Juan Mars¨¦: ¡°La Transici¨®n decret¨® la desmemoria¡±
El escritor condensa en su nueva obra las grandes claves de su mundo. Socarr¨®n y autocr¨ªtico, el escritor ajusta cuentas con pol¨ªticos, nacionalismos y el cine actual
En la mesa erizada por un centenar de artilugios para escribir de toda condici¨®n reposan unas galeradas de Esa puta tan distinguida (Lumen) con una veintena de marcas. ¡°Son cosas que quiero retocar para la segunda edici¨®n¡±, comenta Juan Mars¨¦ (Barcelona, 1933), heredero literario del car¨¢cter meticuloso que ya mostraba el quincea?ero que, en el taller de joyer¨ªa, soldaba Cristos en la cruz. La obsesi¨®n por la palabra precisa, la placentera (o no) tortura de la escritura, es una de las aguas subterr¨¢neas que recorren quiz¨¢ la obra que, junto a la pespunteada por demonios familiares Caligraf¨ªa de los sue?os (2011), m¨¢s trampantojos muestra del propio Mars¨¦.
El escritor
¡°No ha tenido mucho gusto en haberse conocido, habr¨ªa preferido pasar de largo de s¨ª mismo¡±, se dibuj¨® en 1987. Y desde ese brutal perfil que cerraba su Se?oras y se?ores, no hay en la trayectoria de Mars¨¦ otro autorretrato como el que abre Esa puta tan distinguida, donde un escritor recibe el encargo de un guion cinematogr¨¢fico sobre un antiguo crimen, lo que le lleva a entrevistar al asesino que, 30 a?os despu¨¦s, sabe que lo cometi¨® pero no recuerda el porqu¨¦. Con el formato preferido del Mars¨¦ ante los periodistas (responder por escrito), el narrador hace lo propio dejando jirones de piel verdadera de su creador. ¡°Hace tiempo que quer¨ªa hacer algo as¨ª; adem¨¢s me iba bien para fijar de qu¨¦ va la novela¡±, apunta Mars¨¦ tras la mesa.
¡°Nunca he dejado de pitorrearme de m¨ª mismo y de otros y de todo tipo de nacionalismo; no voy a dejar de hacerlo ahora¡±
Aflora as¨ª el francotirador que siempre ha sido: ¡°No milito bajo ninguna bandera (¡) cualquier forma de nacionalismo me repugna. La patria que me proponen los nacionalistas es una carro?a sentimental¡±, escribe. Quien ha declarado que se considera ¡°un autor catal¨¢n que escribe en lengua castellana¡± y al que no le importa la gloria (¡°me tiene sin cuidado entrar en la historia de la literatura¡±), se ratifica, por herencia paterna, anticlerical (se?ala hoy, con la cabeza, unas caricaturas suyas sobre curas que salpican los anaqueles del despacho). Deja constancia de que declin¨® ser miembro de la Real Academia de la Lengua (como rechazara un homenaje de la Generalitat por sus 80 a?os) y se muestra leal con los suyos: ante el maremoto que ha sufrido su agencia literaria, Carmen Balcells (¡°el personaje de ficci¨®n que m¨¢s admiro¡±, escribe), asegura que ya no la abandonar¨¢ porque ¡°a mi edad, vendr¨ªa a ser como cambiar de tumbona la ¨²ltima noche del Titanic¡±.
La memoria
¡°En los labios ni?os / las canciones llevan / confusa la historia / y clara la pena¡±. Con esos versos de Antonio Machado iba a encabezar Mars¨¦ Si te dicen que ca¨ª. En su autorretrato, habla de quien arrastra ¡°un rel¨¢mpago negro en el coraz¨®n y en la memoria¡±. Toda la obra de Mars¨¦ es memoria, lacerante y caprichosa: una puta distinguida. Es el trasfondo de esta novela y aqu¨ª tiene fecha: 1982. ¡°La Transici¨®n espa?ola se construy¨® sobre la base de la memoria pactada; el gran sacrificado en Espa?a es la memoria colectiva¡±, dice. ¡°La desmemoria fue decretada en este pa¨ªs oficialmente a partir de la Transici¨®n y despu¨¦s macerada y propiciada por determinadas pol¨ªticas culturales; nos robaron y adulteraron el pasado¡±.
