El d¨ªa en que Doroteo Arango Ar¨¢mbula invadi¨® Estados Unidos
Hace un siglo, Pancho Villa sorprendi¨® al mundo al atacar la localidad de Columbus. Una exposici¨®n en M¨¦xico revisa el ins¨®lito episodio
Esa noche, Doroteo Arango Ar¨¢mbula pudo haber elegido ser cualquiera de las personas que fue en su vida. El bandolero de cananas cruzadas, el general en retirada, el mujeriego impenitente, el alba?il honrado e incluso el adolescente que se perdi¨® en la oscuridad despu¨¦s de haber baleado al violador de su hermana. Pero en esa madrugada del 9 de marzo de 1916, bajo un cielo de frontera, decidi¨® ser simplemente Pancho Villa e invadir los Estados Unidos de Am¨¦rica.
A las 4.45, al mando de unos 500 hombres, atac¨® el peque?o pueblo de Columbus y el fuerte militar Furlong, en Nuevo M¨¦xico. La incursi¨®n, la ¨²nica sufrida hasta aquel momento por Estados Unidos desde la guerra anglo-americana de 1812, abri¨® un cap¨ªtulo hist¨®rico tan extra?o como legendario en la relaci¨®n entre ambos pa¨ªses. Para muchos fue un ataque sanguinario y brutal, obra del hurac¨¢n de la venganza. Otros lo han ensalzado como un gesto de un hero¨ªsmo ciego y desbordado. Tambi¨¦n hay quien lo explica como el resultado de un c¨¢lculo fr¨ªo. Posiblemente lo fue todo, porque algo de todo eso, vengativo, heroico y calculador, fue Pancho Villa.
Esa idea, al menos, es la que queda tras visitar la exposici¨®n temporal De vuelta a Columbus. La muestra, organizada por el Instituto Nacional de Antropolog¨ªa e Historia con motivo del centenario de la incursi¨®n, se exhibe en un bell¨ªsimo y poco conocido rinc¨®n de la Ciudad de M¨¦xico: el antiguo Convento de Nuestra Se?ora de los ?ngeles de Churubusco. Sus luminosos jardines y muros, de m¨¢s de 400 a?os, acogen el Museo Nacional de las Intervenciones, dedicado exclusivamente a historiar las incursiones extranjeras en M¨¦xico.
En el caso de Columbus, el asalto no qued¨® sin respuesta. Mancillado el orgullo patrio, el presidente Woodrow Wilson puso en pie una expedici¨®n punitiva, con tanques y aviones, que lleg¨® a tener 10.000 soldados. La encabezaba el general John J. Pershing, curtido en Cuba contra el ej¨¦rcito espa?ol y quien posteriormente comandar¨ªa las tropas estadounidenses en la Primera Guerra Mundial. El 15 de marzo de 1916, con la orden de capturar y ajusticiar a Villa, aquel ej¨¦rcito irrumpi¨® en territorio mexicano. En sus filas iban dos j¨®venes e implacables oficiales llamados Dwight D. Eisenhower y George Patton. Durante 11 meses vivir¨ªan una de las aventuras m¨¢s singulares de sus existencias.
Villa no era un desconocido para los estadounidenses. Hombre de inteligencia natural, siempre fue consciente del poder de la imagen y ¨¦l mismo, como despu¨¦s har¨ªa El Che Guevara, se encarg¨® de cimentar su mito. En sus andanzas se rode¨® de intelectuales y periodistas, como John Reed, y hasta rod¨® con Hollywood una pel¨ªcula sobre su propia vida. Filmada con Raoul Walsh, la obra se estren¨® en 1914 con ¨¦xito en Estados Unidos. Una fama que dos a?os despu¨¦s se volvi¨® en su contra. ¡°Villa fluctuaba entre dos extremos. Era una fuerza destructiva de la naturaleza y, por momentos, un ser sensible a las causas sociales. Para m¨ª, Villa fue un justiciero. Pero un justiciero sangriento¡±, se?ala el historiador Enrique Krauze.
Los motivos que llevaron a Villa hasta Columbus forman parte de una intrincada discusi¨®n hist¨®rica que la exposici¨®n, con apoyo de documentos y fotograf¨ªas, trata de apartar de las brumas ¨¦picas. En los d¨ªas del ataque, el antiguo bandolero atravesaba uno de sus peores momentos. A?os antes, en el torbellino inicial de la revoluci¨®n, su lealtad a Francisco I. Madero y su genio militar le hab¨ªan elevado al generalato. Admirado por su valor, en el c¨¦nit de su gloria hab¨ªa entrado a caballo junto con Emiliano Zapata en la misma Ciudad de M¨¦xico. Pero ca¨ªdo el Gobierno del tenebroso general Victoriano Huerta, los revolucionarios se disgregaron y la tormenta arreci¨®.
