Toreros j¨®venes, viejas decepciones

?lvaro Lorenzo, tres a?os como novillero con caballos, y Gin¨¦s Mar¨ªn y Varea, dos a?os en el escalaf¨®n, toman la alternativa la semana pr¨®xima en la ciudad francesa de Nimes, y, horas antes, han hecho un hueco y se han presentado en Las Ventas para que no se diga¡­ Los tres componen la crema de la noviller¨ªa andante y en ellos est¨¢n depositadas las esperanzas para el futuro. Pues se pod¨ªan haber ahorrado la visita porque no han conseguido m¨¢s que agravar la preocupaci¨®n que ya exist¨ªa sobre el porvenir de esta fiesta.

Para empezar, no se anunciaron con una ganader¨ªa exigente con la que pudieran demostrar ante la c¨¢tedra madrile?a las muchas cualidades que, sin duda, atesoran; no. Se enfrentaron a una de las m¨¢s c¨®modas del mercado nacional, que les viene como anillo al dedo a novilleros poco entusiastas del riesgo y de las gestas.

La verdad es que estos tres j¨®venes no han llegado hasta aqu¨ª solo por recomendaci¨®n. No. Los tres tienen mimbres para ser toreros, mejores o peores, pero para ser toreros. El problema es que, como aparentan tener futuro, ¡ªsin¨®nimo de beneficio econ¨®mico¡ª, los apoderan casas importantes, y estas tienen especial cuidado en que los muchachos no se lastimen. As¨ª, han llegado a Madrid entre algodones, y han lidiado los novillos m¨¢s bonitos del campo bravo. Y Madrid no iba a ser una excepci¨®n; por ello, El Parralejo ven¨ªa que ni pintada para ocasi¨®n tan especial.

El problema ha sido que los novillos no han respondido como se esperaba de ellos ¡ªlos apoderados mandan mucho, pero hasta ahora no han conseguido colocar un chip de nobleza y bondad¡ª, y los j¨®venes toreros han pasado por Madrid sin pena ni gloria.

Porque esa es otra: ninguno de los tres ha demostrado talla de h¨¦roe, ninguno se ha presentado con madera de l¨ªder. Los tres han dicho que tienen maneras, m¨¢s preocupados por las formas que del fondo, que saben ponerse bonitos, que son fr¨¢giles y toreros de espejo; en ocasiones, parec¨ªan bailarines m¨¢s que toreros. Es lo que les han ense?ado.

Tampoco les han ense?ado a torear como mandan los c¨¢nones, y los tres dieron buena muestra de los defectos de la modernidad, del muletazo fuera cacho, al hilo del pit¨®n, despegado y sin templanza.

?lvaro Lorenzo, por ejemplo, maneja el capote con soltura y gracia, se le ve con oficio y suficiencia, y baja mucho con la muleta en las manos. Su primero fue un inv¨¢lido, soso y parado, que no le permiti¨® m¨¢s que expresar posturas de sal¨®n. En el cuarto, manso y noble, se empe?¨® en ligar los muletazos, pero no repar¨® en que todos surg¨ªan muy despegados, consecuencia de su deficiente colocaci¨®n y trazo. Tras una voltereta dio una vuelta al ruedo animado por sus partidarios y reprendido por los m¨¢s exigentes.

En Mar¨ªn se atisba calidad, pero no fue su tarde; animoso con el capote, no pudo lucirse, y solo detalles dej¨® con la muleta; en su primero aburri¨® (al novillo le costaba embestir y ¨¦l se empe?¨® en no cruzarse), y en el quinto, dificultoso, no encontr¨® el camino del triunfo. En fin¡­

Apasionadas resultaron las ver¨®nicas con las que Vareas recibi¨® a su primero, pero el sobrero result¨® un tullido insoportable que se puso perdido de arena despu¨¦s de tantos desplomes. Se le vio m¨¢s entonado ante el soso que cerr¨® el festejo, aunque su labor no levant¨® el vuelo y todo decay¨® a¨²n m¨¢s al errar con los aceros.

En una palabra, toreros j¨®venes llamados para la gloria que han dejado una estela de preocupante decepci¨®n. Mucho deber¨¢n demostrar Lorenzo, Mar¨ªn y Varea si quieren erigirse en los l¨ªderes del toreo que viene.

Javier Ambel, con el capote, e Iv¨¢n Garc¨ªa, en un par de banderillas, s¨ª calentaron los enfriados ¨¢nimos.