Daos un pu?etazo en la cara y caed muertos
Me acord¨¦ de la dadaista consigna de Tristan Tzara que da t¨ªtulo a este Sill¨®n el domingo por l anoche
Me acord¨¦ de la consigna de Tristan Tzara que he tomado como t¨ªtulo de este sill¨®n melanc¨®lico y fracasado hacia las 23.00 del domingo, cuando ya estaba claro y sin vuelta atr¨¢s que casi ocho millones de espa?oles volv¨ªan a dar su aprobaci¨®n (con insistencia plebiscitaria) a Mariano Rajoy, haciendo trizas no s¨®lo las previsiones de todas las encuestas (¡°menos mal que los que las hacen no fabrican condones¡±, me emaile¨® mi amiga Amelia Solas), sino las esperanzas de buena parte de la ciudadan¨ªa. Como ya se ha demostrado en repetidos comicios, tanto la incompetencia de las agencias de sondeos como la corrupci¨®n de los pol¨ªticos pagan muy poco en esta parte de lo que todav¨ªa llamamos Europa: ah¨ª tienen no s¨®lo el asombroso fiasco de las encuestas ¡°a pie de urna¡± (a la mayor¨ªa de la gente le ponen de patitas en la calle por cosas mucho m¨¢s leves), sino, por poner dos ejemplos de diferente magnitud, los apabullantes resultados de Valencia o Valdemoro, dos de los epicentros de las mas ¡°asquerosas¡± tramas corruptas y consentidas. Para desgracia de casi todos, buena parte de los habitantes de este pa¨ªs parece seguir prefiriendo malo conocido a cualquier otra cosa, quiz¨¢ porque nuestro ancestral estoicismo quevedesco nos sopla insidioso al o¨ªdo que lo peor siempre es empeorable, de manera que virgencita m¨ªa, etc¨¦tera. El mandato de Tzara citado es uno de los 168 dardos dad¨¢ incluidos en el estimulante volumen (ideal para momentos depresivos y pensamientos suicidas) del mismo t¨ªtulo; el profesor Jos¨¦ Antonio Sarmiento, que sabe mucho de vanguardias, ha sido el ant¨®logo de esos ¡°dardos¡± y, sobre todo, el compilador, editor y prologuista del volumen Cabaret Voltaire (traducci¨®n de los textos de Jos¨¦ Luis Reina Palaz¨®n), en el que se recoge una amplia selecci¨®n de intervenciones, poemas, fragmentos dram¨¢ticos, diarios, entrevistas y canciones de personajes relacionados con dad¨¢. Los dos vol¨²menes, editados por la Universidad de Castilla-La Mancha en el centenario del movimiento m¨¢s rompedor e influyente del siglo de las vanguardias, dan cuenta de la fuerza, originalidad y pasi¨®n de aquella aut¨¦ntica revoluci¨®n en la manera de ver, sentir y asumir el mundo que se inici¨® en la oscura taberna La Lechera (rebautizada para la ocasi¨®n Cabaret Voltaire) de la Spiegelgasse de Z¨²rich el 5 de febrero de 1916. Los principales animadores del proyecto fueron la pareja compuesta por el artista y poeta Hugo Ball y la cantante, animadora y tambi¨¦n poeta Emmy Hennings, que llevaban tiempo viviendo juntos (¡°Dios ha inventado el concubinato, Satan¨¢s el matrimonio¡±, dec¨ªa Picabia) y montando espect¨¢culos de cabaret por Europa. Al ¨¦xito de aquel local, que pronto se convirti¨® en un polo de atracci¨®n de la abigarrada poblaci¨®n transe¨²nte (esp¨ªas, anarquistas e internacionalistas, desertores, arist¨®cratas, bohemios, artistas) que la guerra hab¨ªa reunido en la ciudad, contribuyeron poetas (Tzara, Huelsenbeck), pintores (Arp, Janco), cantantes, dise?adores y, en general, todo el que estaba en Z¨²rich y ten¨ªa algo que expresar. Aquella ¡°jaula de p¨¢jaros rodeada de rugientes leones¡± (Ball) se convirti¨® inmediatamente en un gigantesco happening en el que todo era posible, incluso la obra de arte total por la que hab¨ªa suspirado Wagner. Dicen (aunque el prologuista lo desmiente) que Lenin, que viv¨ªa en la misma calle y estaba empe?ado