Benjamin Britten sigue vivo en Aldeburgh
El exquisito festival se celebra en una antigua f¨¢brica para maltear cebada
Aldeburgh es un destino, nunca un lugar de paso. Sin estaci¨®n de tren, pegada al gris¨¢ceo mar del Norte en que se ahoga Peter Grimes, o al ¡°oc¨¦ano alem¨¢n¡±, como lo llama W. G. Sebald, o su errabundo alter ego, en Los anillos de Saturno, una honda ¡°peregrinaci¨®n inglesa¡± por el paisaje de Suffolk, su nombre es indisociable del de Benjamin Britten. El compositor naci¨® en 1913 muy cerca de aqu¨ª, en Lowestoft, que puede adivinarse al final de la l¨ªnea costera desde la playa en un d¨ªa despejado. Pero durante la mayor parte de su vida ¨¦l y su pareja, el tenor Peter Pears, vivieron en Aldeburgh, o a muy pocos kil¨®metros, primero en la Crag House, en el n¨²mero 4 de Crabbe Street, que toma su nombre del escritor ¡ªGeorge Crabbe¡ª en que se inspir¨® para el argumento de su ¨®pera Peter Grimes. Luego, en 1957, se mudaron a The Red House, donde Britten morir¨ªa en 1976. Visitarla es algo obligado para todo amante de su m¨²sica y la placidez del paseo solo se ve alterada ocasionalmente estos d¨ªas por los carteles que han colocado de manera ostensible en sus jardines los m¨¢s firmes partidarios (Leave!) o detractores (Remain!) del temido Brexit.
Muy pronto, en 1948, Britten y Pears tuvieron una visi¨®n y crearon el Festival de la M¨²sica y las Artes de Aldeburgh, que celebra este a?o su 69? edici¨®n, la ¨²ltima de las ocho que habr¨¢ dirigido, con un derroche de ingenio y rigor, el pianista franc¨¦s Pierre-Laurent Aimard. Desde 1967 los conciertos se celebran en The Maltings, a una docena de kil¨®metros del pueblo, un complejo art¨ªstico y cultural enclavado en un paraje id¨ªlico que no ha hecho m¨¢s que crecer desde entonces y que comenz¨® con la transformaci¨®n de un antiguo edificio industrial victoriano a orillas del r¨ªo Alde utilizado para maltear cebada ¡ªde ah¨ª su nombre¡ª en una de las mejores salas de concierto de Europa. Con sus muros de ladrillo y su estructura original intacta, la sala, con una ac¨²stica tersa y di¨¢fana, es un regalo para int¨¦rpretes y p¨²blico por igual.
Tres ciclos de canciones
Varios de los conciertos de este a?o han hermanado los nombres de Benjamin Britten y Michael Tippett, con tantas cosas en com¨²n y, al mismo tiempo, tan dis¨ªmiles. Y han abierto el fuego Ian Bostridge y su fiel Julius Drake con tres ciclos de canciones: del primero, Sechs H?lderlin-Fragmente y Winter Words; del segundo, el inusual The Heart¡¯s Assurance, estrenado por Britten y Pears en 1951. Son tambi¨¦n muchas las semejanzas entre Pears y Bostridge, dos cantantes que suplen las limitaciones de su voz con grandes dosis de musicalidad e inteligencia. Bostridge, alto y delgado, como los juncos que crecen a orillas del Alde, fiel a su aspecto de profesor de Oxbridge, parece explicar las canciones adem¨¢s de cantarlas. Su tronco se contorsiona y reendereza con frecuencia al tiempo que exprime el sentido de los versos a veces oscuros de H?lderlin, Sidney Keyes o Thomas Hardy, y reserva lo mejor de su lirismo y expresividad para las canciones finales de cada ciclo, tres peque?as obras maestras pobladas de s¨ªmbolos: Die Linien des Lebens (¡°Las l¨ªneas de la vida son varias, / como son los caminos, y las lindes de las monta?as¡±), Before Life and After (¡°?Cu¨¢nto tiempo, cu¨¢nto, / antes de que se vea reafirmada la ignorancia?¡±), la canci¨®n m¨¢s emocionante de Britten, y Remember Your Lovers (¡°J¨®venes ebrios de la sabidur¨ªa insaciable de la muerte, / recordad a vuestros amantes que os dieron m¨¢s que amor¡±). El toque de Aimard fue arropar las 19 canciones con un cuarteto de Britten y una sonata para piano de Tippett, tan endiabladamente dif¨ªcil como bien tocada por Steven Osborne. Para eso sirve un festival: para hacer posible lo que no lo es en los conciertos convencionales.
The Red House
La ¨²ltima casa en que vivieron Britten y Pears se conserva tal cual, con la peque?a piscina en la que le gustaba nadar al compositor, los estudios de ambos, el esplendoroso jard¨ªn, la magn¨ªfica biblioteca, los cuatro pianos y las obras de arte. Amigos cercanos de la pareja siguen habitando ocasionalmente la casa, que se percibe como un lugar vivo y no como un museo.
Una exposici¨®n permanente ofrece una amena aproximaci¨®n a la vida y la obra de Britten, complementada estos d¨ªas por otra temporal sobre su ¨²ltimo per¨ªodo creativo. En 2013, con motivo del centenario de su nacimiento, se construy¨® un nuevo edificio para alojar su inmenso archivo de cartas y partituras y acoger a los investigadores de su m¨²sica. Los cuantiosos ingresos que generan los derechos de autor del m¨²sico (¨¦l y Richard Strauss son los operistas m¨¢s interpretados del siglo XX) hacen posible esto, el festival, el gran programa educativo o las becas a j¨®venes m¨²sicos. Pocas veces tanto dinero se gast¨® tan bien, y tan en armon¨ªa con el esp¨ªritu de quien hizo todo posible.
Los estrenos se suceden en Aldeburgh, donde los creadores tienen reservado, por supuesto, un lugar de honor. Dos nada menos, de Gary Carpenter y Charlotte Bray, incluy¨® el concierto de la Sinf¨®nica de la BBC dirigida por Oliver Knussen, que se dir¨ªa un marinero gigantesco salido de Peter Grimes o Billy Budd. Y fue una l¨¢stima que, por indisposici¨®n del bar¨ªtono, se cancelara el estreno brit¨¢nico de The American Sublime, un ciclo de Elliott Carter sobre poemas de Wallace Stevens. En su lugar se toc¨® otra obra de su gloriosa ¨²ltima ¨¦poca, su breve y delicada Sound Fields, para orquesta de cuerda, aunque lo mejor del concierto fue una interpretaci¨®n precisa e intensa de las Tres Piezas op. 6 de Alban Berg, una m¨²sica al lado de la cual casi cualquier otra tiene muy dif¨ªcil no palidecer.
El s¨¢bado John Eliot Gardiner dirigi¨® la Pasi¨®n seg¨²n san Mateo, rodad¨ªsima despu¨¦s de varios meses interpret¨¢ndola con sus huestes en ciudades como Bruselas (el d¨ªa despu¨¦s de los atentados terroristas de marzo) o Leipzig (en la Thomaskirche, el pasado jueves). Pero la pregunta es ?puede una obra as¨ª, nacida con una funci¨®n lit¨²rgica muy concreta el Viernes Santo, interpretarse una y otra vez, como una sinfon¨ªa de Beethoven? La respuesta y la glosa de su propuesta, por falta de espacio aqu¨ª y ahora, el pr¨®ximo mes de agosto, cuando Gardiner vuelva a ella en la Quincena Musical de San Sebasti¨¢n.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.