos, en los m¨ªtines y en las revueltas populares. No son las narraciones magistrales de El Emperador y, sobre todo, de ?bano, pero aparecen con fuerza su pasi¨®n por un ¨¢rea geogr¨¢fica y el estilo magistral de su escritura.
Babelia
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