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La relaci¨®n entre literatura y nuevas tecnolog¨ªas plantea un interesante debate
John Giorno estaba conversando por tel¨¦fono con William Burroughs un d¨ªa de 1968 cuando concibi¨® una de sus acciones m¨¢s famosas, Dial-A-Poem: 15 m¨¢quinas contestadoras conectadas a un n¨²mero del ¨¢rea de Nueva York permit¨ªan a quien llamase escuchar un poema, en la que ser¨ªa no la primera pero s¨ª una de las m¨¢s eficaces iniciativas para llevar la literatura a otros escenarios. Fue un ¨¦xito y gener¨® numerosas imitaciones: recientemente en el MOMA, la acci¨®n de Giorno fue recreada y enriquecida con intervenciones de David Byrne y Tom Waits, entre otros.
Dial-A-Poem nunca ha estado muy lejos de nuestra forma de concebir los v¨ªnculos entre literatura y nuevas tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n. En los ¨²ltimos 50 a?os, la convicci¨®n de que ¨¦stas constituir¨ªan un peligro para la literatura ha llevado a actitudes distintas y complementarias: un rechazo rotundo basado en la idea de que esas tecnolog¨ªas ¡°distraer¨ªan¡± de, ¡°banalizar¨ªan¡± o ¡°empobrecer¨ªan¡± la literatura, un esfuerzo por imitarlas (novelas escritas como correos electr¨®nicos, a la manera de conversaciones de chat, como una sucesi¨®n de b¨²squedas de Google, etc¨¦tera) y/o un intento de subvertirlas ¡°sembrando¡± literatura en ellas. La popularizaci¨®n de los tel¨¦fonos m¨®viles hace un cuarto de siglo llev¨® inevitablemente, por ejemplo, a la proliferaci¨®n de novelas publicadas por entregas en mensajes de texto: en la actualidad, el g¨¦nero florece en Jap¨®n, donde estas novelas suelen ser ¨¦xitos de ventas entre los adolescentes.
Al hilo de lo sucedido en ese pa¨ªs, y en la inevitable estela de Dial-A-Poem, escritores como el estadounidense Nicholas Belardes y el mexicano Joseph Cohen publican sus novelas, relatos y poemas en Twitter, restringiendo sus entregas a 140 caracteres. Algo en Twitter invita a la experimentaci¨®n con la herramienta , y es en esta red social, m¨¢s que en Facebook, donde se llevan a cabo los experimentos m¨¢s interesantes en la confluencia de literatura y nuevas tecnolog¨ªas: formas autoconclusivas que caen dentro de lo que habitualmente se denomina ¡°microrrelato¡±, un ines?perado y algo desconcertante resurgir del pal¨ªndromo (ese tipo de texto que permite leer lo mismo tanto de derecha a izquierda como de izquierda a derecha), historias corales en las que los personajes dialogan a trav¨¦s de cuentas personales creadas para el caso por el autor, arcos narrativos abiertos a la intervenci¨®n de los seguidores, etc¨¦tera. Algunos de estos procedimientos son in¨¦ditos en la historia de la literatura y se benefician de la interacci¨®n propia de las redes sociales, pero la publicaci¨®n por entregas no lo es: su origen se encuentra en una relaci¨®n entre prensa y literatura a lo largo del siglo XIX que, bajo la forma del follet¨ªn, dio origen a la novela como la conocemos en la actualidad.
M¨¢s o menos inteligentes, mejor o peor intencionados, todos estos esfuerzos soslayan, sin embargo, el hecho de que las tecnolog¨ªas de comunicaci¨®n nuevas o viejas tienen con los contenidos de las que son ve?h¨ªculo una relaci¨®n m¨¢s compleja (y m¨¢s interesante) de lo que se piensa, y que nuestra relaci¨®n con ellas y con los cambios cognitivos y sociales que estas propician tambi¨¦n lo es. En las actitudes distintas y complementarias de rechazar las nuevas tecnolog¨ªas, imitarlas o ¡°sembrarlas¡± de literatura se pone de manifiesto un modo esencialmente paternalista de concebir la forma en que letras y nuevas tecnolog¨ªas confluyen, al tiempo que una incomprensi¨®n notable de estas ¨²ltimas.
?Podemos seguir llamando ¡°leer¡± a una actividad que tiene tanto de lectura como de interpretaci¨®n de im¨¢genes?
No se tratar¨ªa de una literatura como la concebimos tradicionalmente, por supuesto; pero s¨ª de un tipo de textualidad que ser¨ªa soporte de una funci¨®n narrativa (el viejo y muy humano deseo de contar historias y de que nos las cuenten) no muy distinta de la que encontramos en la literatura tradicional. Ser¨ªa tambi¨¦n una literatura que deber¨ªa ser pensada de nuevo por completo, ya que en ella las nociones de centro y periferia, de alto y de bajo, de original y de copia, de esbozo y obra terminada, no tienen sitio, as¨ª como tampoco las de autor y lector. En su obra Zeit f¨¹r die Bombe (tiempo para la bomba), por ejemplo, la alemana Susanne Berkenheger enlaza mediante hiperv¨ªnculos 100 unidades que el lector o usuario puede recorrer a su placer, conformando con cada recorrido un nuevo texto del que es coautor. Esta literatura ¡°hipermedia¡±, de la que participan obras de la argentina Bel¨¦n Gache y el venezolano Dom¨¦nico Chiappe, posee una estructura escasamente reproducible en la literatura tradicional y constituye, al margen de m¨¦ritos individuales, la manifestaci¨®n de que, mientras algunos pretenden ¡°insuflar¡± literatura en la Red, esta ya posee formas propias que explotan mejor sus caracter¨ªsticas m¨¢s salientes y rehuyen el paternalismo.
