Cuando los militares inauguraban las exposiciones
El Reina Sof¨ªa ofrece un ambicioso repaso hist¨®rico al arte espa?ol de la posguerra
Se tiende a creer que durante la inmediata posguerra el arte no existi¨® dentro de las fronteras de un pa¨ªs devastado por la contienda. No fue as¨ª. Muchos creadores tuvieron que marchar para nunca m¨¢s volver o hacerlo ya muerto Franco. Pero algunos se quedaron y un amplio grupo retorn¨® con la esperanza de que el final de la dictadura fuera inminente. Se encontraron con cuatro d¨¦cadas de autarqu¨ªa. Poco se ha estudiado y difundido lo ocurrido en ese tiempo. El Reina Sof¨ªa ha querido cubrir esa laguna con Campo Cerrado. Arte y poder en la posguerra espa?ola. 1939-1953, una monumental exposici¨®n hist¨®rica en la que a trav¨¦s de un millar de obras se ilustra la etapa m¨¢s compleja y laber¨ªntica de Espa?a, desde el final de la guerra hasta el momento de la firma del pacto entre Espa?a y Estados Unidos y el Concordato con la Santa Sede. Pinturas, dibujos, revistas, documentos y v¨ªdeos resucitan 15 a?os en los que el arte y la pol¨ªtica iban de la mano hasta el punto de que eran los militares quienes presid¨ªan la inauguraci¨®n de las exposiciones y hac¨ªan el recorrido por las salas como el que pasa revista a las tropas acuarteladas.
La muestra, que se podr¨¢ ver hasta el 26 de septiembre, invoca el esp¨ªritu cr¨ªtico de Max Aub en la novela Campo Cerrado (M¨¦xico, 1943). Comisariada por Mar¨ªa Dolores Jim¨¦nez-Blanco, es el resultado de tres a?os de trabajo de investigaci¨®n realizado por todos los departamentos del museo. La experta ha querido narrar un tiempo marcado por el miedo y el silencio, pero que ni las dificultades ideol¨®gicas o materiales convirtieron en un desierto. ¡°Tampoco consiguieron aislarlo ni del exterior ni del pasado. Probablemente, el principal hallazgo de esta exposici¨®n es la variedad y la trascendencia de lo ocurrido en un per¨ªodo tradicionalmente considerado como un p¨¢ramo¡±. Y para demostrar esa variedad, la comisar¨ªa exhibe cifras apabullantes, adem¨¢s del material visual in¨¦dito:100 colecciones y archivos, tanto p¨²blicos como privados. Cerca de 1.000 piezas (unas 100 pinturas, 20 esculturas, 200 fotograf¨ªas, 200 dibujos, bocetos teatrales, 26 filmaciones, 11 maquetas, 200 revistas y diversos materiales documentales de archivo), de m¨¢s de 200 autores.
Manuel Borja-Villel, director del museo, explica que la exposici¨®n, extendida por toda la tercera planta del edificio Sabatini, est¨¢ organizada sobre grandes l¨ªneas de fuerza (la reconstrucci¨®n, el campo, el Surrealismo, el exilio, la importancia de lo popular o la tensi¨®n entre vanguardia y tradici¨®n) junto a microespacios donde se pone en valor el papel de personalidades como Eugenio D¡¯Ors , Cirlot, Santos Torroella o Jos¨¦ Antonio Corderch. Adem¨¢s, se descubre la obra de mujeres artistas como Julia Minguill¨®n, la importancia del Postismo o se recrea el Pabell¨®n espa?ol en la Trienal de Mil¨¢n de 1951, el primer ¨¦xito del r¨¦gimen en foros internacionales.
La exposici¨®n arranca con una serie de retratos de gran tama?o entre los que destaca el que Pancho Coss¨ªo dedic¨® a Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera. Junto a la arrogancia de la imagen cuelga una serie de fotograf¨ªas de Robert Capa en las que se ve a numerosos grupos de personas intentando cruzar la frontera y la dureza de los campos de refugiados en Francia. A partir de ah¨ª, empieza un detallado y enriquecedor viaje que concluye en la Trienal de Mil¨¢n, un evento que Manuel Borja-Villel pone como ejemplo de entendimiento de artistas que part¨ªan de posiciones enfrentadas, como fue el caso del arquitecto del pabell¨®n, Jos¨¦ Antonio Corderch, hombre ligado al r¨¦gimen, y Santos Torroella, condenado por el franquismo y responsable del contenido art¨ªstico de una representaci¨®n espa?ola en la que se mezclaban artistas franquistas. Hay obras de ?ngel Ferrant, Eudald Serra o Jorge Oteiza, de los ceramistas Josep Llorens Artigas o Antoni Cumella, cuadros de Mir¨® o el libro Homenaje a Garc¨ªa Lorca con aguafuertes realizados por de Josep Guinovart. ¡°Dentro de aquella tensi¨®n¡±, explica el director del museo, ¡°los artistas encontraron resquicios por los que trabajar en favor del arte¡±.
Al visitante le puede chocar en el recorrido ver obra de autores que con el paso del tiempo se mostraron contrarios al r¨¦gimen. Un caso ser¨ªa el de Joan Mir¨® y otro el de Antoni T¨¤pies, por poner dos ejemplos de artistas que prefirieron centrarse en sus proyectos. Respecto a Mir¨®, Borja-Villel se?ala que ya entonces era un artista respetado internacionalmente y que se limitaba a trabajar encerrado y solo en su piso de Barcelona. El T¨¤pies de aquellos a?os todav¨ªa estaba en fase de experimentaci¨®n. Aqu¨ª se muestran dos peculiares obras: en una se puede ver a un grupo de personajes sobre fondo oscuro que parecen estar conspirando. En otra pintura se reproduce el interior de una checa, un zulo con el interior a todo color sin resquicios planos en los que el encerrado pudiera apoyarse a descansar.
La exposici¨®n est¨¢ llena de sorpresas, como el desconocido ¨®leo que Salvador Dal¨ª dedica al embajador C¨¢rdenas, el mu?idor de los acuerdos entre Espa?a y Estados Unidos. Lo descubri¨® el director del museo en el domicilio de un coleccionista franc¨¦s que lo ha prestado para la exposici¨®n. Aunque la mayor sorpresa es comprobar que dentro de la utilizaci¨®n sin piedad del arte, hay obra de artistas descalificados por sus ideas que ahora pueden ser contemplados con ojos ajenos a todo prejuicio ideol¨®gico.
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