Ansia de ficciones
En el impresionante El campe¨®n ha vuelto, de J. R. Moehringer (Duomo), el narrador recuerda la primera vez que comprendi¨® que s¨®lo hay dos tipos de historias: las que quieren que cuentes y las que quieres contar t¨²: ¡°Y nadie va a dejarte, as¨ª sin m¨¢s, contar las segundas. Tienes que pelear para ganarte ese privilegio¡±.
Tanto el gran David Shields (Hambre de realidad, C¨ªrculo de Tiza) como el gran Tom McCarthy (Satin Island, P¨¢lido Fuego) est¨¢n entre los que no narran lo que los dem¨¢s quieren que narren. Son singulares, con un punto innegable ambos de genialidad, aunque sus po¨¦ticas se hallan en polos opuestos. Shields, con su libro construido con citas literarias que discuten los conceptos de originalidad y autor¨ªa, se arroja en brazos del ¡°ansia popular de autenticidad que palpita detr¨¢s de las novelas basadas en hechos reales¡±, lo que le sit¨²a en las ant¨ªpodas de McCarthy, para quien la autenticidad es el fetiche reaccionario por excelencia, el Santo Grial de la mala literatura: ¡°La autenticidad es el fetiche y tambi¨¦n la ret¨®rica ideol¨®gica dominante de nuestra ¨¦poca, el trasfondo de toda la publicidad: S¨¦ fiel a ti mismo, es decir, compra zapatillas Nike como todo el mundo, etc¨¦tera¡±.
Shields considera que, como consecuencia del ansia de autenticidad, las anta?o brillantes construcciones de historias ficticias se est¨¢n atrofiando. Para McCarthy, en cambio, la ficci¨®n est¨¢ m¨¢s viva que nunca: la literatura empieza con la toma de conciencia de la m¨¢s extrema inautenticidad, pues para crear tiene el artista que encontrar una zona en la que pueda ser ¡°radicalmente no original¡±. Y como ejemplo cita a John Cage, que compon¨ªa a base de mezclar, de colocar veinte radios en un escenario y sintonizar veinte emisoras distintas a la vez. Porque escribir, dice McCarthy, no es originar una se?al, sino recibir, remezclar y retransmitir varias se?ales al mismo tiempo. McCarthy ¨C¡°un Kafka de la era Google¡± para Daily Telegraph¨C parece concebir al escritor como un sistema inal¨¢mbrico o, mejor, como un copista kafkiano al que obsesionaran la falsificaci¨®n, la duplicaci¨®n, los impostores: ¡°Es algo clave en toda la literatura, desde Plat¨®n hasta hoy. La literatura empieza con la toma de conciencia de la inautenticidad radical¡±.
?O acaso alguien a¨²n cree que somos aut¨¦nticos? Lo que McCarthy propone se relaciona con John Banville, para quien nuestra presencia en la tierra (ver El libro de las pruebas) podr¨ªa deberse a un ¡°error c¨®smico¡±, pues est¨¢bamos destinados a otro planeta con cielos m¨¢s torvos, y los destinados a estar aqu¨ª seguro que se han extinguido hace tiempo: imposible que la mayor¨ªa de esos delicados terr¨ªcolas sobrevivieran en un mundo dispuesto s¨®lo para contener nuestra gen¨¦tica hooligan.
Cr¨¦anme: quienes se sienten extra?os en este planeta (qui¨¦n sabe si descendientes de los pocos terr¨¢queos originales que pudieron sobrevivir) suelen sentirse aun m¨¢s desterrados cuando alg¨²n tipo ¡°normal¡± enciende un cigarrillo y les dice que tiene hambre de realidad. Perplejidad absoluta sin l¨ªmites. ?Hambre de qu¨¦?
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