Bendita sea la merienda

Bendita sea la merienda, que permite que las pe?as abandonen los instrumentos de viento y los tambores y dediquen su atenci¨®n a las famosas magras con tomate, al ajoarriero, los garbanzos, el cava y el calimocho. La plaza cambia de color a la muerte del tercer toro y el gigantesco mantel de los tendidos es un b¨¢lsamo para el alma. No crea nadie que se hace entonces el silencio; en absoluto. Aqu¨ª se come y se habla a un tiempo, con lo que el murmullo vociferador es constante.

?Y la callada sombra? Estos espectadores no llevan ollas ni cubos, pero s¨ª unos bocadillos grandes que se zampan con un buen tinto de reserva. Callados, s¨ª, pero comilones como los dem¨¢s.

Pero no ha entrado el cuerpo en caja con la ausencia del ruido, cuando las pe?as dan por terminado el pantagru¨¦lico aperitivo y vuelve la plaza a su estado natural. ?Qui¨¦n ha dicho que la capacidad de aguante del ser humano no es ilimitada? Que venga a esta plaza y despu¨¦s hable. Aqu¨ª deber¨ªan dar con la entrada una aspirina o una cita para el complejo hospitalario de Navarra.

Mientras tanto, entre tanto protagonismo de la comida y la fiesta, la terna se juega la vida con una muy seria y complicada corrida de Jos¨¦ Escolar, toracos de enorme presencia y astifinas defensas que no facilitaron la labor de los toreros.

Mucho m¨¦rito tiene hacer el pase¨ªllo en Pamplona. El toro que aqu¨ª le sale a los que no son figuras tiene mucha tela que cortar. F¨ªjense, si no, el mal trago del heroico Javier Jim¨¦nez, que se ha salvado de aut¨¦ntico milagro de una desgracia irreparable.

Se puede discutir, como es l¨®gico, si los toreros de este cartel pudieron estar mejor. Seguramente, s¨ª. Pero lo cierto es que se jugaron la vida y no les sirvi¨® de nada. Porque los tres necesitan contratos y ayer no los han conseguido.

Marco se anuncia porque es navarro y el torero se justifica lo mejor que puede, que no es mucho. Fue volteado al entrar a matar a su primero y ¨¦l solito se hizo el quite dando vueltas sobre s¨ª mismo. Su lote no sirvi¨®.

Se le ve suelto a Bautista, luci¨® a la ver¨®nica en su primero y mat¨® de una fulminante estocada al quinto, lo que le vali¨® una oreja. El resto, decisi¨®n agradecida y olvidable.

Y Alberto Aguilar se encontr¨® con el mejor toro y lo aprovech¨® a medias. Ese tercero fue noble y de largo recorrido y el torero dibuj¨® buenos derechazos, pero sin la contundencia que la casta del toro requer¨ªa. Recibi¨® al sexto con una larga cambiada de rodillas en el tercio y unas aceptables ver¨®nicas. Demostr¨® encomiable valent¨ªa, se jug¨® la voltereta, aguant¨® tarascadas y parones, pero no se amilan¨®. Su actuaci¨®n fue muy meritoria. (La corrida termin¨®, pero sigue el foll¨®n).