Enfrentados al presidente Venustiano Carranza, los ej¨¦rcitos de Villa fueron derrotados entre abril y junio de 1915 en El Baj¨ªo por el general ?lvaro Obreg¨®n. Golpe a golpe, El centauro del norte fue retrocediendo hasta refugiarse en la agreste sierra de Chihuahua, al norte del pa¨ªs. All¨ª, diezmado y fugitivo, disolvi¨® su legendaria Divisi¨®n del Norte y la reorganiz¨® en partidas guerrilleras. Fue durante aquel g¨¦lido invierno, cuando fragu¨® su ataque a Columbus. Frente a quienes han considerado la incursi¨®n una furibunda respuesta al respaldo de Estados Unidos a Carranza, la exposici¨®n fija como tesis un elaborado c¨¢lculo pol¨ªtico del caudillo norte?o.
El ataque buscaba que Washington respondiese precisamente como hizo: entrando en territorio mexicano. Una operaci¨®n de alcance limitado que permitir¨ªa a Villa avivar el sentimiento nacionalista a su favor y situar a Carranza ante el erosionante dilema de permitir una impopular invasi¨®n extranjera o enfrentarse al poderoso gigante del norte. Junto a este ¨¢nimo provocador, la incursi¨®n tambi¨¦n ten¨ªa como finalidad nutrirse de armamento y, de paso, vengarse del comerciante Samuel Ravel que, con apoyo de la inteligencia estadounidense, hab¨ªa vendido munici¨®n in¨²til a Villa.
¡°Desde el punto de vista militar, el ataque no puede considerarse un ¨¦xito. El pueblo de casas de madera qued¨® devastado por el fuego, pero su guarnici¨®n, el fuerte Furlong, apenas sufri¨® da?os. Los esp¨ªas se equivocaron y los villistas asaltaron las caballerizas¡±, afirma el comisario de la exposici¨®n, el profesor Pavel Navarro. Aunque hay dudas sobre las bajas villistas, Navarro calcula unas 70, frente a 27 en el bando estadounidense. Tampoco se logr¨® una requisa importante de armas y animales. Pero su ¨¦xito en el terreno simb¨®lico y pol¨ªtico fue arrollador.
La incursi¨®n jug¨® desde el primer d¨ªa contra Carranza y, a la larga, contra Washington. Los soldados de Black Jack Pershing ahorcaron a villistas, hicieron prisioneros, pero una y otra vez fueron burlados por el general rebelde. Su presencia, a medida que pas¨® el tiempo, se volvi¨® m¨¢s y m¨¢s impopular hasta que estall¨® la chispa que les hizo descubrir el polvor¨ªn sobre el que se hab¨ªan sentado. Fue en Parral (Chihuahua). El mayor Frank Tompkins, desoyendo a los oficiales carrancistas, condujo su columna hasta el centro de la ciudad. Al principio no hubo resistencia, pero una joven profesora, Elisa Griensen Zambrano, decidi¨® plantar cara y, acompa?ada de un grupo de estudiantes de primaria, se enfrent¨® con un valor rayano en la locura a las tropas gringas y las conmin¨® a marcharse. Su acci¨®n prendi¨® el pueblo. Armados de palos, piedras y alg¨²n que otro rifle, la s¨²bita revuelta popular puso en fuga a los estadounidenses.
El episodio, del que existen tantas versiones como leyendas, hizo vibrar la campana del orgullo mexicano y enfrent¨® a Washington y al presidente Carranza a sus demonios. La relaci¨®n entre ambos, con una posible revuelta social de por medio, se torn¨® insostenible. Carranza empez¨® a presionar a Wilson para lograr la retirada. En este escenario se sumaron dos factores explosivos. Estados Unidos descubri¨® que Alemania, en plena Guerra Mundial, trataba de ganarse a M¨¦xico como aliado. Y Villa, a quien muchos hab¨ªan dado por muerto, reapareci¨® cabalgando a lomos de la leyenda despu¨¦s de permanecer tres meses oculto en una cueva de la Sierra Madre. La expedici¨®n punitiva hac¨ªa aguas. Un sangriento enfrentamiento en Carrizal, esta vez con militares oficialistas mexicanos, la puso la picota. El 5 de febrero de 1917, el mismo d¨ªa en que se promulgaba la Constituci¨®n mexicana, las tropas estadounidenses salieron del pa¨ªs.
Ese fue el final del ataque a Columbus. El general mexicano a¨²n vivir¨ªa aventuras memorables antes de caer emboscado el 20 de julio de 1923 en Parral, la misma ciudad que hab¨ªa expulsado a las fuerzas de Pershing. Al morir, Pancho Villa, nacido Doroteo Arango Ar¨¢mbula, ten¨ªa 45 a?os. 12 balazos y un tiro de gracia le abrieron la tumba.
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