Morir a los 39
Conmueve la lectura del c¨®mic 'Piscina Molitor/La vida swing de Boris Vian'
Conmueve la lectura de Piscina Molitor/La vida swing de Boris Vian, el c¨®mic editado por Impedimenta. Esta biograf¨ªa, con guion de Herv¨¦ Bourhis y dibujos de Christian Cailleaux, realmente duele: rompe nuestra confortable imagen de Vian como triunfador mundano, seductor refinado, amante de los coches vintage, iconoclasta con permiso para incordiar. Produce v¨¦rtigo el listado de los oficios que desempe?¨®: ingeniero, m¨²sico de jazz, traductor, cantautor, disquero, actor, escritor. Pol¨ªgrafo incontinente, sus Oeuvres compl¨¨tes ocupan 15 tomos e incluyen novelas, relatos, poemas, guiones, ensayos, cr¨ªticas y ¡ªen el ¨²ltimo volumen¡ª cr¨®nicas para la radio.
Sin embargo, Piscina Molitor recuerda que su trayectoria tambi¨¦n contiene mucha tragedia. Tras una infancia burguesa, su padre se arruin¨® (y fue asesinado en 1944, cuando las calles francesas se llenaron de resistentes de ¨²ltima hora y gatillo f¨¢cil). Por Escupir¨¦ sobre vuestras tumbas fue condenado (¡°ultraje a la moral¡±) a pagar 100.000 francos. Ninguna broma: conoci¨® a?os de estrecheces y, seg¨²n el c¨®mic, era acosado por la calle.
Los autores del ¨¢lbum se?alan que no fue un padre devoto o un marido tolerante. Su cardiopat¨ªa cong¨¦nita le carg¨® de un fatalismo que le alejaba de las poses de ese existencialismo que, equivocadamente, le contaba entre sus filas (por cierto, Gallo Nero ha rescatado su famoso Manual de Saint Germain-des-Pr¨¦s).
Pero siempre quedaba el jazz (¡°sin jazz, la vida ser¨ªa un error¡±). Se implic¨® en la batalla que enfrentaba a los modernos del bebop con los tradicionalistas (encarnados en Hughes Pannassi¨¦, al que atizaba de forma cruel). Ten¨ªa puntos ciegos ¡ªdespreciaba a los jazzmen blancos¡ª pero, seg¨²n la leyenda, se gan¨® un puesto en el para¨ªso al presentar a Miles Davis al cineasta Louis Malle, que acababa de rodar Ascensor para el cadalso y todav¨ªa no ten¨ªa m¨²sica.
A trav¨¦s del jazz, entr¨® en la industria musical. Redactaba textos de contraportada para discos hasta que, gracias a su soltura con el lenguaje y su rapidez, se encontr¨® firmando adaptaciones de ¨¦xitos estadounidenses y, lo m¨¢s importante, letras descacharrantes a las que pusieron m¨²sica Jimmy Walter o Alain Goraguer. Se apunt¨® a modas ascendentes, como el rock and roll. Vaya paradoja: aunque despreciaba esa m¨²sica, ha pasado a la historia como coautor de los primeros rocanroles en franc¨¦s, algunos confeccionados con su amigo Henri Salvador.
Salir a cantar era inevitable. Pinch¨®: en el escenario, transmit¨ªa gelidez emocional. Funcionaba mejor en el estudio, donde grab¨® Chansons possibles y Chansons impossibles, discos que tardaron en ser reconocidos: inicialmente, solo se prensaron 500 copias. All¨ª brillaba Le deserteur, proclama de insumisi¨®n que toc¨® nervio en un pa¨ªs que guerreaba en Indochina y Argelia. Y eso que no se difundi¨® la letra original, donde avisaba que ¡ªa pesar de su pacifismo¡ª disparar¨ªa contra los gendarmes que intentaran arrestarle. Atenci¨®n: ese cancionero impact¨® en Lucien Ginsburg, el futuro Serge Gainsbourg, que en 1979 indignar¨ªa igualmente a la Francia reaccionaria con su Marsellesa.
Ah, s¨ª: la Piscina Molitor del t¨ªtulo es ¡ªtodav¨ªa funciona¡ª un establecimiento parisino al que acud¨ªa a nadar Vian, para fortalecer su deteriorado coraz¨®n. No fue suficiente. La parca le fulminar¨ªa durante una proyecci¨®n matutina de Escupir¨¦ sobre vuestras tumbas, una adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica que sab¨ªa que le resultar¨ªa odiosa. Ten¨ªa 39 a?os pero, a la vista de sus logros, uno jurar¨ªa que hab¨ªa vivido tantas vidas como su gato Wolfgang.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.