George Martin, el tipo en la sombra del sonido m¨¢gico
La diplomacia, la curiosidad t¨¦cnica y los conocimientos musicales fueron las grandes bazas del productor
Parec¨ªan destinados a chocar: cuatro gamberretes de Liverpool y un gentleman londinense. Pertenec¨ªan incluso a diferentes generaciones: Martin hab¨ªa vestido uniforme durante la II Guerra Mundial (aunque no lleg¨® a participar en combates) mientras que sus pupilos se beneficiaron de la desaparici¨®n del servicio militar. Socialmente, sin embargo, George tambi¨¦n ten¨ªa unos or¨ªgenes modestos y mucho de autodidacta.
Los Beatles aterrizaron en Abbey Road cuando aquello funcionaba como un taller industrial, de r¨ªgida disciplina: los curritos llevaban batas y se cumpl¨ªa el plan de productividad (idealmente, las dos caras de un single se grababan en tres horas). Con el tiempo, los reci¨¦n llegados cambiaron radicalmente las reglas: trabajaban sin l¨ªmite de tiempo, explorando las posibilidades de los aparatos. Hasta pod¨ªan colocarse; el propio Martin debi¨® cuidar de un Lennon en pleno mal viaje; totalmente ignorante del mundo de las drogas, lo llev¨® ?al tejado del estudio!
En contra de lo que se cree, el equipamiento de Abbey Road estaba anticuado (al menos, en comparaci¨®n con los estudios punteros californianos). Pero George Martin era experto en superar sus limitaciones, tras 12 a?os grabando jazz, orquestas y humoristas amantes del collage. Y supo traducir las peticiones digamos po¨¦ticas de Lennon (¡°mi voz debe sonar como unos monjes tibetanos entonando c¨¢nticos en lo alto de una monta?a¡±) en soluciones pr¨¢cticas. Piezas tan complejas como Strawberry Fields Forever o A day in the life hubieran sido imposibles sin su paciencia y el buen hacer de los ingenieros que le arropaban.
Su dominio de la m¨²sica cl¨¢sica tambi¨¦n ayud¨® a la hora de escribir arreglos de cuerda que ¡°no sonaran como la orquesta de Mantovani¡±, en petici¨®n de Paul McCartney. Hablaba el lenguaje de los m¨²sicos de conservatorio cuando se requer¨ªa, por ejemplo, una trompeta barroca para Penny Lane. Su flexibilidad como teclista se evidencia en muchas joyas del grupo, desde In my life a Lovely Rita.
Tutelados por Martin, los Beatles reinventaron el concepto de m¨²sica grabada: en el principio, se trataba de reflejar el sonido de su arrebatado directo; a mediados de los sesenta, sus discos pasaron a ser creaciones aut¨®nomas, no pensadas para los escenarios. El ¨²nico techo estaba en la imaginaci¨®n de sus autores: Martin y su equipo se ocupaban de superar las limitaciones tecnol¨®gicas con ingenio y horas interminables. Todav¨ªa apabulla saber que el monumental Sgt. Pepper se plasm¨® con una grabadora Studer de 4 pistas (en Estados Unidos, ya se funcionaba con m¨¢quinas de 8 pistas).
Mientras iban generando discos prodigiosos, el equilibrio del poder en Abbey Road se transform¨®: Martin fue cediendo prerrogativas para que los Beatles volaran en libertad. Con todo, sufr¨ªa el sambenito de ser la encarnaci¨®n del odiado establishment. Mientras McCartney absorb¨ªa feliz sus ense?anzas, Lennon y George Harrison le ve¨ªan como ¡°el hombre de EMI¡±, aunque Martin explicara que ¨¦l tambi¨¦n era una v¨ªctima de un modelo de negocio basado en la explotaci¨®n de la creatividad: descontento con su modesta n¨®mina, termin¨® por independizarse y, eventualmente, construir estudios a su medida, en Londres y en la isla caribe?a de Montserrat.
Con su crueldad caracter¨ªstica, Lennon proclamar¨ªa que Martin se hab¨ªa eclipsado tras la separaci¨®n de los Beatles. Nada m¨¢s lejos de la realidad. Al igual que, durante la D¨¦cada Prodigiosa, aprovech¨® para producir a numerosos artistas de Liverpool (Cilla Black, Gerry and the Pacemakers, Billy J. Kramer) y colaborar con la franquicia James Bond, una vez que se qued¨® libre de su principal compromiso, se convirti¨® en un productor muy demandado.
Muchos de sus nuevos clientes (Cheap Trick, America, Little River Band) buscaban la vieja magia: los arreglos imaginativos, la pulcritud sonora, los discretos experimentos, los juegos de voces. Pero George Martin tambi¨¦n se aventur¨® en el jazz-rock ¡ªcon Jeff Beck o la Mahavishnu Orchestra¡ª o en la new age de Paul Winter. Para entendernos: no era un tipo cool ni un productor genialoide. Le defin¨ªan caracter¨ªsticas tan brit¨¢nicas como la tenacidad, la mesura, la tolerancia, la laboriosidad; justo lo que necesitaban aquellos cuatro provincianos que desbordaban ambici¨®n y talento.
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