Ni Dios aprueba
Lo que resulta evidente, dada la naturaleza humana y no divina de las encuestas y su ausencia de infalibilidad, es que frecuentemente sus pron¨®sticos se meten un hosti¨®n
Ignoro el funcionamiento de las encuestas pol¨ªticas, su grado de credibilidad, los intereses transparentes o subterr¨¢neos de las instituciones, los particulares y los medios de comunicaci¨®n que las encargan y las financian. Tampoco la influencia presunta o real que tienen en toda la gente que ejerce su deber y su derecho c¨ªvico de votar (hacerlo en blanco como acto de negaci¨®n, tambi¨¦n supone un esforzado deber) a aquellos partidos o personas con los que se identifican, o le parecen lo menos malo, o est¨¢n seguros de que si triunfan esto servir¨¢ para que su vida y la de los suyos mejore o que, como m¨ªnimo, no empeore. Y los que ya no tienen nada que perder, si es que alguna vez tuvieron algo, hacen algo tan l¨®gico como quedarse calentitos en la cama, o salen a tomar el sol y el aire sin fijar ni un segundo la vista en ning¨²n cartel electoral, aunque todos les prometan el para¨ªso.
Lo que resulta evidente, dada la naturaleza humana y no divina de las encuestas y consecuentemente su ausencia de infalibilidad, es que frecuentemente sus pron¨®sticos se meten un hosti¨®n. Con excesiva frecuencia, pero los ciudadanos, que son muy buenos, perdonan sus errores.
Pero sus resultados pueden causar a veces, adem¨¢s de estupor, risa o carcajada. Por ejemplo, leo que en la valoraci¨®n de l¨ªderes de los partidos, el personal que depositar¨¢ su confianza en ellos, los suspende a todos. Ni un m¨ªsero aprobado recibe ninguno de los que aspiran a lograr el bien com¨²n. Alberto Garz¨®n, el mejor valorado, recibe un 4,69, y al peor, que es el sublime estadista Mariano Rajoy, le juzgan con un humillante 2,89. Que alguien me desentra?e el enigma, que soy muy corto. Sigamos con la ceremonia del absurdo. Al partido del tal Garz¨®n le vot¨® un mill¨®n de personas y solo consigui¨® 2 esca?os. Y al de Rajoy, siete millones y pill¨® 123 esca?os. Que ley electoral tan rara.
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