Periodistas entre el esti¨¦rcol
El editor y traductor Vicente Campos publica ¡®?Extra, extra! Muckrakers, or¨ªgenes del periodismo de denuncia¡¯, una antolog¨ªa contextualizada sobre los comienzos del periodismo de investigaci¨®n en Estados Unidos.
Hubo un grupo de periodistas que se dedic¨® a exhibir y denunciar las miserias, abusos y corruptelas de una sociedad encaminada hacia la modernidad. Hubo un grupo de poder, tambi¨¦n, que se dedic¨® a acusarlos de ¡°antipatriotas¡± y los denost¨® llam¨¢ndolos ¡°rastrilladores de basura.¡± As¨ª los hab¨ªa ¡°bautizado¡± en abril de 1906 el entonces presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, en un discurso t¨ªpico de su pol¨ªtica ¡°del palo y la zanahoria.¡± ¡°La paciencia del presidente se hab¨ªa agotado con el inicio de la publicaci¨®n de la serie ¡°La traici¨®n del senado¡± de David Graham Phillips, en la revista Cosmopolitan, que hab¨ªa comprado hac¨ªa poco W. Randolp Hearts. La carga de profundidad contra una de las instituciones m¨¢s sagradas y corruptas de la naci¨®n fue demasiado para ¨¦l¡±, subraya el editor y traductor Vicente Campos (Barcelona, 1965), quien ha publicado ?Extra, extra! Muckrakers, or¨ªgenes del periodismo de denuncia (Ariel), una antolog¨ªa contextualizada sobre los comienzos de lo que, en la segunda mitad del siglo XX, se llamar¨ªa ¡°periodismo de investigaci¨®n¡±, ese que muchos han visto detallado en pel¨ªculas como Todos los hombres del presidente y la reciente Spotlight.
Roosevelt compar¨® a los reporteros con el personaje de una novela de John Bunyan, el cual se negaba a recibir una corona celestial porque prefer¨ªa ¡°rastrillar el suelo en busca de inmundicias.¡± Y hab¨ªa periodistas, dijo el presidente, que imitaban a ese ¡°rastrillador de esti¨¦rcol¡± que se niega a ver el progreso y las cosas buenas de la vida y, en cambio, se centra en las vilezas y asuntos degradantes. Lejos de sentirse ofendidos, aquel grupo de periodistas se?alados se enorgulleci¨® del calificativo y se dedic¨® a ahondar con mayor ¨ªmpetu en las piller¨ªas de la clase gobernante, en el escrutinio de las finanzas p¨²blicas y en la denuncia de la explotaci¨®n laboral de las grandes empresas.
Varios de los textos incluidos en este libro son los que Arthur y Lila Weinberg eligieron para su antolog¨ªa The Muckrakers de 1961, reeditada en 2001 por University of Illinois Press. Entre ellos est¨¢ el de Lincoln Steffens, quien investig¨® y exhibi¨® la corrupci¨®n municipal en las ciudades de Sant Louis, Filadelfia, Chicago, Nueva York y Pittsburg en una serie de reportajes titulada ¡°La venganza de las ciudades¡± (1906). Samuel Hopkins Adams public¨® entre 1905 y 1906 sus textos englobados en lo que llam¨® ¡°El gran fraude americano¡±, donde desvel¨® la fabricaci¨®n y venta de medicamentos peligrosos para la salud. Ray Standard Baker denunci¨® la explotaci¨®n de los menores y la discriminaci¨®n racial en ¡°Siguiendo la l¨ªnea de color¡± (1908), que apareci¨® en American Magazine. Pero hay un nombre de este grupo que se recuerda con m¨¢s frecuencia: Upton Sinclair, quien se distingui¨® por sus investigaciones humanas y reveladoras. En 1906 se public¨® su novela La Jungla, que escribi¨® despu¨¦s de una visita a los mataderos de Chicago, donde se dio cuenta de las condiciones inhumanas de trabajo de tal industria. El libro dio pie a una averiguaci¨®n por parte de Roosevelt y del gobierno federal de Estados Unidos, que culmin¨® con la Pure Food Legislation de 1906, muy bien recibida por amplios sectores de la opini¨®n p¨²blica.
No obstante, la labor de este grupo de periodistas s¨®lo fue notoria durante los ¨²ltimos a?os del siglo XIX y los primeros del XX. ¡°Posiblemente los muckrakers, con su ?ingenua? aspiraci¨®n a algo siquiera remotamente parecido a contar la verdad ¡ªpor no decir defender la democracia o la justicia social¡ª fueron unas v¨ªctimas m¨¢s de su ¨¦poca acelerada: de repente dejaron de ser necesarios y, antes de que se dieran cuenta, la hierba se hab¨ªa marchitado y los r¨ªos desecado. En cuesti¨®n de tres o cuatro a?os el movimiento se angost¨® y, para cuando acab¨® la Primera Guerra Mundial, hab¨ªa ca¨ªdo en el olvido.¡± ?Cu¨¢les fueron las causas espec¨ªficas? Seg¨²n el propio Vicente Campos, la consolidaci¨®n de la prensa como negocio, a la que no le conven¨ªa ¡°molestar¡± a los anunciantes y a las ¨¦lites de poder (pol¨ªtico y econ¨®mico), las reformas pol¨ªtico-sociales cada vez m¨¢s afianzadas, las demandas por difamaci¨®n y el crecimiento de una clase media preocupada por¡ ¡°otras cosas.¡±
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.