En la novela, el asesino, Ricart, es sometido en 1949 a una psicoterapia de choque para borrarle la memoria en el centro psiqui¨¢trico de Ciempozuelos por un equipo dirigido por el doctor Tejero-C¨¢mara. Todo un trasunto de los experimentos reales que el jefe de los servicios psiqui¨¢tricos militares del franquismo, Antonio Vallejo-N¨¢jera, puso en pr¨¢ctica con prisioneros republicanos para demostrar la debilidad mental de los rojos. ¡°Podr¨ªa entenderse como una met¨¢fora del pa¨ªs que todav¨ªa no sabe c¨®mo salir del t¨²nel de la desmemoria. Pero hay que distinguir entre olvido y memoria¡±, argumenta Mars¨¦. ¡°El olvido es una estrategia del vivir: uno olvida ciertas cosas por voluntad propia aunque quiz¨¢ no lo reconozca, es el ¡®Vamos al olvidar eso¡¯. La desmemoria es otra cosa: puede estar, y as¨ª ha ocurrido aqu¨ª, manipulada por los poderes pol¨ªticos; la memoria del franquismo ha sido y sigue siendo manipulada, reordenada, recosida¡ Eso est¨¢ en esta obra, pero no le voy a decir al lector c¨®mo interpretar lo que hay. Siempre he querido ser alguien que s¨®lo quiere contar historias y que se las cuenten. En mi opini¨®n, los fulgores del intelecto no benefician en nada a la novela¡¡±.
Convencido de que el mundo de la posguerra espa?ola ¡°se ha prolongado tant¨ªsimo que, para m¨ª, contin¨²a siendo actual¡±, Mars¨¦ lleva toda una vida ech¨¢ndole un pulso a la memoria de la que, al menos desde El amante biling¨¹e (1990), ¡°duda de su funci¨®n cognoscitiva y esperanzadora¡±, como escribiera otro cultivador de ella, Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. ¡°El escritor es memoria o no es nada; el pasado no acaba de pasar nunca¡±, afirma hoy Mars¨¦.
La escritura
¡°S¨¦ muy bien la distancia que media entre el proyecto literario y el resultado¡±, fija el escritor, que admite que en esta novela no puede negar que ¡°hay mucho de autobiogr¨¢fico, sobre todo en relaci¨®n con la faena¡±. En voz del narrador, tras ver una vez m¨¢s ¡°oraciones simples convertidas en ceniza, era todo lo que ten¨ªa despu¨¦s de casi cinco horas de trabajo¡±, constata: ¡°Durante los ¨²ltimos a?os la conciencia del fracaso personal no ha hecho m¨¢s que consolidarse y a menudo siento como si arrastrara el pesado fardo de una impostura y una impericia que ya ser¨ªa hora de asumir p¨²blicamente de una vez¡±. Esa angustia Mars¨¦ la mal lleva, acentuada, desde 2005, cuando public¨® Canciones de amor en Lolita¡¯s Club: ¡°Me sorprende haber dado por buenos tantos pasajes que necesitan retoques, ?cu¨¢ndo aprender¨¦?¡±, escribi¨® entonces en unos diarios in¨¦ditos.
Pero todo viene a¨²n de m¨¢s atr¨¢s. ¡°Me preocupa la forma, me desvivo por resultar atrayente¡±, escribe en 1957 el aprendiz literario a su primera gran mentora, la escritora Paulina Crusat. ¡°Es una frase risible, de cuando yo a¨²n deb¨ªa querer ir a Hollywood, si no, no se explica¡±, ironiza hoy el escritor. ¡°La verdad es que tuvo una paciencia tremenda¡ Un poco ese papel lo hace ahora mi editora, Silvia Querini¡±. Lo de la paciencia es clave: ¡°Mis primeros borradores ¨Cadmite Mars¨¦- son impresentables, si salvo un par de l¨ªneas me doy por satisfecho: necesito encontrar la voz que me haga cre¨ªble lo que estoy contando¡±. Sigue escribiendo primero a mano y en una libreta, como cuando empez¨® a los 15 a?os garabateando los recuerdos de unos gitanos que vio un verano. ¡°La primera versi¨®n me gusta contarla artesanalmente, no tengo prisa alguna, la escritura manual me ayuda a ese ritmo¡±. ¡°Hasta que no tengo a veces esa peque?a cosa que rompa un cap¨ªtulo o hallo el nombre de un personaje, pueden pasar meses¡±, reconoce.
