El Bach m¨¢s melanc¨®lico
En la ¨²ltima d¨¦cada, el viejo m¨²sico debi¨® de ser presa de un acceso de melancol¨ªa
?Por qu¨¦ Bach compuso tan poco ¨Ccomparativamente al menos, si tomamos como referencia la feraz producci¨®n de su juventud y primera madurez¨C en su ¨²ltima d¨¦cada de vida? ?Y por qu¨¦ ese ¨¦nfasis en la m¨²sica abiertamente especulativa, desligada en apariencia de la vida y la interpretaci¨®n a ras de suelo? Nunca podremos responder a estas preguntas, pero nadie ha aventurado una explicaci¨®n mejor ni m¨¢s plausible que un colega suyo que lo admir¨® sobremanera, el tambi¨¦n alem¨¢n Paul Hindemith, cuando, en una conferencia le¨ªda en Hamburgo en 1950, plante¨® la hip¨®tesis de que el viejo Bach debi¨® de ser presa de un acceso de melancol¨ªa. Pero no de la ¡°melancol¨ªa de la impotencia¡± que Nietzsche adjudic¨® malignamente a Brahms, sino justo de lo contrario, de una ¡°melancol¨ªa de la capacidad¡±, la que queda reservada para quienes, como Bach, han conseguido llegar a lo m¨¢s alto. Constatar en la cima su condici¨®n de seres humanos, que les impide seguir ascendiendo, es lo que hizo que Bach ¨Cconjetura Hindemith¨C se refugiara a un tiempo en el silencio y en una m¨²sica para s¨ª mismo, desgajada del mundo real.
Johann Sebastian Bach: El arte de la fuga. Accademia Bizantina. Dir.: Ottavio Dantone. Auditorio Nacional, 25 de febrero.
Como la Ofrenda musical, cuya ¨²nica base es un tema del rey Federico II el Grande, El arte de la fuga levanta todo su edificio a partir de su min¨²scula c¨¦lula inicial de once notas. Este monotematismo a ultranza, radical, acentuado por la naturaleza esencialmente imitativa de fugas y c¨¢nones, convierte a estas postreras creaciones de Bach en propuestas sonoras casi obsesivas, que trazan infinitos c¨ªrculos conc¨¦ntricos en torno a un mismo motivo y sin apartarse de una tonalidad ¨Caqu¨ª, Re menor¨C que ser¨ªa luego tambi¨¦n la del R¨¦quiem de Mozart o la Novena Sinfon¨ªa de Bruckner, obras tan terminales como El arte de la fuga. Bach muri¨® mientras preparaba las planchas para su edici¨®n, lo que nos dej¨® una serie de cruciales interrogantes a?adidos, de nuevo sin respuesta posible, empezando por el propio t¨ªtulo de la obra, muy probablemente espurio.
Ni en el manuscrito ni en la primera edici¨®n aparece menci¨®n alguna de instrumentos, una suerte de barra libre que ha propiciado todo tipo de propuestas. La de Ottavio Dantone reparte fugas y c¨¢nones entre un cuarteto de cuerda, clave y ¨®rgano, a veces en solitario, otras dobl¨¢ndose, ocasionalmente altern¨¢ndose, y este trasiego de timbres beneficia poco a una m¨²sica que debe impregnarse, gota tras gota, en sus oyentes sin necesidad de colorear o variar el tama?o de esas gotas: cuanto m¨¢s id¨¦nticas sean, mejor. La contenida en El arte de la fuga es, tomando prestado el t¨ªtulo de la novela de Vikram Seth, ¡°an equal music¡±, y cuando m¨¢s pudo disfrutarse del milagroso dominio contrapunt¨ªstico de Bach fue en el Contrapunctus III o en el Canon per augmentationem in contrario motu, tocados en solitario por ¨®rgano y clave, sin distracciones t¨ªmbricas ni refuerzos innecesarios cada vez que suena esa c¨¦lula inicial en una de sus infinitas reencarnaciones, ya que esos retazos adjudicados pedag¨®gicamente a uno u otro instrumento acaban sembrando el flujo natural de la m¨²sica de excesivas discontinuidades.
Pero qued¨¦monos con las buenas noticias: la interpretaci¨®n en s¨ª de una obra maestra apenas frecuentada, la alta solvencia t¨¦cnica de los seis instrumentistas y una sala llena a rebosar para disfrutar de una m¨²sica de escucha ardua, pero que opera en el esp¨ªritu como un tratamiento de limpieza integral. Con un leve dejo de melancol¨ªa.
Babelia
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