'Deja la sangre correr': Desternillante hemorragia
Llevo meses amagando con escribir este post. Desde entonces, varias palabras vienen rond¨¢ndome para definir la serie de la que voy a hablar. Una es inglesa, freak, y ni siquiera se conoc¨ªa/utilizaba cuando la serie se emiti¨® en Espa?a; la otra es espa?ola, cl¨¢sica, literaria: esperpento. En un hipot¨¦tico diccionario multimedia, la definici¨®n de esperpento deber¨ªa ir acompa?ada de un v¨ªdeo de Deja la sangre correr. Hay otras palabras aplicables a este serial: disparate, patochada y genial. As¨ª comenzaba.
Es esta una serie australiana titulada originalmente Let the blood run free y estrenada en Australia en agosto de 1990. Consta de dos temporadas con un total de 26 cap¨ªtulos, no s¨¦ si hubo en alg¨²n momento intenci¨®n de rodar m¨¢s. Su origen est¨¢ en la escena teatral de Melbourne, en un espect¨¢culo de improvisaci¨®n en el que el p¨²blico ten¨ªa la ¨²ltima palabra: al final, votaba entre dos posibilidades de continuar la trama. El equipo, autodenominado The blood group (El grupo sangriento), fue puliendo el espect¨¢culo, logrando que subiera en el escalaf¨®n teatral hasta recibir varios premios. Finalmente dio el salto a la televisi¨®n con el mismo equipo original y se mantuvo la idea de que la audiencia votase por tel¨¦fono al final de cada cap¨ªtulo entre dos opciones argumentales. Todo esto lo he sabido ahora al documentarme para la entrada, pero, de no ser por mis hermanos, que la ve¨ªan conmigo en Canal + a principios de los 90, habr¨ªa llegado a pensar que era fruto de mi imaginaci¨®n enferma, porque durante a?os no encontr¨¦ a nadie que hubiese siquiera o¨ªdo hablar de ella. Ahora con Internet, parece que hay mucho friki suelto por ah¨ª que se refocila de haber seguido este desmadre australianoe incluso se puede recuperar para refocile ¨ªntimo y culpable.
Adem¨¢s de en Australia, se emiti¨® en Reino Unido entre 1992 y 1995 y en Espa?a la emiti¨® Canal + a principios de los 90, no sabr¨ªa decir cu¨¢ndo exactamente, all¨¢ por el 91-92. Hasta aqu¨ª, todo normal. Pero solo hasta aqu¨ª: Tras estos higi¨¦nicos datos se esconde una de las producciones televisivas m¨¢s inclasificables y divertidas -a mi juicio- de la historia de la televisi¨®n. Con la intenci¨®n de parodiar los culebrones y series sobre hospitales y con la producci¨®n cutre de un sketch de Martes y Trece ¨C o sea, un decorado de cart¨®n piedra, malos disfraces y peor maquillaje- y con el humor absurdo de Monty Python, por el hospital Saint Christopher de Deja la sangre correr pululaba un elenco ¨Cm¨¢s bien una caterva- de personajes absolutamente delirantes. Basta echar un vistazo a la lista de nombres, convenientemente traducidos al castellano respetando en la medida de lo posible la singularidad o el juego de palabras de cada uno: la enfermera Pam Bocata (Pam Sandwich), el doctor Ray Bueno (Dr. Ray Good), la matrona Dorothy, la zorra compinchada (matron Dorothy Conniving-Bitch), el celador Warren Pelagatos (Warren Cronkshonk), la enfermera Eficiente (Effie), el doctor Richard Amoroso (Dr. Richard Lovechild, un t¨¦rmino que hace referencia a bastard¨ªa), el detective inspector Baboso (inspector George Slabb) o la doctora Angie Entrometida (Angie Travers).
