Variedad y heteroglosia
Christian Zacharias subraya lo remoto e intemporal en Chopin durante su recital pian¨ªstico en Zaragoza
El pianista alem¨¢n (y tambi¨¦n director de orquesta) Christian Zacharias (Jamshedpur, India, 1950) reniega de las versiones correctas y hasta definitivas de una composici¨®n musical cl¨¢sica. Para ¨¦l simplemente no existen. Y se empe?a en demostrarlo en cada recital. Incluso en sus discos. A finales de los a?os setenta asisti¨® a una exposici¨®n de Peter Dreher de su famosa serie D¨ªa tras d¨ªa, buen d¨ªa, donde pint¨® el mismo vaso de cristal una y otra vez durante a?os con leves y casi imperceptibles divergencias. Zacharias no s¨®lo adquiri¨® dos de sus vasos para su impresionante colecci¨®n de arte contempor¨¢neo sino que encontr¨® una inmediata afinidad art¨ªstica con el pintor. El resultado fue su disco Encore (EMI, 1995), donde incluye veinte versiones de la Sonata en sol mayor K. 55 de Dom¨¦nico Scarlatti registradas en vivo durante veinte a?os como propina de sus recitales. M¨¢s de una hora de m¨²sica en donde se escucha veinte veces la misma partitura de unos tres minutos con leves variantes de tempo, din¨¢mica y articulaci¨®n. Parece lo mismo, pero no lo es. Hay versiones donde los mismos 133 compases le duran dos minutos pero otras se alargan hasta los tres y medio. Y todas son correctas. Incluso el propio Dreher colabor¨® dise?ando la portada del CD pintando veinte versiones de un mismo retrato de Scarlatti. Un disco fascinante pero tambi¨¦n toda una declaraci¨®n de intenciones.
XIX CICLO DE GRANDES SOLISTAS PILAR BAYONA 2016.
Christian Zacharias, piano. Obras de Schumann y Chopin. Zaragoza, Auditorio, 20 de junio de 2016.
Zacharias culmin¨® su recital ayer en Zaragoza con su propina fetiche. Toc¨® la misma Sonata K. 55 de Scarlatti con ese inconfundible toque refinado y cristalino. Fue una versi¨®n tan parecida como diferente a todas las suyas anteriores, pero que incluso no desenton¨® con lo escuchado hasta el momento, es decir, con las obras de Schumann y Chopin. Todo un ejemplo de la natural heteroglosia del compositor barroco napolitano, el t¨¦rmino bajtiano que utiliza W. Dean Sutcliffe para explicar su particular esencia como compositor. Zacharias hace propia esa heteroglosia scarlattiana en sus interpretaciones. Incluso el pianista alem¨¢n ha convertido al compositor italiano fallecido en Madrid en una especie de vig¨ªa para replantear el resto de su repertorio pian¨ªstico. Su esencia le ha llevado hacia el rubato de Chopin o Schumann, pero tambi¨¦n a los sones impresionistas de Ravel y a fortalecer su preeminencia hacia Mozart y Schubert. Ya en la primera propina, el Arabeske Op. 18 de Schumann, result¨® decisivo en ese juego de opuestos con los Minore o el bell¨ªsimo ep¨ªlogo, que suena tan scarlattiano en manos de Zacharias. Fue el mejor Schumann de la noche. En la primera parte, el pianista alem¨¢n no encontr¨® ni el mordiente ni la claridad de ideas necesarias para elevar una partitura tan desigual como la Fantasiest¨¹cke Op. 111 o tan obsesiva y contrastante como la Kreisleriana Op. 16.
La segunda parte dedicada a Chopin result¨® claramente superior. Los nexos del programa estaban claros, pues no s¨®lo Schumann fue decisivo en el reconocimiento de Chopin como compositor, a trav¨¦s de un famoso art¨ªculo publicado en el Allgemeine Musikalische Zeitung en diciembre de 1831, sino porque su Kreisleriana est¨¢ dedicada a Chopin o en su Fantasiest¨¹cke resuenan ecos de sus ?tudes pian¨ªsticos. Pero Zacharias adem¨¢s dise?¨® una ideal sucesi¨®n de cuatro mazurcas del compositor polaco flanqueadas por sus dos primeros scherzos. El p¨²blico lo entendi¨® a la perfecci¨®n, pues despu¨¦s de la brillante interpretaci¨®n del Scherzo n? 1 Op. 20 nadie hizo el menor adem¨¢n de aplaudir. El pianista alem¨¢n encontr¨® en Chopin todo el empuje, vigor y calidad t¨ªmbrica ausente en Schumann. Ya en la secci¨®n central del primer scherzo comenz¨® a desgranar la magia de su fraseo, que disfrutamos tambi¨¦n en el segundo, pero especialmente en las dos mazurcas m¨¢s conectadas con el acervo polaco, las Op. 41 n? 1 y Op. 30 n? 4. Concede Zacharias a esta m¨²sica un v¨ªnculo con lo popular que trasciende su ¨¦poca y estilo, lo mismo que acostumbra con las sonatas de Scarlatti. Quiz¨¢ nadie traduzca mejor hoy en sonido esa remota nostalgia que inspir¨® estas composiciones. Y cada vez de una forma diferente. Variedad, pero tambi¨¦n heteroglosia.
Babelia
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