Steve McQueen: Anverso y reverso del actor m¨¢s ¡®mol¨®n¡¯
Un documental explora la compleja figura de Steve McQueen, un grande obsesionado por el control de sus pel¨ªculas
Cre¨ªamos que a ese se?or rubio que fumaba continuamente y con tanto estilo (todo en ¨¦l era estilo) llamado Steve McQueen se lo hab¨ªa llevado al otro mundo o a la nada la nicotina, pero han descubierto ¨²ltimamente que su matador c¨¢ncer de pulm¨®n lo provoc¨® el venenoso amianto, material con el que estaba demasiado familiarizado por su obsesivo y enfermizo amor a las carreras de coches y de motos. Lo cuentan en el inquietante documental The Man & Le Mans. Tambi¨¦n hay rumores menos fundados de que se lo carg¨® la inhalaci¨®n de una sustancia con la que limpiaba los cascos de los barcos cuando era marine. Ten¨ªa 50 a?os. Ahora hubiera cumplido 86. Y, francamente, ning¨²n admirador quiere imaginarse a uno de los actores m¨¢s molones (o cool, como dicen los modernos anglosajonizados) que han existido ejerciendo de anciano, llevando con mayor o menor dignidad su decadencia f¨ªsica o mental. Los ¨²nicos dos se?ores de su generaci¨®n (y de cualquier generaci¨®n que pod¨ªan competir en atractivo con McQueen, aunque el talento fuera incomparable) eran Paul Newman y Marlon Brando. El primero envejeci¨® como los dioses, sin recurrir al quir¨®fano y con su arte interpretativo llegando al estado de gracia. El Brando actor se despidi¨® de su incontestable genialidad con ?ltimo tango en Par¨ªs y comenz¨® a engordar hasta l¨ªmites autodestructivos. Su magnetismo no ces¨®, pero no era grato ver al rey de los actores pesando 150 kilos, en plan ballena narcisista.
El astro no quer¨ªa que le doblaran en las escenas de riesgo y las compa?¨ªas aseguradoras tem¨ªan sus caprichos
El anverso luminoso de McQueen, aunque hubiera interpretado breve o largamente otras pel¨ªculas, estalla definitivamente y gana a perpetuidad el amor de todo tipo de p¨²blico en Los siete magn¨ªficos, aquel remake notable y en clave de western de la formidable pel¨ªcula de Kurosawa Los siete samur¨¢is. McQueen compet¨ªa con pesos pesados, pero se los com¨ªa a todos, robaba el plano sin aparente esfuerzo. Y vuelve a ocurrir, tambi¨¦n dirigido por el espl¨¦ndido artesano (hay muchos reconocidos artistas cuya obra es inferior a la suya) John Sturges, en La gran evasi¨®n. Nadie ha olvidado a ese prisionero en un campo de concentraci¨®n nazi que vuelve locos a sus guardianes, escap¨¢ndose una y otra vez despu¨¦s de robar una moto, lanzando una pelota contra la pared en su reclusi¨®n en la celda de castigo, m¨¢s chulo que nadie. A partir de ah¨ª, las pel¨ªculas solo necesitan su presencia para venderse. El p¨²blico paga por ver a este t¨ªo independientemente de la calidad del producto, el star-system renueva su esplendor con ¨¦l, enamora a las mujeres y los hombres quieren parecerse a ¨¦l. Y, sabiamente, elige productos a su medida. El full de ases de Cincinnati Kid pierde contra la escalera de color de El Viejo en El rey del juego, pero todo nuestro amor con el estupefacto vencido. Como el Eddie Felson de El buscavidas, sabemos que el calvario ser¨¢ largo, pero volver¨¢ a tener otra oportunidad.
Y hab¨ªa mucha tensi¨®n er¨®tica entre la muy sensual Faye Dunaway y el hipn¨®tico McQueen en la relamida y olvidable El caso de Thomas Crown. ?l parec¨ªa estar encantado en el papel de un todopoderoso y seductor delincuente de guante blanco que logra enga?ar a la ley y a su enamorada perseguidora. Las im¨¢genes son melifluas, tanto como la muy famosa y empalagosa canci¨®n que compuso Michel Legrand The Windmills of Your Mind, pero ver por primera vez a McQueen luciendo con deslumbrante elegancia trajes que podr¨ªa haber dise?ado un genio como Armani exclusivamente para el se?or al que cualquier ropa le sentaba bien era un sofisticado espect¨¢culo. Como los jers¨¦is de cuello alto que exhib¨ªa el introvertido y muy profesional detective Bullitt en la persecuci¨®n de coches m¨¢s impresionante que se ha rodado nunca.
McQueen tambi¨¦n se asoci¨® con un director grandioso como Sam Peckinpah en dos consecutivas pel¨ªculas. Una po¨¦tica, sutil, nada aparatosa, sobre un jinete del rodeo que fue legendario hasta que se qued¨® cojo, su nada quejumbrosa supervivencia, la relaci¨®n con su complicada familia, una loa conmovedora a los perdedores dignos. Se titula Junior Bonner. No tuvo ¨¦xito, yo la amo. La otra es La huida, hiperviolenta, con un toque febril (sin llegar a la alcoh¨®lica y enloquecida atm¨®sfera de Quiero la cabeza de Alfredo Garc¨ªa), formando volc¨¢nica pareja con su futura esposa Ali MacGraw, con algo tan transgresor como que en el desenlace este matrimonio de g¨¢nsteres escapen de la justicia, sean felices y coman perdices. Es una pel¨ªcula que recuerdo con buen sabor, pero que prefiero no revisitar. Y as¨ª continu¨® la inmarchitable estrella que represent¨® McQueen, sin conocer el fracaso, amado eternamente por el p¨²blico.
No es exacto mi dato anterior. Steve McQueen una vez se meti¨® en un infierno del que pudo salir quemado a perpetuidad. Su deseo era el control absoluto de las pel¨ªculas que interpretaba y su supremo amor a todo lo que se relacionara con el universo de los coches de carreras. Creaba grandes problemas a los productores porque no quer¨ªa que le doblaran en secuencias de riesgo, las compa?¨ªas aseguradoras l¨®gicamente tem¨ªan sus caprichos, todo se vendr¨ªa abajo si la gran estrella ten¨ªa un accidente. De eso, de la compleja personalidad del astro, incluido su lado oscuro, trata el documental The Man & Le Mans. Cuentan historias perturbadoras como que en el rodaje de lo que pretende ser la pel¨ªcula definitiva sobre las carreras de coches descubren a los tres meses que no existe el guion, que todo el material acumulado no tiene sentido, la irresponsabilidad de McQueen provocando un accidente en el que el piloto que le acompa?a pierde la pierna y toda la sangrienta movida se camufla o se manipula para que nadie sepa la verdad, el desprecio y el abandono que sufren por parte de McQueen el director y el guionista que le lanzaron al estrellato. Tambi¨¦n el admirado testimonio de su hijo y el preocupante de su primera esposa y madre de sus dos hijos: ¡°Steve era un buen tipo que en alg¨²n momento se perdi¨® en el camino. No s¨¦ si volvi¨® a encontrarse¡±. En cualquier caso, siempre disfrutaremos de este se?or cada vez que le enfocaba la c¨¢mara. Es uno de los grandes.
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