¡°La tecnolog¨ªa est¨¢ acabando con el cine que me gustaba: con ingenio y di¨¢logos brillantes. Se ha infantilizado¡±
Las palabras se le siguen mostrando, a los 56 a?os de su debut, ¡°marrulleras¡±, ¡°af¨¢sicas¡±, y siempre encuentra ¡°una frase que chirr¨ªa, que se puede desmontar para que funcione mejor¡ Cre¨ª que con el tiempo, el aprendizaje y el dominio del instrumental que te has ido creando me ayudar¨ªa, pero no, descubr¨ª hace ya mucho que cada vez que acabo un libro, el instrumental no me sirve para el pr¨®ximo¡±. Sus folios, impresos tras una primera versi¨®n por ordenador, est¨¢n masacrados con anotaciones a mano. Cuando hay ¡°un texto cuya redacci¨®n no me va a avergonzar¡±, empieza con el editor el trasiego de papeles, en los ¨²ltimos a?os en carpetas s¨®lo amarillas o verdes, colores de la esperanza. ¡°Con Carlos Barral no fue una relaci¨®n tan intensa de editor y escritor, era m¨¢s de amistad; con Gabriel Ferrater, imposible, porque era imposible pasar con ¨¦l m¨¢s de dos horas sin alcohol y entonces acababas charlando del Tour de Francia: era un forofo del ciclismo. S¨ª habl¨¢bamos m¨¢s de los libros con Jaime Gil de Biedma¡No s¨¦ si fue mi mejor lector¡±. No tiene uno de cabecera: ¡°Conf¨ªo en mi instinto¡±, zanja.
Quien dice que su patria est¨¢ ¡°en el lenguaje, no en la lengua¡±, admite, sin embargo, que ha tenido suerte con sus editores. ¡°Excepto con Jos¨¦ Manuel Lara Bosch, con el que no me entend¨ª ni cuando se hizo cargo de la revista Por Favor, me considero afortunado: he trabajado con Mario Lacruz, Esther Tusquets, Beatriz de Moura y Elena Ram¨ªrez, hasta llegar a Querini¡±. En Esa puta tan distinguida, am¨¦n de un festival de recursos estil¨ªsticos a expensas del guion cinematogr¨¢fico (abunda el flash-back, como en El fantasma del cine Roxy), Mars¨¦ ratifica el chispazo que le llev¨® a escribir y que ya evoc¨® en Caligraf¨ªa¡: tendr¨ªa 14 a?os y una chica un poco mayor, ante la puerta del Conservatorio Municipal de M¨²sica de Barcelona, le pidi¨® que entrara con ella y le dijera a su profesor solo ¡°He sido yo¡± y se fuera. La esper¨® en la calle como pactaron, pero no la vio m¨¢s. Con los d¨ªas, el ni?o perge?¨® una pasi¨®n secreta entre alumna y profesor. Formular la historia fue la ¨²nica manera de librarse de aquella obsesi¨®n. La semilla del Mars¨¦ narrador: ¡°Con algunas variantes, el peisodio es real. A los 14 a?os, quise ingresar en el Conservatorio y estudiar piano. No pudo ser¡±, recuerda ahora.
El asesinato, el barrio
El crimen de la meretriz en Esa puta¡trae a la memoria al fiel seguidor de Mars¨¦ el crimen real de la prostituta Carmen Broto, que conmocion¨® Barcelona en 1949 (mismo a?o que el crimen del libro) por su brutalidad y la rumorolog¨ªa que vinculaba a la mujer con el poder pol¨ªtico y eclesi¨¢stico y que el escritor utiliz¨® en Si te dicen que ca¨ª (1973). ¡°No tiene nada que ver; o quiz¨¢ s¨ª; es un reflejo de un hecho real; va con su resonancia en la Barcelona de aquellos a?os negros del franquismo, con el clima que quer¨ªa recrear¡±, concede el escritor. ¡°Ese asesinato me marc¨® la adolescencia: ten¨ªa 16 a?os, ocurri¨® cerca de casa y recuerdo el coche manchado de sangre¡ El periodista Josep Maria Huertas Claver¨ªa me proporcion¨® actas del juicio, impresionantes: recuerdo en una p¨¢gina que hab¨ªa, cosido, un trozo del pijama del asesino hallado en casa de la v¨ªctima¡¡±.
Hay m¨¢s personajes ya entrevistos: el ¡°falangista pirado¡± Ram¨®n Mir Altamirano asom¨® en Caligraf¨ªa de los sue?os, si bien ni el falangista ni la prostituta son los de Si te dicen que ca¨ª, ¡°aunque bien podr¨ªan serlo: todos los falangistas cabrones se parec¨ªan, y todas las desdichadas putas, tambi¨¦n¡±. ?Qu¨¦ busca con esos cruces? ¡°Nada especial, quiz¨¢ resonancias: siempre he cre¨ªdo que no hay buena literatura sin resonancias. Ocurre que aqu¨ª transito por caminos ya frecuentados¡ No s¨¦. Ser¨¢ que nunca termino de contar bien lo que quiero contar¡±.
