¡®Docuseries¡¯: Bievenidos a la realidad aumentada
Era cuesti¨®n de tiempo que la revoluci¨®n de las series se cruzase con la telerralidad. Una reciente oleada de t¨ªtulos lo demuestra
La introducci¨®n del tercer cap¨ªtulo de American Crime Story. El pueblo contra O. J. Simpson es magn¨ªfica. Uno de los amigos ¨ªntimos de la estrella acusada de asesinato es Robert Kardashian, el padre de las futuras celebridades (estamos en los a?os 90). La familia va a un restaurante de comida r¨¢pida y, como acaba de salir en la tele, la camarera lo reconoce. Las ni?as se admiran de ello. Entonces ¨¦l, que es un trozo de pan, les dice: ¡°Conoc¨¦is a vuestros abuelos. Me conoc¨¦is a m¨ª. Lo que yo quiero transmitiros. Somos los Kardashian. En esta familia ser una buena persona y un amigo leal es mucho m¨¢s importante que la fama. La fama es pasajera y no significa nada sin un coraz¨®n virtuoso¡±. Las ni?as no responden, pero no parecen muy receptivas al mensaje. Fundido en negro. Comienza el episodio. Un padrastro y una adolescencia m¨¢s tarde, las famos¨ªsimas Kim y sus hermanas protagonizar¨¢n Las Kardashian, una serie real ¡ªsi es que la telerrealidad no es ficci¨®n¡ª elevada a la m¨¢xima potencia.
Los reality shows y la tercera edad de oro de las series son fen¨®menos paralelos. En 2000 se emiten en Estados Unidos las segundas temporadas de Los Soprano y El ala oeste de la Casa Blanca al tiempo que se estrenan Gran Hermano y Survivors. En los a?os siguientes se multiplicar¨¢n las apuestas y los altos ¨ªndices de audiencia contribuir¨¢n al nacimiento de canales dedicados exclusivamente a las series de ficci¨®n y a las telerreales. Era cuesti¨®n de tiempo que ambos fen¨®menos cruzaran sus caminos. En los ¨²ltimos a?os lo han hecho sobre todo en dos modalidades. Por un lado, la serie documental o docu-reality o docuserie o real-life thriller o como diablos queramos llamarla. Por el otro, la serie de ficci¨®n que adapta hechos reales recientes o insolentemente de hoy.
Los tres ejemplos m¨¢s punzantes de la primera modalidad son la radiof¨®nica Serial, la inesperada The Jinx y la revulsiva Making a Murderer. M¨¢s all¨¢ de los m¨¦ritos de su producci¨®n, es en t¨¦rminos de su recepci¨®n donde han hecho historia. Mediante las herramientas del transmedia, la primera ha conseguido involucrar a una gran comunidad de oyentes en la discusi¨®n sobre casos reales, investigados con gran rigor period¨ªstico, que abordan temas espinosos como la raza, el g¨¦nero, los talibanes o Guant¨¢namo. The Jinx tambi¨¦n se ha vuelto hist¨®rica al lograr que Robert Durst, su protagonista, que accedi¨® voluntariamente a ser entrevistado tras haberse librado de dos acusaciones de homicidio, fuera arrestado por la polic¨ªa tras la emisi¨®n del cap¨ªtulo en que confesaba su culpa (cre¨ªa que el micro estaba apagado). Making a Murderer, por ¨²ltimo, destaca por ser un relato parcial. Moira Demos y Laura Ricciardi toman partido por su protagonista: argumentan la inocencia de Steven Avery como lo har¨ªa su abogado defensor. Con la ventaja de que quien debe juzgarlos no es un juez ni un tribunal popular, sino la suma de miles de espectadores; la opini¨®n p¨²blica. A ra¨ªz de su emisi¨®n, la petici¨®n de change.org para que el presidente Obama libere a Avery supera ya el medio mill¨®n de firmas.
¡®American Crime Story¡¯ adaptar¨¢ un crimen real cada temporada. Ha comenzado con el de O. J. Simpson
La m¨¢s importante de la segunda modalidad, la serie que adapta hechos reales contempor¨¢neos, tal vez sea American Crime Story, serie antol¨®gica que en cada temporada adaptar¨¢ un crimen real. Ha comenzado con el caso Simpson, acusado de asesinar a su exmujer. Sabemos que ser¨¢ declarado inocente, pero no nos importa el veredicto. Las series reales vencen esa superstici¨®n absurda: el spoiler. Lo que interesa es c¨®mo el show-runner y los guionistas (Ryan Murphy y su equipo) van a convertir todos los hechos y datos disponibles en episodios trepidantes. Porque todo est¨¢ documentado, pero en la actuaci¨®n, en el guion o en el montaje se abren espacios para la interpretaci¨®n o, si se quiere, para la ficci¨®n. De hecho, gener¨® una gran pol¨¦mica la reproducci¨®n en un cap¨ªtulo de la llamada real de la v¨ªctima a la polic¨ªa, a?os antes de su asesinato. Esa injerencia de la realidad en la realidad ficcionalizada caus¨® un cortocircuito en la opini¨®n p¨²blica, porque cuestionaba los l¨ªmites del ¡°basado en hechos reales¡±.
Javier Cercas argumenta en El punto ciego (Literatura Random House, 2016) que la historia de los cuatro siglos de novela, tragic¨®mica desde el Quijote, es la de una apropiaci¨®n continuada de otros g¨¦neros, como la poes¨ªa, el ensayo o el periodismo. En los ¨²ltimos 15 a?os la televisi¨®n narrativa ha llevado a cabo un proceso similar y expr¨¦s. Su voracidad no respeta formas ni l¨ªmites.
Jorge Carri¨®n es autor de Teleshakespeare (Errata Naturae). Twitter: @jorgecarrion21.
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