A modo de ejemplo destacado de una cierta forma de ser consecuente con esta actitud es el surgimiento de las novelas concebidas como aplicaciones para tel¨¦fono m¨®vil, en las que los lectores/usuarios pueden explorar el mundo narrado y a menudo incidir en ¨¦l: el exitoso escritor estadounidense Wally Lamb anunciaba a finales de 2015 que I¡¯ll Take You There, su nueva novela, s¨®lo existir¨ªa como book app, y el brit¨¢nico Iain Pears ve¨ªa en el mismo periodo c¨®mo la aplicaci¨®n para tel¨¦fonos m¨®viles de su novela Arcadia era descargada 20.000 veces en poco tiempo, superando as¨ª las ventas de su edici¨®n f¨ªsica. Mientras la publicaci¨®n de libros electr¨®nicos ¡°enriquecidos¡± con recursos audiovisuales languidece en casi todos los ¨¢mbitos excepto el de la literatura infantil, la multiplicaci¨®n de las book apps y la adaptaci¨®n de textos literarios cl¨¢sicos a los nuevos formatos, incluyendo el videojuego, se?alan una direcci¨®n posible en la evoluci¨®n de las relaciones entre literatura y nuevas tecnolog¨ªas, al tiempo que arrojan sombras inquietantes sobre nuestras visiones de lo que denominamos leer y de lo que llamamos autor y lector. En realidad, ?podemos seguir llamando ¡°leer¡± a una actividad que tiene tanto de lectura como de interpretaci¨®n de im¨¢genes y mapas, resoluci¨®n de acertijos y visionado de fragmentos audiovisuales? ?Qui¨¦n es el autor en el caso de estas producciones que requieren inevitablemente el concurso de un escritor, pero tambi¨¦n de dise?adores gr¨¢ficos, programadores, productores de contenidos audiovisuales, etc¨¦tera? ?Qu¨¦ queda de la literatura como expresi¨®n de una visi¨®n personal de las cosas en un contexto de producci¨®n colectiva e interacci¨®n con el lector? ?Qu¨¦ espacio queda para el riesgo y la renovaci¨®n en literatura en proyectos que, por lo elevado de sus costos, deben rehuir ambas cosas?
Estas preguntas no son f¨¢ciles de responder, pero son inevitables. La funci¨®n narrativa en Internet, la ¡°literatura¡± que le es intr¨ªnseca y surgi¨® con ella, posee unas caracter¨ªsticas muy diferentes y debe ser buscada en otros sitios. ?En cu¨¢les? Una respuesta de car¨¢cter tentativo es que hay indicios de una nueva literatura en los arcos narrativos descritos por los videojuegos, el surgimiento y uso de abreviaturas (WTF, MILF, LOL, etc¨¦tera), los de formas breves y visuales de comunicaci¨®n como los emoticonos (y la pol¨¦mica en relaci¨®n al abuso del ¡°Me gusta¡± y la inexistencia de un bot¨®n de ¡°No me gusta¡±), la proliferaci¨®n en Twitter de boots programados espec¨ªficamente para generar en el usuario la impresi¨®n de que est¨¢ conversando con una persona real, la ampliaci¨®n del mundo narrado en ciertas novelas mediante su proyecci¨®n en Internet, las figuras de autor y de lector ensayadas en los perfiles p¨²blicos de los escritores y en sus blogs, los experimentos con el c¨®digo del mexicano Eugenio Tisselli; los mediocres intentos de flirtear en Tinder, la red social que propicia encuentros sexuales entre sus usuarios; las m¨¢quinas en l¨ªnea como el ¡°generador de romances gitanos¡± ¡°de¡± Federico Garc¨ªa Lorca, el net-art, las empresas que el usuario de Facebook y Twitter puede contratar para que contin¨²en alimentando sus cuentas con viejos textos y con nuevos textos generados de forma aleatoria una vez que el usuario haya muerto.
Este ¨²ltimo caso puede parecer truculento, por supuesto; pero en su excepcionalidad pone de manifiesto preguntas interesantes. ?Qu¨¦ garantiza la permanencia de los textos en una ¨¦poca de desvanecimiento y obsolescencia programada? ?Qui¨¦n escribe, y por qu¨¦, y para qui¨¦nes?
Patricio Pron es escritor. Su ¨²ltima novela es No derrames tus l¨¢grimas por nadie que viva en estas calles (Literatura Random House).
Babelia
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