en la composici¨®n de El imperialismo, fase superior del capitalismo, se pasaba de vez en cuando a curiosear y a ver qu¨¦ se coc¨ªa en la trastienda art¨ªstica de la guerra: Tzara afirm¨® que jugaba al ajedrez con ¨¦l, y el pintor Marcel Janco asegura en una entrevista incluida en el libro que a menudo convers¨® all¨ª con el l¨ªder de los bolcheviques. No deja de tener su punto imaginarse a Lenin escuchando, por ejemplo, a Richard Huelsenbeck declamar sus poemas ¡°negros¡± mientras el p¨²blico del cabaret, siempre participativo, contestaba ¡°?Umba, Umba, Umba!¡± (est¨¢ documentado) con un entusiasmo muy diferente del que los campesinos, obreros y soldados utilizar¨ªan para responder a sus proclamas dos a?os m¨¢s tarde en el Soviet de Petrogrado. En todo caso, nunca me podr¨ªa imaginar a nuestro particular Ub¨²-Rajoy o a Moragas, su exitoso jefe de campa?a, en un cabaret como aquel, donde todo el mundo se lo pasaba tan bien. Y eso que me pareci¨® ver a los dos personajes dando torpes saltitos de alegr¨ªa en el balc¨®n del edificio de G¨¦nova, el mismo en el que B¨¢rcenas preparaba y entregaba los sobres. Si las paredes hablasen.
Viajes
Ahora que viene el buen tiempo, se me ocurren dos soluciones para no caer en el m¨¢s horrible de los muermos hasta que nuestros queridos pol¨ªticos tengan a bien formar Gobierno (si es que esta vez consiguen dejar de preocuparse por el sill¨®n donde aposentar¨¢n sus peque?os o grandes culos). Las dos tienen que ver con el viaje o, cuando menos, con el deseo de huir, de no estar donde solemos, de irnos por un rato. En Desaparecer de s¨ª (Siruela), el antrop¨®logo David Le Breton (que ya hab¨ªa publicado el breviario Elogio del caminar, sobre esa forma privilegiada de evasi¨®n reivindicada en la modernidad) explora con lucidez y rigor esa ¡°tentaci¨®n contempor¨¢nea¡± que es la ausencia, la desconexi¨®n, el decir adi¨®s a lo que nos marca la cotidianidad de nuestras vidas. Le Breton explora esa necesidad de ¡°tomarnos vacaciones¡± y las formas que reviste, desde la represi¨®n, la toxicoman¨ªa o los para¨ªsos artificiales, a la b¨²squeda de aquella blancura no corrompida por el ¡°sentido¡± en la que cabe a¨²n la ilusi¨®n de ¡°reconstruirse¡±. Desaparecer en cualquiera de sus m¨²ltiples posibilidades ha sido y es tambi¨¦n un tema recurrentemente literario: Le Breton cita, entre otros, a Melville, Auster, Pirandello, Mankell o Simenon, en cuyas obras aparecen personajes que aspiran a ¡°huir de s¨ª¡± y darse a la fuga u ocultarse. En cuanto al viaje propiamente dicho, las librer¨ªas nos brindan estos d¨ªas veraniegos y t¨®rridos m¨²ltiples propuestas, entre las que destaco ¡ªahora que la libra se ha puesto barata, ?glup!¡ª el recorrido por las highlands escocesas de la mano del Diario de un viaje a las H¨¦bridas con Samuel Johnson (1785), de James Boswell (Pre-Textos, 2016; competente traducci¨®n de Antonio Rivero Taravillo), donde, adem¨¢s de descripciones repletas de color local (muchos lugares pintorescos han desaparecido), an¨¦cdotas y reflexiones sobre personajes y modos de vida (los clanes), el lector conocer¨¢ de primera mano algunas de las peculiaridades de una de las relaciones de pareja literarias (pero no ficticias) m¨¢s apasionantes del siglo de las luces, algo que se muestra en estos diarios con m¨¢s frescura y espontaneidad que en la apasionante Vida de Samuel Johnson (1791), del propio Boswell (Acantilado, 2007), por la que el malogrado Miguel Mart¨ªnez-Lage consigui¨® el Premio Nacional de Traducci¨®n en 2008.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.