Anatom¨ªa del arte de la ficci¨®n
Javier Cercas busca en 'El punto ciego' esos espacios de ambig¨¹edad en grandes obras como el 'Quijote' o 'Moby Dick' que permiten al lector apropiarse de la ficci¨®n
Una tarde de 1660, en la corte del rey de Francia, un sacerdote devoto de las ciencias, Edme Mariotte, ejecut¨® un acto de magia. Coloc¨® ante uno de los cortesanos una moneda de cobre: la moneda desapareci¨® ante la vista del at¨®nito espectador. Mariotte explic¨® que no hab¨ªa nada de m¨¢gico en el experimento. All¨ª donde nuestro nervio ¨®ptico pasa a trav¨¦s del disco de la retina, las c¨¦lulas fotoperceptoras est¨¢n ausentes y el ¨¢rea del campo visual correspondiente resulta invisible para el ojo que lo est¨¢ mirando. A esa lecci¨®n de humildad perceptiva Mariotte la llam¨® ¡°el punto ciego¡±.
Javier Cercas ha descubierto en ese fen¨®meno fisiol¨®gico una met¨¢fora para la ficci¨®n. Cuando en 2014 recibi¨® una invitaci¨®n de la Universidad de Oxford para ocupar el puesto de Weidenfield Visiting Professor de Literatura Comparada ¡ªinclu¨ªa la obligaci¨®n de dictar un ciclo de conferencias¡ª, Cercas acept¨® y propuso como tema la traducci¨®n del hallazgo de Mariotte al campo de la literatura. Defini¨¦ndose como novelista, no como historiador, decidi¨® explorar a lo largo de cuatro densos cap¨ªtulos, un pr¨®logo y un ep¨ªlogo el arte que conoce tan bien de construir verdades a partir de mentiras, buscando en ciertas grandes obras eso que misteriosamente resulta invisible y presente al mismo tiempo. El volumen que ahora se publica es una versi¨®n castellana de aquellas conferencias.
El procedimiento es el siguiente: a partir de una lectura de grandes novelas como el Quijote, Moby Dick y El proceso, y cuentos como Bartleby, Wakefield y Otra vuelta de tuerca, y tambi¨¦n obras contempor¨¢neas de Coetzee, Vargas Llosa y del mismo Cercas, El punto ciego nos ofrece una anatom¨ªa del arte de la ficci¨®n. En alg¨²n momento del desarrollo de estos textos, escribe Cercas, ¡°se formula una pregunta, y el resto de la novela consiste, de forma m¨¢s o menos visible o secreta, en un intento de responderla, hasta que al final la respuesta es que no hay respuesta¡±. Esto es lo que Borges resumi¨® en la frase memorable que concluye La muralla y los libros (y que Cercas apropiadamente cita): ¡°La inminencia de una revelaci¨®n que no se produce es, tal vez, el hecho est¨¦tico¡±.
Leyendo el Quijote, Cercas se?ala que su pregunta central (y sin respuesta) es: ¡°?De verdad est¨¢ loco Don Quijote?¡±. Ese ¡°punto ciego¡± ocupa, por cierto, el coraz¨®n de la novela de Cervantes. Pero quiz¨¢s haya otra a¨²n m¨¢s pertinente: ?es justo un acto de justicia que resulta en una injusticia mayor (como el rescate de Andresillo en el cap¨ªtulo IV)? ?Qu¨¦ hacer frente a una acci¨®n que parece ser a la vez justamente necesaria e injustamente nefasta? ?C¨®mo juzgar el destino de Josef K., condenado a pesar de no definirse nunca su crimen? ¡°Como sabemos¡±, dice Cercas, ¡°todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Pero ?es tambi¨¦n Josef K. inocente en la pr¨¢ctica?¡±. Gogol respondi¨® con estas palabras: ¡°Busca saber qui¨¦n es el juez, qui¨¦n es el reo, y cond¨¦nalos a ambos¡±. La historia de la literatura es la historia de estas respuestas inconclusas.
Desafortunadamente para todo escritor, Borges es nuestro precursor en todo. Buscando entender los comentarios cr¨ªticos del episodio de Infierno en el que Dante se encuentra con el conde Ugolino royendo el cr¨¢neo del cardenal Ruggero, ya en 1948 da su versi¨®n del punto ciego que describe Cercas. Ugolino le cuenta a Dante que Ruggero lo encerr¨® en una torre con sus hijos para que se muriesen de hambre, y que ellos se ofrecieron a su padre para que ¨¦ste los devore. Generaciones de lectores han debatido la conclusi¨®n del canto para saber si Ugolino devor¨® o no a sus hijos. El Ugolino hist¨®rico, dice Borges, tiene que haber hecho una de estas dos cosas; no as¨ª el del poema. ¡°En la tiniebla de su Torre del Hambre¡±, concluye, ¡°Ugolino devora y no devora los amados cad¨¢veres, y esa ondulante imprecisi¨®n, esa incertidumbre, es la extra?a materia de que est¨¢ hecho¡±.
Si bien Cercas encuentra excepciones a la regla del punto ciego (da como ejemplo, no de forma convincente a mi juicio, El Gatopardo, de Lampedusa, por ser demasiado expl¨ªcito), afirma que ese ¡°espacio de ambig¨¹edad¡± permite al lector apropiarse de la obra que est¨¢ leyendo. Una vez localizado el punto ciego, el lector, dice Cercas, ¡°debe colarse por ¨¦l para adentrarse a fondo y sin miedo, como un espele¨®logo, en territorios que s¨®lo la novela o el relato puede explorar, vedados a cualquier otra forma de conocimiento¡±. Este acto milagroso convierte al lector en coautor y le otorga la condici¨®n de creador.
Tiempo despu¨¦s del hallazgo de Mariotte, fisi¨®logos descubrieron que nuestro cerebro busca maneras de reparar la ausencia visual de un ojo con informaci¨®n recibida a trav¨¦s del otro, de manera que, por lo general, no percibimos el punto ciego. Sucede lo mismo cuando leemos. Moby Dick, Don Quijote, Anatom¨ªa de un instante son, como Cercas demuestra, ¡°novelas de punto ciego¡±. Pero el otro ojo ¡ªel que recuerda otras p¨¢ginas que reflejan las que est¨¢ leyendo, y traduce ciertos pasajes presentes a experiencias ¨ªntimas pasadas, y adivina e intuye lo que no est¨¢ en el libro, lo que el autor mismo desconoce¡ª, ese ojo afanosamente llena el vac¨ªo con paisajes y personajes imaginarios, gui¨¢ndonos por mundos ignotos y tal vez inexistentes. Quiz¨¢ sea esa la misi¨®n del lector: ser una suerte de Lazarillo de s¨ª mismo a trav¨¦s de las tinieblas que yacen en el coraz¨®n de todo gran texto literario.
El punto ciego. Javier Cercas. Random House. Barcelona, 2016. 144 p¨¢ginas. 15,90 euros
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