Frank Zappa en la intimidad
Pauline Butcher muestra a Zappa como un creador megal¨®mano, maestro en manipular a m¨²sicos ingenuos
La bibliograf¨ªa del rock se expande imparable. Crece especialmente por el territorio de los testimonios: se multiplican los libros de los testigos, los participantes menores, los c¨®mplices m¨¢s o menos conocidos. Es una tendencia que irremediablemente iba a pillar a Frank Zappa (1940-1993). Primero, dispuso de muchos colaboradores. Segundo, generalmente estos todav¨ªa sienten que tienen cuentas pendientes con Frank.
De todos ellos, tal vez el m¨¢s fascinante sea ?Alucina! Mi vida con Frank Zappa (Malpaso), de Pauline Butcher. La premisa: con 23 a?os, trabaja en una agencia de secretarias cuando recibe el encargo de transcribir las letras del segundo elep¨¦ de The Mothers of Invention, Absolutely free. Se queda pasmada, por el contenido del disco y por la personalidad de Frank. Tras varios encuentros, acepta abandonar Londres para instalarse en Los ?ngeles, en la especie de comuna que Zappa monta en una destartalada casa de Laurel Canyon.
Conviene avisar que Pauline est¨¢ muy a la moda en estilismos pero es una chica esencialmente conservadora. Con ojos como platos, se zambulle en la zona cero de la contracultura californiana, con ¡°los m¨²sicos m¨¢s feos del mundo y las chicas m¨¢s promiscuas. Ella esconde, cierto, una agenda particular: siente atracci¨®n por Zappa y se horroriza al descubrir que est¨¢ casado con Gail y que tienen una hija bautizada como Moon Unit (Unidad Lunar); a largo plazo, fantasea con introducirse en la industria de Hollywood, a pesar de una experiencia un tanto s¨®rdida con el cineasta Billy Wilder en un hotel londinense.
Comparte vivencias con Zappa entre 1968 y 1970. Pauline descubre a un creador ambicioso y un hombre con temple: enfrentado a un intruso desequilibrado que irrumpe armado en la antes citada ¡°caba?a de madera¡±, logra convencerle para que tire su pistola a una charca cercana; se niega a llamar a la polic¨ªa ya que ha sufrido la experiencia de la c¨¢rcel. Al mismo tiempo, es un jefe taca?o y dictatorial, que se aprovecha de la debilidad de car¨¢cter de sus m¨²sicos. Les proh¨ªbe el uso de drogas pero, como ellos, se beneficia de la libertad sexual del momento; cuando la Butcher se apunta al feminismo, se muestra particularmente c¨¢ustico.
Al igual que Pauline, nos sentimos apabullados ante la megaloman¨ªa del personaje. Con total seriedad, planea convertir su base de fans ¡ªtampoco tan enorme¡ª en un movimiento social que le permita aspirar a la Casa Blanca en 1976. Pol¨ªticamente, pertenece a esa especie tan estadounidense que son los anarcoliberales: m¨¢xima tolerancia para el comportamiento individual y m¨ªnima presencia gubernamental; su obsesi¨®n principal es la eliminaci¨®n del impuesto sobre la renta.
Intelectualmente indefensa, Pauline solo puede refugiarse en su sensatez de hija de familia numerosa, crecida en la clase media brit¨¢nica; en sus discusiones, se llega un punto en que Zappa parece ceder para no complicar a¨²n m¨¢s su relaci¨®n laboral y emocional. La cuesti¨®n clave, claro, es la fiabilidad de sus memorias. Uno sospecha de largos di¨¢logos reconstruidos 40 a?os despu¨¦s; Pauline se basa en las cartas que intercambiaba con su familia, obviamente discretas.
Pauline, que termin¨® felizmente casada con un economista empleado por un banco, sigue ajena a la cultura del rock. Un ejemplo: habla de uno de sus pretendientes como ¡°Spence Dryden, el l¨ªder del grupo mejor considerado del momento¡±. Si uno se pone pedante, contabiliza tres errores en la frase: Spencer (con ¡°r¡± final) dej¨® su puesto de baterista de Jefferson Airplane en 1970. Al mismo tiempo, su ignorancia de las convenciones del rock resulta hasta refrescante: te noquea cuando afirma que ver jugar al blackjack en Las Vegas es ¡°tan aburrido como un concierto de Tim Buckley¡±. A su modo, Pauline pod¨ªa ser tan iconoclasta como Zappa.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.