Zombi, ciudad de vacaciones

En 1933, Merian C. Cooper y Ernst B. Schoedsack imaginaron en King Kong la mezcla perfecta entre el cine de expediciones cient¨ªficas y el cine de terror. La egolatr¨ªa del hombre, el colonialismo y el imperialismo, expresados en la desigual lucha entre la vanidad del ser humano y la inocencia de una bestia. Una pel¨ªcula que, inspirada en el cl¨¢sico del cine mudo El mundo perdido, es posible que siga sirviendo para expresar subtextos semejantes si nos atenemos a la esencia y al desarrollo de Generaci¨®n Z, pel¨ªcula brit¨¢nica de saldo, que apunta asuntos interesantes sin luego ser capaz de articularlos con la menor capacidad visual o de an¨¢lisis pol¨ªticosocial.

Como en los t¨ªtulos rese?ados y, naturalmente, como en Parque Jur¨¢sico y sus secuelas (y nuevas versiones), aunque acudiendo una vez m¨¢s a la moda de los muertos vivientes (despu¨¦s de ver a los personajes de Jane Austen cazando zombis ya nada sorprende), Generaci¨®n Z reincide en la materia. Diez a?os despu¨¦s la pandemia m¨¢s mortal de la historia, los zombis supervivientes, como el gran gorila y los dinosaurios, habitan una rec¨®ndita isla de la que no pueden escapar, pero a la que, como una atracci¨®n para gente rica, se puede acudir para desplegar la furia cobarde y la absurda diversi¨®n disparando entre ceja y ceja a un muerto tambaleante. Como un moderno y hortera resort (se llama Rezort), como una ciudad de vacaciones.

Las recientes pol¨¦micas con los safaris de ?frica y las fotos en pose con las bestias est¨¢n para aprovecharlas, y por ah¨ª reflotan tambi¨¦n im¨¢genes que pueden hacer pensar en paralelismos con el cruce de fronteras, las alambradas y los refugiados. Sin embargo, a Steve Barker y a su guionista, Paul Gerstenberger, les interesa poco ahondar en la met¨¢fora. Solo quieren acci¨®n y sangre fresca. Componer una pel¨ªcula zombi para una platea zombi.