'The Americans', los esp¨ªas silenciosos
Las historias de esp¨ªas tienen un encanto especial. Vivir en la sombra, tener que asumir otras identidades, el secretismo que rodea sus vidas, los artilugios e inventos para hacerse con informaci¨®n secreta... Una vida llena de mentiras y a espaldas de los dem¨¢s. Una existencia silenciosa la suya, como la que tiene The Americans, una de esas ficciones a las que se le puede aplicar perfectamente la etiqueta de "la mejor serie que no est¨¢s viendo".
Ambientada en los a?os ochenta, est¨¢ protagonizada por una pareja de esp¨ªas rusos que residen en Estados Unidos, donde han construido una familia aparentemente de lo m¨¢s normal, con su vivienda unifamiliar y sus hijos american¨ªsimos y ajenos a la doble vida de sus progenitores... al menos, al principio de la serie. Con la Guerra Fr¨ªa empezando a enfriarse (valga la redundancia), los Jennings tienen que lidiar con las misiones que les imponen desde la Madre Patria y con unos hijos adolescentes que les dan m¨¢s quebraderos de cabeza de los que les gustar¨ªa, sobre todo su hija Paige.
Aunque el ritmo de The Americans es mucho m¨¢s pausado que el de Homeland, con la que se comparaba en sus inicios (y con la que, por cierto, no tiene nada que ver), ha logrado crear un universo presidido por una tensi¨®n que va a m¨¢s temporada tras temporada. La cuarta entrega (que acaba de empezar en Fox en VOS) arranca pr¨¢cticamente en el punto en el que se qued¨® la anterior, cuando la olla a presi¨®n en la que se hab¨ªa convertido la vida de Elizabeth y Philip estaba a punto de explotar. De hecho, la olla ya tiene algunas fugas que puede convertir su secreto en algo incontrolable. A la ecuaci¨®n se suma ahora la presencia de armas biol¨®gicas, los celos y los remordimientos de conciencia tanto en Philip ¡ªsu pasado le persigue en sue?os¡ª como en Martha, esa amable e ingenua mujer que viv¨ªa con una venda en los ojos y que ahora, quitada la venda, sufre el dolor de las consecuencias de sus actos.
Qu¨¦ poco se oye hablar de The Americans para lo buena que es. Sin tener que recurrir a grandes alardes y sin hacer mucho ruido, logra crear una atm¨®sfera tan tensa (en esta cuarta temporada, desde el minuto uno se puede cortar la tensi¨®n) que da la sensaci¨®n de que en cualquier momento algo va a explotar. Esa particular recreaci¨®n de los a?os ochenta se sostiene gracias a las interpretaciones tanto de protagonistas como de secundarios. En The Americans se nota que hay un objetivo (aunque qui¨¦n sabe cu¨¢l es) que apunta en una l¨ªnea ascendente y que no relaja en ning¨²n momento, con gran cuidado a los detalles en esa actualizaci¨®n de una era cercana pero, a la vez, muy lejana. La banda sonora, la luz, los silencios...
Estos esp¨ªas son fr¨ªos, s¨ª, pero tienen debilidades. Muchas. Tienen familia y se preocupan por ella, a pesar de que pueda costarles una llamada de atenci¨®n de las alturas. En un momento del primer cap¨ªtulo de la cuarta temporada, mientras vigilan con su peluca y dem¨¢s complementos (el festival de disfraces de The Americans merecer¨ªa un an¨¢lisis aparte), Elizabeth y Philip comentan sobre los cambios en los h¨¢bitos de aseo de su hijo. Las cosas de las que hablar¨ªa una pareja normal tomando un caf¨¦ por la ma?ana. Pero ellos est¨¢n en misi¨®n secreta para el KGB. Es lo que tiene ser esp¨ªa.
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