Fuera del santoral
Una forma de comprobar lo insignificante que se ha vuelto la literatura es observar c¨®mo en las entrevistas les piden a los escritores cada vez m¨¢s opiniones de pol¨ªtica. Durante un tiempo, me quej¨¦ de esto en privado, y no por ello dej¨¦ de tener criterios pol¨ªticos, como siempre los he tenido, aunque sospecho que criterios a veces ingenuos. Donde, en cambio, no me veo tan incauto es cuando juzgo extra?o el espect¨¢culo de todos esos escritores, tan habituados a moverse en mundos ficticios, analizando el mundo real y arrojando opiniones apresuradas que luego tienen que rectificar. En los ¨²ltimos meses no paran de surgir escritores que rectifican, aunque se sienten igual de orgullosos; a fin de cuentas, ellos son unos benditos hombres de bien, "comprometidos".
Puedo bendecirles por su arrojo ¡ªsacan pecho y se saben en el santoral de los autores de buena conducta¡ª, pero no por mucho m¨¢s, porque act¨²an como si el estre?ido lenguaje pol¨ªtico les hiciera sentirse m¨¢s cerca del poder, o como si hubieran olvidado que a veces el silencio habla, y lo hace a fondo. O como si no supieran que el silencio es muy creativo, porque se propaga: nadie lo firma y todo el mundo se aprovecha. El silencio es adem¨¢s la expresi¨®n m¨¢s perfecta del menosprecio. Por eso, un cierto mutismo puede ser la m¨¢s id¨®nea respuesta a la falta de inter¨¦s por la literatura que demuestran los entrevistadores cuando preguntan a los escritores por cuestiones pol¨ªticas. ?C¨®mo no estar de acuerdo con Peter Stamm, que en un reciente discurso en Z¨²rich (Letras Libres, abril 2016, traducci¨®n de Jos¨¦ An¨ªbal Campos), apunt¨® algo que me son¨® familiar: que ese cada vez mayor inter¨¦s de los peri¨®dicos en las opiniones pol¨ªticas de los escritores es una tendencia que encubre un ambiente general de desd¨¦n hacia la literatura?
Puesto que esto me preocupa, he le¨ªdo ¨²ltimamente ensayos en torno a lo insignificante que se ha vuelto la escritura, y muchos concluyen pidiendo que cada escritor aguante el madero de su vela. Llevo a?os precisamente espiando c¨®mo lo aguantan: unos se convierten en tipos ¨¢speros y amargados y se marginan para pasarlo a¨²n peor de c¨®mo lo pasan; otros dedican la vida entera a hacerse fotograf¨ªas en las que posan como escritores; otros son disciplinados y fabrican libros solventes, pero, como algunos tienen incluso talento, no les lee nadie y, encima, tienen un salario anual infame. Gran parte de ellos piensan que fuera del santoral hace fr¨ªo y creen que han de tomar posiciones pol¨ªticas en las entrevistas, y son felices si consiguen alguna pol¨¦mica. Pero, como dice Stamm, no est¨¢ bien que acallemos el griter¨ªo de una opini¨®n empleando para ello m¨¢s griter¨ªo, porque la literatura es lo contrario de la pol¨¦mica: "La literatura libera el lenguaje, y la pol¨¦mica abusa de ¨¦l, lo da?a".
Se puede tambi¨¦n ser un "escritor sin prop¨®sito", como Robert Walser. O escribir para sobrevivir, para simplemente alzarse sobre la pesada vida terrestre. Y no hay pecado, no pasa nada, creo. ?O s¨ª que pasa? No quiero pol¨¦micas, yo escribo.
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