1616: Shakespeare, Cervantes y el Inca
Una singular doctrina sobre el deseo y el amor acerca al Inca Garcilaso de la Vega a los dos genios de la literatura universal
Merece la pena leer los Comentarios reales de los incas. Es un libro ¨²nico. Una de las causas de su singularidad es la biograf¨ªa del autor. Hijo del conquistador Garcilaso de la Vega y de la princesa incaica Isabel Chimpu Ocllo, tuvo acceso a dos culturas. Con su madre aprendi¨® quechua, con su padre espa?ol, con un ayo algo de lat¨ªn. Otro rasgo singular es su autoconstrucci¨®n como autor. Nacido en 1539, fue bautizado como G¨®mez Su¨¢rez de Figueroa y vivi¨® en el Cuzco turbulento de las guerras civiles hasta 1560. El resto de su vida transcurri¨® en Espa?a, sobre todo en Montilla y C¨®rdoba, donde muri¨® en 1616. Tras servir brevemente en la guerra de las Alpujarras se dedic¨® a ¡°criar y hacer caballos¡±, a leer y a escribir.
Conocemos el cat¨¢logo de 188 libros de su propiedad, que han permitido a los comisarios Esperanza L¨®pez Parada, Marta Ortiz Canseco y Paul Firbas montar la exposici¨®n La biblioteca del Inca [161-2016], en curso actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid. Esa biblioteca humanista y americanista, en lat¨ªn, en espa?ol, en italiano, lo prepar¨® para escribir libros con el nombre de Garcilaso Inca de la Vega. El cambio de nombre le sirvi¨® al mestizo bastardo para protegerse bajo el signo de una nobleza doble (al frente de la primera edici¨®n de los Comentarios hizo imprimir un escudo de armas con los signos de esa doble genealog¨ªa, castellana e incaica) y para amparar su obra en el marco del cultivo complementario de las armas y las letras, igual que su pariente, primo de su abuelo, el poeta Garcilaso de la Vega, a quien consideraba ¡°espejo de caballeros y poetas¡±.
Su obra tiene una gran coherencia, a partir de un comienzo otra vez singular como la traducci¨®n de los Di¨¢logos de amor de Le¨®n Hebreo, un personaje exiliado y perif¨¦rico como ¨¦l, pero cuyo texto se situ¨® en el n¨²cleo de la cultura europea. Esa traducci¨®n lo acerca a sus dos c¨¦lebres compa?eros de centenario, ya que, como se sabe, tanto Cervantes como Shakespeare leyeron y usaron el libro de Le¨®n Hebreo. Cervantes, en La Galatea, en el Persiles, en el Quijote. Shakespare, en el poema The Phoenix and the Turtle. Incluso hay un momento en que la doctrina de los Di¨¢logos de amor abrocha las obras de Cervantes y Shakespeare. La primera peripecia de la historia que llev¨® a Cardenio el Roto a perder la raz¨®n, a Sierra Morena y a encontrarse con don Quijote, fue saber que antes que a su amada Luscinda, don Fernando hab¨ªa seducido a Dorotea: ¡°Sucedi¨®, pues, que como el amor en los mozos por la mayor parte no lo es, sino apetito, el cual, como tiene por ¨²ltimo fin el deleite, en llegando a alcanzarle se acaba, [¡]quiero decir que as¨ª como don Fernando goz¨® a la labradora, se le aplacaron sus deseos y se resfriaron sus ah¨ªncos¡±.
Quien siga leyendo sabr¨¢ que esto no fue exactamente as¨ª; cuando vaya sumando las aventuras de Cardenio, Luscinda, Fernando y Dorotea hasta el final feliz, comprobar¨¢ que se resuelven dentro de la clasificaci¨®n que Fil¨®n le ofrece a su interlocutora Sof¨ªa en los Di¨¢logos de amor, al argumentar que el amor es ¡°de dos modos¡±. Uno, imperfecto, es hijo del deseo, ¡°y en este es verdad lo que dices que acaece, que cesando el deseo o apetito carnal por su satisfacci¨®n y hartura, en continente cesa totalmente el amor; porque cesando la causa, que es el deseo, cesa el efecto, que es el amor¡±. El otro, perfecto, engendra el deseo, y su fuerza ¡°hace desear la uni¨®n espiritual y la corporal con la persona amada. [¡] Y ese amor segundo, cuando alcanza lo que desea, no cesa el amor, aunque cesa el apetito y el deseo, porque, quitado el efecto, no por eso se quita la causa¡±.
