El mal
Un 'hooligan' checo se entretiene meando a una mendiga en Roma. Y nadie le corta sus alegres genitales
Cuentan que a bastantes norteamericanos que no eran precisamente liberales ni revolucionarios, que cre¨ªan que la guerra de Vietnam era necesaria para frenar al ogro comunista, se les torci¨® el gesto patri¨®tico y se le revolvieron las tripas al ver a una ni?a vietnamita llorando y corriendo hacia ninguna parte con su espalda abrasada por el napalm. Y pocas impresiones tan brutales para la sensibilidad de alguien que no sea un tarado como la fotograf¨ªa de aquel esquel¨¦tico ni?o sudan¨¦s, tumbado en el suelo mientras que a su lado un buitre espera pacientemente a que se extinga. Hay im¨¢genes de los campos de concentraci¨®n que pueden crear duraderas pesadillas en el mir¨®n. Anda suelto Satan¨¢s. Siempre lo ha estado. El mal en estado puro o sofisticado.
Esa sensaci¨®n de n¨¢usea f¨ªsica y mental, de ser testigo de un horror implantado por la vileza, el sadismo, el desprecio, la crueldad, aunque en este caso no aparezca la sangre ni el exterminio, vuelve a repetirse en el salvaje espect¨¢culo de unos nazis holandeses intentando degradar a¨²n m¨¢s a la miseria, haciendo que unas mendigas se disputen la calderilla que les lanzan al suelo sus jocosos torturadores. Otro encuentra la hostia de divertido quemar un billete de cinco euros mientras que su harapienta v¨ªctima intenta arrebatarle lo que puede constituir su pan diario para ella y su familia. Todo ello en p¨²blico, con gente presuntamente civilizada que est¨¢ al lado de los b¨¢rbaros (vale, es entendible la par¨¢lisis que provoca el miedo, nos ocurre a todos), con la polic¨ªa mirando para otro lado, que es lo suyo, excepto si tienen que proteger al poder.
D¨ªas m¨¢s tarde, otro hooligan checo se entretiene meando a otra mendiga en Roma. Y nadie le corta sus alegres genitales. Seguro que estas risue?as bestias son muy normales en su vida cotidiana. Y a lo peor, muchos de sus compatriotas les comprenden.
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