Esther Cidoncha, todo el jazz en un clic
Fot¨®grafa de jazz, nacida en Argelia, falleci¨® el pasado viernes en Valencia sin haber cumplido los 60
La ¨²ltima vez que habl¨¦ con ella, hace nada, estuvo cont¨¢ndome sus planes para sacar otro libro, con ese entusiasmo tan suyo de quien acaba de descubrir la curaci¨®n para todos los males del mundo. "La impaciencia me est¨¢ matando", confesaba. Esther Cidoncha, fot¨®grafa de jazz, nacida en Or¨¢n, Argelia, que falleci¨® el pasado viernes en Valencia sin haber cumplido los 60. "Ha sido una enfermedad r¨¢pida y despiadada", escribe en Facebook Jes¨²s, su compa?ero de los ¨²ltimos y m¨¢s felices a?os. ¡°Siento rabia e impotencia¡±.
La pasi¨®n de Esther por el jazz ven¨ªa de la admiraci¨®n sin l¨ªmites que profesaba por el m¨²sico de este g¨¦nero como especie en extinci¨®n.¡±Yo hago fotograf¨ªas de jazz porque admiro al m¨²sico de jazz y quiero hacer la foto que ¨¦l se merece¡±, explicaba. Durante un a?o, Cidoncha fue miembro de la compa?¨ªa Mudances, de ?ngels Margarit, dedicada a la danza contempor¨¢nea. ¡°Me compr¨¦ una camarita y aprovechaba las giras para hacer fotos durante los descansos, y en los lavabos y los camerinos... me gustaba la est¨¦tica de una persona cambi¨¢ndose de ropa, las ventanitas de los hoteles baratos...¡±.
Esther vivi¨® con intensidad la Valencia jazz¨ªstica de los noventa, cuando la ciudad del Turia era el no va m¨¢s en la materia. ¡°Yo era una chica muy jovencita y les hac¨ªa gracia a los m¨²sicos, me dejaban ir a los camerinos con ellos, me hac¨ªan gui?os, incluso coqueteaban conmigo...¡±, tiempos de gloria para el g¨¦nero que Esther vivi¨® con su acostumbrada pasi¨®n incontenible. ¡°En los noventa todav¨ªa viv¨ªan los grandes como Harry Edison, Benny Carter o Hank Jones, aut¨¦nticos caballeros, tan cercanos y elegantes dentro como fuera del escenario; y eso es algo que se ha perdido¡±.
De Valencia a Madrid, y al colegio mayor San Juan Evangelista, donde Esther vivir¨ªa sus ¡°a?os m¨¢s felices¡±. ¡°El Johnny era el motivo que me justificaba vivir en Madrid¡±, sentenciaba. Por entonces, creo, empez¨® a exponer y a publicar en la revista Cuadernos de Jazz.
En noviembre de 2014, sent¨¦ a Esther delante de una grabadora para hablar de su When lights are low. Retratos de jazz, un recorrido de 225 p¨¢ginas por los escenarios del jazz en primoroso blanco y negro, con textos de Wadada Leo Smith y Antonio Mu?oz Molina, entre otros, de cuya conversaci¨®n proceden los entrecomillados. Esther omnipresente bajo/en/sobre el escenario, retorci¨¦ndose por entre las mesas en el madrile?o Caf¨¦ Central o acompa?ada por el pianista George Cables en el backstage del Festival de Newport; sus mensajes euf¨®ricos despu¨¦s de haber descubierto el ¨²ltimo garito en Londres o ?msterdam. ¡°?Tienes que venir, Chema!¡±. Su cerebro era un hervidero de ideas y proyectos en contante ebullici¨®n. ¡°Estoy en planes de hacer un segundo libro¡±, andaba contando antes de que la enfermedad la apartara de la vida p¨²blica, lo que ven¨ªa a ser una especie de segunda parte de When lights are low. Apasionada por el jazz, por la vida. ¡°La vida no es nada sin pasi¨®n¡±, dec¨ªa, ¡°y no hay mayor pasi¨®n en la vida que el jazz¡±.
Bailarina, profesora de pilates, fot¨®grafa ¡°de o¨ªdo¡± (presum¨ªa de no haber recibido nunca una clase de fotograf¨ªa), Esther se deslizaba como pez en el agua por los territorios de la penumbra en los que se mueve el m¨²sico de jazz, donde nada es obvio y todo es posible. Su c¨¢mara supo captar la magia del instante ¨²nico e irrepetible en que el jazz se hace carne sonora antes de desaparecer en el ¨¦ter. Otros, que no poseemos su don, nos limitamos a disfrutar con sus fotograf¨ªas ¨²nicas e irrepetibles. Como el jazz.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.