¡°El ser humano no escapa a la naturaleza del mal¡±
La intelectual italiana es una de las grandes de las letras de Europa, y fue internada de ni?a en un campo de concentraci¨®n japon¨¦s
Los guardias japoneses del campo de concentraci¨®n tiraban desde lo alto algunas cabezas de pescado por el placer de ver c¨®mo los ni?os brotaban de todas partes y se arremolinaban para pele¨¢rselas. Entonces, el miedo desaparec¨ªa, y Dacia Maraini, de 7 a?os, sab¨ªa que su vida se prolongar¨ªa un d¨ªa m¨¢s. Al ir a dormir, junto a sus padres, la pregunta que se hac¨ªan en silencio era si seguir¨ªan vivos al d¨ªa siguiente. Si, por lo menos, podr¨ªan vivir otro man¨¢ de sobras y burlas.
Fue un periodo al borde de la muerte, entre 1943 y 1944. Setenta y dos a?os despu¨¦s no hay d¨ªa en que Maraini no se vaya a la cama sin que esa imagen y esa incertidumbre pendular de la vida y la muerte la haya visitado. ¡°Esa vivencia traum¨¢tica marc¨® mi vida, pero se convirti¨® en parte de mi sensibilidad para mirar el mundo y comprender los diferentes males e injusticias que nos rodean¡±, contaba Maraini, hace unas semanas, en Bilbao en el Festival literario Gutun Zuria. Se trata de una de las dramaturgas, narradoras, poetas, ensayistas, guionista de cine e intelectuales italianas m¨¢s destacadas.
Maraini, quien fuera la compa?era de Alberto Moravia y amiga de Pier Paolo Pasolini, supo que la soluci¨®n est¨¢ en c¨®mo sostener un duelo con el miedo y c¨®mo sacarle el provecho. Ella y sus padres estuvieron en un campo de concentraci¨®n japon¨¦s japon¨¦s por negarse a reconocer el gobierno militar del fascismo, ¡°porque mis padres no se adhirieron a la Rep¨²blica de Sal¨®, de Mussolini¡±, explica la autora de obras como Memorias de una ladrona, La larga vida de Marianna Ucria o El tren de la ¨²ltima noche (Galaxia Gutenberg).
¡°?Hasta qu¨¦ punto la tolerancia de la intolerancia se puede admitir?¡±
Nacida en 1936 en la bella Florencia, Maraini afirma que ¡°la violencia en sus diferentes dosis y m¨¢scaras es un factor hist¨®rico. Es una forma del mal que existe en la naturaleza, el ser humano no escapa a ella, y aunque no se puede eliminar, s¨ª se puede transformar en conciencia colectiva. La historia no se repite, es diversa. Pero el mal s¨ª existe. La dificultad es c¨®mo interpretarlo y afrontarlo¡±.
Ella lo sabe desde los 9 a?os. Cuando Maraini sali¨® del campo de concentraci¨®n, la vio un m¨¦dico. Le dijo que ten¨ªa el coraz¨®n como el color de una berenjena, oscuro, l¨²gubre, como un agujero negro, surgido del dolor. Entonces, sus reflexiones ensanchan la mirada sobre el futuro y la sensatez con ideas como: ¡°En Europa ha aumentado el miedo y el miedo busca soluciones irracionales. A la racionalidad le gustar¨ªa una pol¨ªtica unitaria, una buena relaci¨®n con pa¨ªses distintos, pero el mido levanta muros¡±. ¡°Muchos se preguntan por qu¨¦ esos inmigrantes musulmanes vienen a Europa y no se van para otros pa¨ªses musulmanes. Pues vienen por la paz y el progreso. Tras el mito europeo¡±. ¡°La libertad es un bien muy precioso. La Ilustraci¨®n fue una conquista. La Europa de hoy representa la libertad, y la gente quiere vivir en libertad¡±. ¡°Las religiones tratan con lo absoluto y el estado con lo relativo. El estado trata con realidades y religiones y no se puede quedar con una porque ser¨ªa absolutismo. Muchos de los problemas tienen como ra¨ªz la religi¨®n, si alguien se inmola porque cree en algo, pues¡¡±.
¡°La identidad es algo que evoluciona, que debe adecuarse a los cambios de la historia¡±
Entonces, ?c¨®mo persuadir a esas personas de que hay otras v¨ªas? Maraini no lo duda: ¡°No con la intolerancia. Dar ejemplo de libertad, respeto a los dem¨¢s. Pero surge la pregunta de hasta qu¨¦ punto la tolerancia de la intolerancia se puede admitir. Hasta qu¨¦ punto se puede tolerar la intolerancia. Porque del otro lado hay una intolerancia total. Un ejemplo es que el terrorismo es una mala interpretaci¨®n de la religi¨®n musulmana¡±.
¡°El terrorismo es un hecho totalmente antihist¨®rico¡±, afirma la intelectual: ¡°Hay un cierto punto en que hay que decir hasta aqu¨ª. En Europa no toleramos ni la esclavitud ni la lapidaci¨®n de los ad¨²lteros. La tolerancia va hasta un punto en que si se va en contra de las leyes que respetan al ser humano hay que poner un l¨ªmite. Es cuando entra en juego la identidad, el miedo a perderla¡±.
¡°El amor es un hecho hist¨®rico, no biol¨®gico. El amor es algo cultural¡±
Y la identidad de los pueblos nunca se detiene. ¡°Nuestra identidad occidental existe¡±, recuerda Maraini. ¡°Se forj¨® en el Renacimiento, en la Ilustraci¨®n, en un proceso del siglo XX, pero no es algo fijo. La identidad debe adecuarse a los cambios de la historia. Ese es el problema, c¨®mo cambiar nuestra identidad sin perderla, porque nosotros tenemos una y corremos el riesgo de que entre en crisis si creemos en ciertos valores¡±.
El maltrato a las mujeres es otro de los temas que siempre ha denunciado Maraini. En su libro Amor robado (Galaxia Gutenberg), la escritora recrea una serie de relatos reales donde se confunde el amor con la pasi¨®n y la posesi¨®n. ?Acaso hombres y mujeres desean y aman distinta? ¡°Por motivos hist¨®ricos s¨ª, pero no por forma natural. Las han educado para reprimir a eliminar este sentimiento de posesi¨®n. Hist¨®ricamente al hombre se le ha considerado el jefe de la familia, y la mujer y sus hijos eran de su propiedad. Cuando esta propiedad se disgrega entra en crisis y esa persona puede convertirse en asesina. Este sentimiento de propiedad debe ser educado, sublimado. La ¨²nica soluci¨®n para m¨ª es la sublimaci¨®n, el ser conscientes de eso y la responsabilidad. No se posee un ser humano¡±.
Una coartada para esa violencia suele ser el amor. Dacia Maraini no duda en explicar que ¡°el amor es un hecho hist¨®rico, no biol¨®gico. El amor es algo cultural¡±. ¡°Amamos seg¨²n la cultura, no seg¨²n la biolog¨ªa. Por eso tenemos que intervenir este instinto a trav¨¦s de la educaci¨®n de la cultura de la sublimaci¨®n. El ser humano no tiene reglas fijas. No podemos ser pasivos ante los cambios, sino dirigirlos¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.