?Gladiator!
Un heroico Rafaelillo conmovi¨® a la plaza con un derroche de pundonor y arrojo ante el toro m¨¢s complicado del certamen
Cuando Rafaelillo se perfil¨® para matar al cuarto de la tarde -el reloj se acercaba a las ocho y media y una ligera brisa se abr¨ªa paso en los abarrotados tendidos-, la plaza guard¨® un silencio sepulcral. Momentos antes hab¨ªa acariciado el peligro inminente y tocado con la palma de los vellos la conmoci¨®n; ahora, llegaba el instante crucial, la moneda al aire de la gloria o el olvido. ?Psss¡! El torero sudaba la camisa como si fuera pleno agosto, despeinado no por el viento sino por la tensi¨®n, y muchos cruzaban los dedos para que la estocada culminara una actuaci¨®n heroica, inventada sobre el arrojo y el pundonor. Rafaelillo centr¨® la mirada en los astifinos pitones del toro, levant¨® la espada, mostr¨® la muleta¡
El p¨²blico mantuvo el coraz¨®n encogido porque acababa de presenciar una de esas actuaciones inolvidables en las que un hombre de cuerpo entero se juega la vida sin cuento ante un toro fiero que no ten¨ªa un pase, que miraba con aviesas intenciones la figura peque?a vestida de luces y pugnaba por darle un susto para toda la vida.
Mart¨ªn / Rafaelillo, Castella, Escribano
Toros de Adolfo Mart¨ªn, bien presentados, de juego desigual en los caballos -acudieron prontos, pero no hicieron pelea de bravos-, blandos, sosos y descastados. Muy bronco y dificultoso el cuarto.
Rafael Rubio Rafaelillo: dos pinchazos -aviso-, estocada (silencio); pinchazo y casi entera -aviso- (vuelta).
Sebasti¨¢n Castella: -aviso- pinchazo, y buena estocada (divisi¨®n de opiniones); estocada (ovaci¨®n y algunos pitos).
Manuel Escribano: bajonazo (silencio); media atravesada y tendida -aviso- y un descabello (silencio).
Plaza de toros de Las Ventas. Vig¨¦sima quinta corrida de feria. 30 de mayo. Lleno.
Lo hab¨ªa recibido de salida con unos sabios capotazos con la estampa arqueada que despertaron el inter¨¦s de los tendidos; acudi¨® el toro tres veces al caballo, pero sin alegr¨ªa, y cumpli¨® no m¨¢s all¨¢ del puro compromiso. Fue brillantemente banderilleado por Jos¨¦ Mora y Pascual Mellinas, que saludaron al respetable con todo merecimiento.
Y cuando Rafaelillo tom¨® la muleta nada hac¨ªa presagiar el complicad¨ªsimo comportamiento del animal. Tanto es as¨ª que el torero se fue a los medios y brind¨® la faena a la plaza.
Pero, amigo, el toro es un gran misterio, presto siempre para las sorpresas. Y este, Malague?o de nombre, pronto se quit¨® de careta y se mostr¨® como el animal m¨¢s peligroso de lo que va de feria. Desconoc¨ªa, entonces, el toro que ten¨ªa delante uno de los toreros con m¨¢s conocimiento y t¨¦cnica en el manejo del peligro. Rafaelillo estudi¨® la situaci¨®n con fugaz detenimiento, dise?¨® una estrategia inteligente, se abri¨® la chaquetilla, ense?¨® su coraz¨®n, esquiv¨® malas intenciones de su rival, le rob¨® alg¨²n natural merit¨ªsimo, vendi¨® con picard¨ªa el extremado peligro del contrincante, hizo del miedo una catarata de emociones y, cuando hab¨ªa demostrado que el toro no ten¨ªa un pase, ya se hab¨ªa guardado al p¨²blico en el bolsillo, arrebatado por el emocionante sufrimiento de una cogida que no estaba en el gui¨®n porque el protagonista hab¨ªa escrito un giro inesperado en cada instante.
En un gladiador estaba transformado Rafaelillo ante un toro fiero, bronco, e ind¨®mito que se rindi¨® ante el arrojo inteligente y portentoso del torero. No ten¨ªa un pase, pero s¨ª una lidia valerosa; y mientras el toro buscaba y rebuscaba carne, Rafaelillo volvi¨® a robarle dos naturales que supieron a gloria tranquilizadora.
Arrebatada y conmovida estaba la plaza entera -esa sensaci¨®n inexplicable que llega muy dentro- cuando Rafaelillo centr¨® la mirada en los astifinos pitones del toro, levant¨® la espada, mostr¨® la muleta¡ Y pinch¨®¡ ?Oh¡!
La corrida de hoy
Toros de Saltillo para S¨¢nchez Vara, Alberto Aguilar y Jos¨¦ Carlos Venegas.
El lamento fue profundo y prolongado porque una de las orejas de ese toro ten¨ªa propietario desde que se pase¨® como un luchador sin m¨¢cula delante de todos. Una clamorosa vuelta al ruedo fue el premio al triunfador de la tarde, a un torero que no es artista, que nunca gozar¨¢ del favor de los exquisitos, pero que hace tiempo que se gan¨® el respeto y la admiraci¨®n de quienes consideran que esta profesi¨®n es patrimonio de los titanes.
Solo por eso, por esa lucha sin cuartel entre un hombre y un toro, mereci¨® la pena la corrida. El resto, nada. Los toros de Adolfo Mart¨ªn decepcionaron por su soser¨ªa, por su nobleza bobalicona, por su andares sin fondo y por su falta de casta, como el primero de Rafaelillo.
Decepcion¨® Castella, que no mostr¨® frescura ante un lote que se dej¨® dar pases con muy poca gracia. Parte del p¨²blico exigi¨® al torero que se colocara donde mandan los c¨¢nones, pero hizo poco caso. Por eso, su toreo dijo poco, casi nada, aunque algunos naturales al quinto parecieran decir lo contrario. "El toreo es en redondo, Sebasti¨¢n", le gritaron desde el tendido, y ten¨ªan raz¨®n.
Tampoco tuvo su tarde Escribano. En su primero, fall¨® por dos veces en el arriesgado par al quiebro sentado en el estribo, y salv¨® el honor en el sexto corrigiendo el error. Dio muchos pases, se puso tan pesado como Castella, y toda su labor pas¨® entre silencios.
Babelia
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