Combin¨® cap¨ªtulos de historia pol¨ªtica y militar del imperio inca con otros de tipo cultural, relativos a las costumbres
La tensi¨®n entre estos dos modos de amor alent¨® probablemente en la pieza de Shakespeare Cardenio, representada en la Corte de Inglaterra en el invierno de 1612-1613, las huellas y efectos de cuyo texto, perdido, rastre¨® Roger Chartier desde esos a?os hasta su conversi¨®n en materia de encuesta para Next Thursday, la detective de la Brigada Literaria inventada por Jasper Fforde.
Por su parte, ¡°el inca prodigioso Garcilaso¡± (dec¨ªa el poeta Jorge Guill¨¦n) encontr¨® en la filosof¨ªa y teolog¨ªa plat¨®nica de Le¨®n Hebreo apoyos ideol¨®gicos para dignificar la teolog¨ªa pagana de los incas y atender al ideal renacentista de concordia entre la historia cristiana y la historia del nuevo mundo. Es un prosista y un narrador jugoso, claro, observador, interesante. Coet¨¢neo de Cervantes, se mueve en un registro ling¨¹¨ªstico y ret¨®rico parecido.
El t¨ªtulo, Comentarios, alude al hecho de no ser una cr¨®nica, sino un comentario a otros libros sobre el imperio de los incas que a su juicio se equivocan o no tienen informaci¨®n suficiente porque no tienen acceso, como ¨¦l, a la lengua y a las fuentes orales. Con estos datos completa su construcci¨®n historiogr¨¢fica, por lo dem¨¢s apoyada en el m¨¦todo de los ¡°anticuarios¡± humanistas (hoy los llamar¨ªamos historiadores), como Ambrosio de Morales. As¨ª, combin¨® fuentes, escritas y orales, espa?olas y quechuas, recuerdos y saber libresco, con un resultado extraordinario.
La estructura en libros y cap¨ªtulos breves le permiti¨® combinar cap¨ªtulos de historia pol¨ªtica y militar ¡ªla relativa a los reinados de los incas, incluida la historia de la resistencia de los araucos, para la cual se sirvi¨® del poema de Ercilla¡ª con otros de tipo cultural, relativos a las costumbres, arquitectura, agricultura y ganader¨ªa.
El esquema historiogr¨¢fico que usa, basado en la idea de San Agust¨ªn de la construcci¨®n gradual de la ciudad de Dios, le llev¨® a distinguir tres edades en la historia de Per¨²: una primera fase en que los hombres viv¨ªan como bestias mansas o como fieras bravas, la de los incas, que adoraban a un solo ¨ªdolo, el sol, y por tanto estaban especialmente dispuestos a ingresar en la tercera, la era cristiana.
Al asimilar la teolog¨ªa de los incas a la tradici¨®n plat¨®nica y estoica, Garcilaso los defendi¨® de pol¨ªticas como las del virrey Toledo, para quienes los incas eran id¨®latras b¨¢rbaros e inhumanos. Yo creo que esta lectura del discurso del otro en clave de concordia adquiere una nueva actualidad y pertinencia hoy mismo, m¨¢s all¨¢ de la celebraci¨®n de un texto cl¨¢sico. O m¨¢s bien, los textos del Inca Garcilaso son cl¨¢sicos por sacar su pertinencia del presente, aunque lleven 400 a?os escritos. Igual que los de sus dos coet¨¢neos.
Andr¨¦s Soria Olmedo es catedr¨¢tico de Literatura Espa?ola en la Universidad de Granada y editor de Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega (Biblioteca Castro, 2015).
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