La conversi¨®n de Luciano
La cartelera se llena en Semana Santa de pel¨ªculas que evocan la muerte de Jes¨²s. ?Se trata de proselitismo?
Nadie sabe c¨®mo Luciano acab¨® viendo aquella pel¨ªcula. Hay distintas versiones y sospecho que mientras se siga dando vueltas al asunto se a?adir¨¢n algunas m¨¢s, unas veros¨ªmiles y otras directamente inventadas. La m¨¢s cre¨ªble, la que para m¨ª tiene el sabor de lo verdadero, es esta: Luciano hab¨ªa conocido a aquella muchacha de trenzas y falda a cuadros a la salida del colegio y quiso impresionarla llev¨¢ndola a ver un filme intelectualoide. Con esto quer¨ªa sacudirse el prejuicio que acompa?a a un adolescente que se interesa m¨¢s por su moto que por las novedades de las librer¨ªas.
Si hubiera llevado a la chica a los billares los amigos del barrio le habr¨ªan saboteado la primera cita, as¨ª que la llev¨® a un cine que hab¨ªa abierto recientemente en un pol¨ªgono, al lado de un basurero. Lejos de la mirada de cualquier graciosillo. All¨ª Luciano se dej¨® llevar por el aspecto de los anuncios de la cartelera. Le conmovi¨® ver retratado en carne y hueso al hombre que hasta entonces solo hab¨ªa visto tallado en madera en representaciones sangrientas pero poco reales. Eligi¨® La Pasi¨®n de Cristo, de Mel Gibson. Luciano no volver¨ªa a ser el mismo por un tiempo.
Hasta ese momento su pel¨ªcula favorita era Yo, Halc¨®n, escrita y protagonizada por Sylvester Stallone. En ella un camionero ¡ªrelato de memoria¡ª machaca el brazo de sus contrincantes en un concurso de pulsos. Luciano pas¨® una ¨¦poca remang¨¢ndose para retar a cualquiera que se cruzara en su camino. Un chico que pesaba el doble que ¨¦l lo puso en su sitio, lo que le hizo sospechar que el gui¨®n de Stallone no era muy realista. Esa era su escasa relaci¨®n con el cine.
En cuanto a la religi¨®n, no hab¨ªa recibido mayores satisfacciones. A los 14 a?os, el cura que dirig¨ªa su colegio le hab¨ªa invitado a buscar otros horizontes, que era la forma diplom¨¢tica que ten¨ªan de echarte sin mayor esc¨¢ndalo. Un crimen sin sangre ni testigos. Que enrollara como una momia con papel higi¨¦nico a uno de su clase o que pintarrajeara con la palabra satan¨¢s los muros de la escuela no le hab¨ªa granjeado buena fama en el claustro. Tan poca vocaci¨®n le hab¨ªan visto que nunca lo invitaron a tocar la guitarra en ning¨²n retiro y cuando le daban el sobre de Ema¨²s sab¨ªan que lo devolver¨ªa vac¨ªo.
Tiene sentido comercial que la cartelera se llene de pel¨ªculas b¨ªblicas en Semana Santa pero es imposible no pensar que tambi¨¦n hay algo de proselitismo detr¨¢s
Algo vio, sin embargo, en la representaci¨®n gore de Mel Gibson que lo cambi¨®. Alg¨²n exagerado dice que estuvo a punto de abortar la cita y salir corriendo al seminario, con ese desenfreno que solo puede tener un converso. Lo cierto es que comenz¨® a ir a misa y a leer los evangelios con entusiasmo. Lo atrap¨® lo concreto del relato, no el misticismo. El l¨¢tigo golpeando en la piel era verdad, o al menos una verdad, y el diablo rondando solo una posibilidad remota, ficticia. Su cabeza hizo un c¨®ctel entre hechos y espiritualidad, se llen¨® de hechos y espiritualidad, excluyendo la ciencia ficci¨®n.
Me imagino la cara de los curas que hab¨ªan sido sus profesores vi¨¦ndole santiguarse. Lo disfruto. Al principio pensar¨ªan que se trataba de una broma, que en cualquier momento Luciano volver¨ªa a ser Luciano y subir¨ªa al p¨²lpito con los pantalones bajados. No lo hizo. Al rev¨¦s, se volvi¨® un dogm¨¢tico y durante unos meses habl¨® con tanta pasi¨®n de las escrituras como antes lo hab¨ªa hecho de los pulsos de los camioneros.
Record¨¦ a Luciano viendo esta semana La resurreci¨®n de Cristo, una pel¨ªcula b¨ªblica con tintes policiacos. El tribuno Clavius es el encargado de buscar como un detective el cuerpo de Jes¨²s, desaparecido del sepulcro en el que lo hab¨ªan amortajado. El romano indaga entre los seguidores de Cristo, una panda de fan¨¢ticos a los que es imposible sacar del discurso de la resurrecci¨®n como ¨²nica versi¨®n factible. Esta corte de llamados a entrar en los cielos antes que el resto est¨¢ compuesta de prostitutas, leprosos, desdentados, cojos, ciegos. De chicos en moto, los que se sientan en los pupitres de atr¨¢s, tratados por los curas como descerebrados pero que en realidad son los mejores soldados.
Tiene sentido comercial que la cartelera se llene de pel¨ªculas b¨ªblicas en Semana Santa pero es imposible no pensar que tambi¨¦n hay algo de proselitismo detr¨¢s. Si es as¨ª, el mensaje descarr¨ªa. En la Resurreci¨®n el tribuno ve a Jes¨²s volver de entre los muertos y es ah¨ª donde, a mi modo de ver, pierde el misterio. El relato hist¨®rico deviene en cuento de Asimov. El cambio es brusco. Se rompe el secreto. Si el pilar de la fe cristiana fuera lo tangible, tendr¨ªa menos seguidores que el Atlante. Luciano, creo yo, habr¨ªa fruncido el ce?o.
Babelia
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