Algunos personajes merecen comentario aparte. Uno de ellos, Warren Pelagatos, era una especie de retrasado mental que trabajaba como celador y que estaba liado con la enfermera Bocata. Adem¨¢s de vivir en el cuarto de las fregonas, donde dorm¨ªa de pie en una cama adosada a la pared ¨Chay una escena antol¨®gica filmada con una falsa c¨¢mara cenital, como si estuvieran tumbados, que de pronto se aleja y descubre el pastel, es decir, que est¨¢n de pie contra la pared porque no tienen sitio para poner la cama en el suelo-, babeaba continuamente, siempre con la boca mojada y lanzando salivazos al hablar. Leo por ah¨ª, aunque yo no lo recuerdo, que el anillo de bodas que regal¨® a su novia era un esf¨ªnter coronado con un c¨¢lculo biliar.
Merece tambi¨¦n un lugar entre los personajes m¨¢s abyectos de la televisi¨®n la Matrona Dorothy, la Zorra Compinchada(convinning significa maquinador, intrigante). Con el aspecto de una monja perversa, bland¨ªa en el dedo ¨ªndice de la mano izquierda una u?a curvada de unos 10 cent¨ªmetros ¨Ca la legua se ve¨ªa el truco- y sobreactuaba ¨Csobreactuar, algo que todos hac¨ªan, es un t¨¦rmino que se queda corto ¨C permanentemente encorvada, con esa risa mal¨¦fica de los malos mal¨ªsimos. En uno de los episodios, descubrimos que tiene ¡°una hija hippy largamente perdida¡± que se llama Unidad Lunar.
Semejante reba?o castigaba espectador con los l¨ªos culebronescos habituales: hijos ileg¨ªtimos, parejas que descubren ser hermanos, asuntos de faldas, matrimonios, adulterios, intrigas, conspiraciones¡ a cual m¨¢s absurda, alocada o surrealista. Estaba rodada en unos escenarios deliberadamente cutres al lado de los cuales una gala de Jos¨¦ Luis Moreno es La guerra de las galaxias. Recuerdo una escena en la que alguien echaba a correr por un pasillo: para lograr el efecto de alejamiento, corr¨ªa sin moverse del sitio ante un chroma key de ese pasillo, pintado al titanlux, mientras el zoom de la c¨¢mara se alejaba. Los efectos especiales eran a¨²n m¨¢s groseros que los de Benny Hill. Basten un par de ejemplos: si aparece alg¨²n beb¨¦, es, sin disimulos, un mu?eco tipo Nenuco; las v¨ªsceras, inevitables en un hospital, son bofes de carnicer¨ªa reconocibles a kil¨®metros.
Finalmente, est¨¢ la puesta en escena y los guiones. Los actores son caricaturas andantes, de gesto exagerado siempre. Sus muecas dejan a Jim Carrey a la altura de Lee Marvin. Si los argumentos son absurdos, al m¨¢s puro estilo Monty Python, su desarrollo no se queda atr¨¢s. Por ejemplo, para realizar una transfusi¨®n a una herida, la Zorra Compinchada corta con un serrucho un brazo a su hija, recoge la sangre en una garrafa y la trasfunde con un embudo. El doctor Bueno amamanta a su hijo recordando una vieja teor¨ªa de un m¨¦dico portugu¨¦s al darse cuenta que olvid¨® el biber¨®n. Y todo aderezado con min¨²sculas y grotescas coreograf¨ªas, escu¨¢lidos bailes y miradas a c¨¢mara fuera de lugar.
Y sin embargo, pese a todo lo anterior, el engendro destilaba ingenio y gracia. Es cierto que en ocasiones rayaba -mejor dicho, superaba- lo escatol¨®gico, lo cruel y lo zafio, pero era endemoniadamente divertida. Transitaba por esos caminos llenos de barro manch¨¢ndose lo justo, como un ni?o que salta en un charco -es guarro, s¨ª, pero te hace sonreir. Y las historias eran tan surrealistas, con giros tan absurdos, que uno no pod¨ªa sino preguntarse, entre carcajadas, por la salud mental de los guionistas. Eran estos, a la saz¨®n, los propios actores, con lo que la pregunta sobre la salud mental queda, de un sobreactuado modo, contestada.
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