El sexo, la majestad y el color
El color es el primer adjetivo con majestad. Todo lo majestuoso procura alegr¨ªas o tormentos a trav¨¦s del color puesto que el color que parece algo adyacente no es el color de la circunstancia sino, a menudo, la circunstancia misma de la composici¨®n.
Podr¨ªa casi empezarse por el color del cielo y el color de la tierra y el color de la piel. Cualquier elemento que compone nuestro entorno posee color. Los paisajes que nos abruman o nos liberan, las pol¨ªticas a las que prestamos adhesi¨®n, las banderolas, las razas, los peces y las frutas son color. La luz total se acantona en un extremo y la oscuridad en el otro. No somos, pues, sino dentro del ancho mundo coloreado y nos desarrollamos en su regazo. No existimos sino desde una primera oscuridad privada de color y nacemos a una luminosidad poblada de arco¨ªris. Esa inmanencia del color nos determina, esa patencia del color nos afirma o nos modifica.
Cada color es un est¨ªmulo dentro de un mundo que inicialmente no posey¨® esos reclamos o que se confund¨ªan con el fuego y las tinieblas. Lo incandescente y lo inerte coinciden con la vida y la muerte fundacionales puesto que la vida es siempre un abrir de ojos al colorido y la muerte su clausura.
Los conventos que buscan el contacto con el otro universo invisible se conjuran hasta ahuyentar el color, mientras Las Vegas que proclama una obscena diversi¨®n del aqu¨ª se encarna en incontables luces que celebran el ¨¦xito de lo ¡°encarnado¡±.
Lo yerto no huele y apenas despide luz. Lo vivo huele siempre (bien o mal), y supura esencias lum¨ªnicas, mientras el cad¨¢ver adquiere la palidez. El cosmos existe ondul¨¢ndose en las voluptuosidades del color, mientras la nada o la muerte ser¨ªan, por el contrario, la blancura o la transparente oscuridad.
Es decir, toda la nada excluye la acci¨®n puesto que el color necesariamente, ineludiblemente, crea. Sin ¨¦l todo permanecer¨ªa amilanado en una superficie silenciosa porque el sonido, igual que el sentido nulo, son colores mudos.
Suenan, en cambio, los colores. Vibra su longitud de onda. Induce las curaciones rosadas o la enfermedades cian¨®ticas porque el color es pr¨¢cticamente el relente de todo lo que est¨¢ vivo. No hay vida sin color. La sangre o la orina, la bilis o el excremento se significan en el color y su car¨¢cter refiere los percances de la vida.
?Qu¨¦ obvia, al fin, esta conclusi¨®n! La vida es color como el color es vida. La naturaleza se hace notar en la elocuencia de su cromatismo. De otro modo, este mundo no existir¨ªa en cuanto mundo sino en cuanto ¡°mudo¡±. Es decir, producto carbonizado, producto de orden cero o sin producci¨®n.
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