No hubo nunca un crimen en la cabina de proyecci¨®n del Delicias como se ambienta en Esa puta¡, pero s¨ª existi¨® ese cine, tambi¨¦n evocado en Caligraf¨ªa¡, de los mejores del barrio de Gracia de Barcelona, ¨¢rea vital del ni?o Mars¨¦ y escenograf¨ªa b¨¢sica de su obra. En realidad, ¡°el barrio de mis libros¡± es un corta y pega de calles de hoy dos distritos, el de Gracia y el de Horta-Guinard¨®, recreadas mil veces en su cabeza, seguramente desde 1961, cuando las describ¨ªa en Par¨ªs, como texto de sus clases de castellano a la joven burguesa Teresa Casades¨²s, modelo para ?ltimas tardes con Teresa (1966).
¡°A menudo siento como si arrastrara el pesado fardo de una impostura y una impericia que ya ser¨ªa hora de asumir p¨²blicamente¡±
Muchos escenarios han desaparecido (como la calle cerca de la Avenida de Montserrat que daba a una antigua torrentera donde estaba la casa de Rabos de lagartija, 2000), otros han mudado (la cooperativa La Lleialtat, donde se baila en Caligraf¨ªa¡, es sede del Teatre Lliure) y otros siguen siendo bien reconocibles, como la carretera del Carmelo (y que transitaba raudo el Pijoaparte de ?ltimas tardes¡) o la plaza Rovira (donde tomaba el sol el capit¨¢n Blay de El embrujo de Shanghai, 1993).
El cine y los demonios
¡°La tecnolog¨ªa est¨¢ acabando con el cine que a m¨ª me gustaba, hecho a base de ingenio y di¨¢logos brillantes. Se ha infantilizado o algo as¨ª; la tecnolog¨ªa le ha traspasado la ¨¦pica de los tebeos; a m¨ª ha dejado de interesarme bastante y eso que fue muy importante, casi tanto como la literatura¡±, reconoce Mars¨¦. En Esa puta¡ hay mucho gui?o al cine: el narrador tiene una asistenta cin¨¦fila, inspirada en la actriz Thelma Ritter, que aparec¨ªa en Eva al desnudo y en La ventana indiscreta. Y cobra vida el mito er¨®tico de Gilda y las leyendas sobre su censura. Tambi¨¦n se da ¡°un t¨¢cito ajuste de cuentas con alg¨²n productor que me adapt¨® alg¨²n libro¡± (l¨¦ase Andr¨¦s Vicente G¨®mez y El embrujo de Shanghai), con la tragic¨®mica degradaci¨®n del proyecto cinematogr¨¢fico.
Hay otras ¡°co?as varias¡±, como las puyas contra la inflaci¨®n de novela negra en Espa?a (¡°se ha convertido en un refugio de escritores veleidosos reconvertidos, hay una glorificaci¨®n tremenda y, salvo unos nombres, casi todo es filfa¡±). Y un sonoro cachete a pol¨ªticos y personajes del entorno del independentismo catal¨¢n como Joan Tard¨¢, Gabriel Rufi¨¢n, Pilar Rahola o Patricia Gabancho, apenas disimulados como artistas en un cartel de variet¨¦s, recurso como no se ve¨ªa desde La muchacha de las bragas de oro (1978). ¡°Nunca he dejado de pitorrearme de m¨ª mismo y de otros y de todo tipo de nacionalismo; no voy a dejar de hacerlo ahora¡±. Y concluye: ¡°En esta novela, todo es real menos el autor¡±. O justo al rev¨¦s.
Tres nombres para Mars¨¦
Faneca.?Juan Mars¨¦ nace en Barcelona el 9 de enero de 1933 bajo el nombre de Joan Faneca Roca. Tras la muerte de su madre por complicaciones en el parto, es adoptado por Pep Mars¨¦ y Alberta Carb¨®.
Pijoaparte.?En 1966, este mes se cumplen 50 a?os, publica en Seix Barral su tercera novela, ?ltimas tardes con Teresa. El libro narra la relaci¨®n entre Teresa, Maruja y Manolo, alias Pijoaparte, convertido ya en uno de los grandes personajes de la literatura espa?ola del siglo XX.
Cervantes.?En 2008 gana el Premio Cervantes. "Olvidar el pasado no se aviene con la naturaleza y la funci¨®n de la escritura", dijo en su discurso.
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