Sinfon¨ªa completa de Jos¨¦ Tom¨¢s en el d¨ªa de San Juan

Sinfon¨ªa completa de Jos¨¦ Tom¨¢s al cuarto. Todo el esplendor del torero ante un no menos espl¨¦ndido toro de N¨²?ez del Cuvillo. Desde la salida, con lances a pies juntos y templados, o en el quite que sigui¨® al puyazo: dos delantales, otras tantas tafalleras y la revolera de firma. La faena la inici¨® con siete estatuarios en el platillo, sin mover un m¨²sculo, y un monumental pase del desprecio con la izquierda. Sigui¨® a lo grande. La mejor versi¨®n de Jos¨¦ Tom¨¢s, ante un toro mucho m¨¢s aparente que su primero. Muy buen toro el de Cuvillo. La faena mantuvo siempre un nivel alto. El temple, la profundidad de los muletazos siempre cargando la suerte. Y una colocaci¨®n infalible ante el toro. Siempre la muleta cosida al hocico del toro, arrastrada con mimo por la arena. Mucha personalidad en todo. Los naturales de frente y los de la propina final, dados con la mano derecha sin ayuda del estoque, fueron un monumento al toreo. No tuvo resquicio alguna la faena, rematada con una buena estocada a la que el toro se resisti¨®. Hasta por tres veces se levant¨® el bravo astado. Cuando finamente rod¨®, la plaza fue un clamor.

Jos¨¦ Tom¨¢s lidi¨® en su primer turno un toro sin trap¨ªo. La presencia del torero dejaba en segundo plano cualquier otra cuesti¨®n. Ese primero fue toro de muy buen juego en la muleta. Tuvo fijeza, transmiti¨® y dur¨® hasta que Tom¨¢s dijo basta. La faena tuvo las virtudes propias de Jos¨¦ Tom¨¢s, pero la falta de toro minimizaba la escena. Series largas, de siete u ocho muletazos y los remates por afarolados o de pecho muy celebrados por la gente. Las manoletinas de frente o de perfil, indistintas, cerraron una labor muy limpia pero sin la chispa necesaria por la falta de toro.

Un manso fue el tercero de la tarde. La cosa, perdida casi a las primeras de cambio, no ten¨ªa m¨¢s soluci¨®n que acabar pronto. Manzanares ahorr¨® tiempo y finiquit¨® el asunto.

En el sexto sopl¨® el viento de popa tras lo de Jos¨¦ Tom¨¢s. Y Manzanares aprovech¨® otro buen toro. El clasicismo estuvo siempre en liza y lo mejor de esa faena siempre se decant¨® por el lado izquierdo. Por ese pit¨®n Manzanares describi¨® naturales de gran belleza y elegancia. Entr¨® a matar a recibir y dej¨® la espada en todo lo alto.

No fue la tarde de Manuel Manzanares. Muy discreto en el primero, aunque de salida templ¨® bien, y sin acierto ante un cuarto que se par¨®. Manzanares no supo c¨®mo resolver y se sucedieron las pasadas en falso.