Frankenstein y el terror de la creaci¨®n humana
Una exposici¨®n indaga en los mitos surgidos de avances cient¨ªficos y que se plasman en novelas como 'Doctor Jekyll y Mr. Hyde'
"Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza". Y a partir de ah¨ª el hombre tambi¨¦n quiso ser Dios, y crear a su vez vida.
La historia de la humanidad est¨¢ llena de ejemplos de esa ambici¨®n. Pero solo los avances tecnol¨®gicos y cient¨ªficos del siglo XIX dieron verosimilitud a tama?a creaci¨®n. "Cuando Mary y Percy Shelley, Lord Byron, Claire Clairmont y John Polidori se reunieron en verano de 1816 en Villa Diodati [a orillas del lago Lem¨¢n en Suiza], en realidad lo que hicieron fue charlar de los temas de la ¨¦poca", cuenta Mar¨ªa Santoyo, comisaria de la exposici¨®n Terror en el laboratorio: de Frankenstein al doctor Moreau, que se inaugura ma?ana en la Fundaci¨®n Telef¨®nica. Y estos temas eran, por ejemplo, la aplicaci¨®n de corriente galv¨¢nica a criminales reci¨¦n ajusticiados por cient¨ªficos como Giovanni Aldini y Andrew Ure o las teor¨ªas de Erasmus Darwin sobre la reanimaci¨®n de cad¨¢veres. Ese caldo de cultivo social y un verano devenido en estaci¨®n lluviosa por culpa de la nube de cenizas que cubri¨® Europa tras la erupci¨®n del volc¨¢n Tambora en Indonesia acabaron con el grupo de escritores encerrados, leyendo historias alemanas de fantasmas y escribiendo. En un sue?o de aquellas noches Shelley concibi¨® Frankenstein, y as¨ª cambi¨® la historia de cultura popular.
Doscientos a?os despu¨¦s -la m¨ªtica reuni¨®n se celebr¨® entre el 16 y el 18 de junio (para la leyenda qued¨® plasmado el 16)-, el Espacio Fundaci¨®n Tel¨¦fonica alberga una exposici¨®n que reflexiona sobre esas creaciones literarias del siglo XIX que tienen en com¨²n su nacimiento en un laboratorio como creaci¨®n cient¨ªfica -en un sentido laxo del t¨¦rmino-. En el centro de la muestra, seis obras como Frankenstein o el moderno Prometeo, La isla del doctor Moreau, El extra?o caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, El hombre invisible, El hombre de la arena y La Eva futura, y tres grandes bloques expositivos: El doble (el doppelg?nger es un gran motor literario, y la materializaci¨®n del lado oscuro humano), El aut¨®mata (m¨¢quinas que reproducen el aspecto y el comportamiento humano) y El monstruo. "Curiosamente, nunca acaban bien", confirma el otro comisario de la muestra Miguel A. Delgado.
Es tambi¨¦n buen momento para reivindicar, como hizo Fernando Savater en la inauguraci¨®n, esas novelas: "La cultura popular ha dado m¨¢s figuras inolvidables que la literatura seria". Las figuras? de coleccionista que reciben al visitante de la exposici¨®n pertenec¨ªan a Sara Torres, la fallecida esposa de Savater. "Frankenstein era su personaje predilecto. Yo soy fan de Mary Shelley, que invent¨® el cuento materialista de terror, porque por primera vez el miedo surge de este mundo, pero por las cosas que ha provocado el ser humano por cambiarlo".
Espejos, puertas y ventanas
En toda esa literatura del XIX se insin¨²a m¨¢s que se ve, se habla de sensaciones m¨¢s que de descripciones. Y el ejemplo est¨¢ en una de las vitrinas, donde se seleccionan las 20 palabras m¨¢s repetidas en las seis novelas que impulsan la muestra. Entre ellas, hombre, ojo y mano. ¡°Pero no monstruo¡±, remarcan los comisarios, ¡°porque sus autores usan m¨¢s el t¨¦rmino criaturas, hechas a semejanza del cient¨ªfico ¡ªy por ello es m¨¢s doloroso su final¡ª y no se suele saber c¨®mo son. Son libros que hacen preguntas y no dan respuestas. De ah¨ª su modernidad¡±. Son tambi¨¦n obras literarias rebosantes de puertas, ventanas y espejos, elementos que esconden, insin¨²an y, al final, reflejan un mismo terror: el del hombre enfrentado a s¨ª mismo.
Adem¨¢s, aquellas novelas han visto multiplicada su influencia por el teatro, primero, y el cine, despu¨¦s. Fue la gran pantalla la que instaur¨® la imaginer¨ªa de tornillos en el cuello y cicatrices craneales para Frankenstein, o la que concret¨® el aspecto rob¨®tico femenino. Como apunta Santoyo, "esos aut¨®matas siempre eran mujeres en el siglo XIX, como el androide [para los puristas, ginoide] de Hadaly creada por Auguste Villers en la novela La eva futura, en incluso en el siglo XX, como la robot Mar¨ªa de la pel¨ªcula Metr¨®polis de Fritz Lang [cuyo guion fue escrito por su esposa, Thea von Harbou], porque reflejaban la fantas¨ªa de una mujer sumisa y receptiva a cualquier capricho sexual".
Aunque, para turbios, los dobles, que eclosionan durante la ¨¦poca victoriana tanto en la realidad como en la ficci¨®n (Jekyll y Hyde) como reflejo de la doble moral imperante durante aquellos a?os en un pa¨ªs cuyos miembros m¨¢s prominentes disfrutaban de una vida nocturna disoluta. Al igual que ocurre con Frankenstein, del que solo se cuenta que tiene pelo largo y del que no se sabe c¨®mo vuelve a la vida, de Hyde nadie habla de su fealdad. S¨ª de la repulsi¨®n que causa su maldad. Hoy, en cambio, ser¨ªa un l¨ªder.
Babelia
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