Cuando el deporte era una moral
Fue el mejor base de Europa y una estrella del baloncesto espa?ol
Una persona se define por lo que hace, no por lo que dice. Est¨¢ escrito en el Libro Sagrado: por sus frutos los conocer¨¦is, una regla que puede aplicarse al conocimiento de Juan Antonio Corbal¨¢n por la forma c¨®mo en sus tiempos de gloria jugaba al baloncesto y por el trabajo y la disposici¨®n de servicio que usa ahora ejerciendo el liderato fuera de la cancha.
En las universidades anglosajonas el deporte es una asignatura capital. De hecho, cualquier chaval que demuestre vocaci¨®n y aptitudes deportivas sobresalientes tiene becas aseguradas siempre que su actitud positiva en el equipo sirva de modelo a los dem¨¢s alumnos en la vida acad¨¦mica. En la cancha se desarrollan las virtudes mayores de la conducta humana: el juego limpio, el esfuerzo conjunto, la actitud serena ante la victoria o la derrota, la superaci¨®n del fracaso, la entrega, la generosidad, el compa?erismo. Tambi¨¦n se halla impl¨ªcita la parte negativa del esp¨ªritu: la desconfianza, la cobard¨ªa, la hipocres¨ªa de disimular la agresi¨®n levantando los brazos como diciendo ¡°yo no he hecho nada¡± mientras el adversario se retuerce en el suelo.
Corbal¨¢n vino al mundo en una barriada del sur de Madrid, entre Carabanchel y Usera, en 1954, hijo de un piloto republicano, que lejos de imbuirle la conciencia de la derrota sufrida en la Guerra Civil le prepar¨® para que fuera orgulloso y constante como ¨¦l en el combate de la vida. Corbal¨¢n se form¨® en el colegio San Viator, cuyo edificio conserva a¨²n la forma de dos alas de avi¨®n, ¡°para llevar las almas a Dios¡±, seg¨²n dec¨ªan los religiosos que lo regentaban. Eran tiempos dif¨ªciles en un barrio duro. A muchos de aquellos chavales la cancha del baloncesto les salv¨® de enrolarse en las pandillas golfas de los billares y del descampado, del tedio de las tardes desoladas de domingo con las manos en los bolsillos, que puede desembocar en la delincuencia. Corbal¨¢n recuerda con mucho afecto a aquellos profesores que le llevaron por el buen camino. Tampoco se necesitaba ser un adivino para descubrir que aquel chico era un superdotado para el deporte, del basket en este caso.
La rutina de cada d¨ªa consist¨ªa en la ida y venida de casa al colegio, el baloncesto de seis a ocho de la tarde, el cine de los domingos, las primeras novias. En los a?os sesenta del siglo pasado a¨²n quedaban muchos restos de miseria en Espa?a pero hab¨ªa comenzado a desaparecer el color panza de burro que lo envolv¨ªa todo. Aunque la libertad a¨²n quedaba lejos, el horizonte comenzaba a abrirse con los primeros triunfos deportivos. Corbal¨¢n se dio cuenta enseguida de que el baloncesto era un deporte para altos pero en la cancha del colegio jugaban mejor los peque?os y que la voluntad puede a?adir ese palmo de altura que te falta.
Muy temprano empezaron sus triunfos. Primeros campeonatos entre colegios en algunas ciudades de Espa?a que le permitieron salir de aquellas cuatro calles alrededor del colegio en que se mov¨ªa su vida hasta que lleg¨® el ojeador, un ¨¢ngel que siempre se cruza en el camino, quien le propuso pasar al equipo de juveniles del Real Madrid. Tuvo que cambiarse al colegio Claret en Torres Blancas al norte de la ciudad. Antes lo ten¨ªa todo a cinco minutos de su casa. Ahora empezaba la gran aventura. Pasar de la realidad al sue?o.
Juan Antonio Corbal¨¢n fue en su tiempo una estrella del baloncesto espa?ol, medalla de plata en los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles y declarado el mejor jugador base de Europa. En efecto, desde ese puesto creaba y orientaba la estrategia, cohesionaba el equipo, elevaba la moral ante los errores, aplacaba la euforia gratuita ante la victoria. Nunca ve¨ªa enemigos en el equipo contrario, sino adversarios que estaban enfrente para que uno pudiera superarse a s¨ª mismo al vencerlos.
Quien conozca de cerca a Corbal¨¢n sabe que sigue siendo un base fuera de la cancha en cualquier orden de la vida. Quien recuerde haberle visto jugar sabe que la personalidad de este deportista iba mucho m¨¢s all¨¢ de la grada. Hab¨ªa un aura en su figura que lo hac¨ªa distinto de los dem¨¢s. Todo esto suced¨ªa en aquellos tiempos en que el deporte estaba a punto de dejar de ser una moral para convertirse en un espect¨¢culo.
La biograf¨ªa de este personaje es un ejercicio de aprendizaje de la forma de asumir un liderazgo en la cancha y de aceptar la vida m¨¢s all¨¢ de los v¨ªtores y aplausos, los abrazos y los aut¨®grafos. Corbal¨¢n tuvo la tenacidad de estudiar medicina en los apuntes iluminados con una linterna durante las idas y venidas con el equipo en el autob¨²s del Real Madrid por todas las ciudades de Espa?a y Europa hasta convertirse en un cardi¨®logo de prestigio.
La cuesti¨®n es asumir la vida como una conquista diaria sin que te ofusque la gloria del pasado ni te haga olvidar el futuro. Saber defender, saber encestar sin canasta, esta es la lecci¨®n. Hoy cuando el deporte de ¨¦lite est¨¢ gobernado por el dinero y cada palco de estadio parece una cueva de forajidos, cuando el destino del atleta consiste en llevar una marca de zapatillas a la meta, cuando la sed del vencedor solo se aplaca con el anuncio de un refresco, es admirable entrar en un bar en compa?¨ªa de Corbal¨¢n y comprobar c¨®mo brindan todav¨ªa por ¨¦l los viejos admiradores al pie de la barra.
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