Bye bye England
Se acerca la consulta del Brexit y, cuando escribo estas l¨ªneas, los augures vaticinan que una mayor¨ªa de brit¨¢nicos votar¨¢ por la salida de las instituciones europeas. Reconozco sentimientos ambivalentes: estas rupturas llevan impl¨ªcita una afirmaci¨®n de superioridad y los despreciados tienden / tendemos a la despedida rencorosa. En mi territorio, el Brexit podr¨ªa hasta generar alivio. Muchos artistas ingleses suelen exhibir insolencia, incluso divismo, aun cuando se traten de grupos nov¨ªsimos. Se moderan seg¨²n crecen pero, de principio, se revelan insoportables, arrogantes, bronquistas. Incluso gente educada, como Blur, recurr¨ªa al gamberrismo en sus primeras visitas. Intentar entrevistar a aquellas estrellas emergentes era tarea penosa. Y no, no ocurr¨ªa lo mismo con sus equivalentes escoceses, gales o norirlandeses.
Meras an¨¦cdotas aparte, conviene recordar que la hegemon¨ªa brit¨¢nica en asuntos del pop comporta asombrosos abusos. Las agencias londinenses pretenden (y, muchas veces, logran) programar buena parte del cartel de los festivales espa?oles, obligando a contratar paquetes de artistas. De forma rutinaria, manipulan a unos promotores contra otros para subir los cach¨¦s hasta la estratosfera.
Se benefician del papanatismo hispano. A partir de los noventa, muchos prescriptores (?ejem!) espa?oles trasladaban sus favores a cualquiera que fuera el grupo que ocupaba la portada del New Musical Express.Un automatismo lamentable, con resultados delirantes: el lanzamiento entusiasta de proyectos que esencialmente solo ten¨ªan sentido en el pa¨ªs de Isabel II, por las peculiaridades de sus letras o sus planteamientos regionales.
Adviertan que el tr¨¢fico musical funciona en un solo sentido. Con contadas excepciones, los brit¨¢nicos se muestran indiferentes al pop y el rock procedentes de la Europa continental. Los artistas espa?oles que visitan el Reino Unido terminan tocando ante emigrantes y erasmus; el flamenco llega irregularmente y ni siquiera tiene hueco en el circuito de la world music.
Si triunfa el ¡®Brexit¡¯, la m¨²sica brit¨¢nica va a sufrir
?Qu¨¦ pasar¨ªa si los brit¨¢nicos optan por romper con la Uni¨®n Europea? No perder¨ªan su preeminencia en la escena musical: los gigantes de Internet se ocupar¨¢n de mantener su presencia. Pero el girar por Europa ser¨¢ m¨¢s caro y engorroso: los permisos de trabajo, el control del equipo que transporten (el famoso Cuaderno ATA), las tasas aduaneras para el merchandising...
Y luego est¨¢n graves cuestiones de fondo. Se ir¨ªan al carajo los planes para la armonizaci¨®n del derecho de propiedad intelectual. Una simple duda: la descarga de una canci¨®n de propiedad brit¨¢nica ?exigir¨ªa que el derechohabiente se ocupara de gestionar el IVA en cada pa¨ªs?
Visto lo cual, uno creer¨ªa que el sector musical brit¨¢nico est¨¢ a favor de permanecer en la Uni¨®n Europea. As¨ª parece, con escasas excepciones (por su estridencia, ha destacado Roger Daltrey). Sin embargo, chequeando diversos foros de las industrias creativas (que, aseguran, dan trabajo a 1.600.000 brit¨¢nicos), me asombra la intensidad con que los disidentes manifiestan sus sentimientos eur¨®fobos. Su mantra es ¡°short term pain, long term gain¡±: creen que ¡°a la larga ser¨¢ beneficioso¡±. Por lo que respecta a Espa?a, digamos que los brexiters no se sienten intimidados. Nos consideran un pa¨ªs que depende del turismo y que terminar¨ªa volviendo a abrir sus puertas al ¡°superior talento brit¨¢nico¡±. ?Ven lo que dec¨ªa al principio? Saben hacerse odiosos. Pero no se lo tomamos en cuenta.
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