Invisibilidades y puertas giratorias
Ante la posibilidad de unas terceras elecciones tengo un buen remedio: la criogenizaci¨®n
Ignoro lo que pueda suceder en los pr¨®ximos d¨ªas, pero hoy por hoy, cuando el se?or Rajoy todav¨ªa no ha empezado a reunirse con los l¨ªderes de los partidos mayoritarios para recabar apoyos a su investidura, se escuchan ominosas voces (tertulianos, pol¨ªticos, distribuidoras de Avon) que no excluyen la posibilidad de ir a terceras elecciones. Ante tremenda eventualidad, no se me ocurren otras alternativas que a) manipular mi destino someti¨¦ndome a un proceso de criogenizaci¨®n semejante al que contratan los superricos de Cero K (Seix Barral), la ¨²ltima obra maestra de ese gigante que (a¨²n) es Don DeLillo, y permanecer congelado hasta, por ejemplo, el quinto centenario de Shakespeare y Cervantes; b) hacerme invisible y presentarme ?subrepticiamente en las sedes de los partidos en liza para modificar programas y documentos, enredar en sus propuestas y crear la confusi¨®n entre dirigentes y bases, y, c) largarme y decir adi¨®s a todo esto por una larga temporada. La primera opci¨®n requiere un viaje en el tiempo (Convergencia, el lugar donde tiene su sede el complejo para la criogenizaci¨®n de los Lockhart, se encuentra en alg¨²n punto de la extinta URSS) y, adem¨¢s, resulta caro y peligroso. Puedo contemplar, sin embargo, una opci¨®n bastante m¨¢s barata, que me ha sido sugerida por la lectura, en la consulta del dentista, del art¨ªculo Construir nuestro propio refugio nuclear, y en el que se explica, paso a paso, la creaci¨®n de un ¨¢mbito aislado del mundo y bien provisto de agua potable, comida, ventilaci¨®n y energ¨ªa, y cuyo autor se ha inspirado sin duda en la proliferaci¨®n de proyectos de refugios at¨®micos en EE?UU durante el p¨¢nico nuclear de los cincuenta: conservo, como oro en pa?o, un ejemplar antiguo de la revista Popular Mechanics repleto de ideas para fabricarlos, pero el inconveniente es que carezco de jard¨ªn donde excavarlo. La opci¨®n b ser¨ªa perfecta si supiera c¨®mo lograr hacer realidad el viejo sue?o de la invisibilidad, pero no dispongo, como el noble pastor Giges (La Rep¨²blica, de Plat¨®n, II, 359-360), del anillo que le hac¨ªa invisible, y mediante el cual se col¨® en el palacio real, se acost¨® con la reina y se apoder¨® del trono. Y tampoco controlo la magia que permit¨ªa al esp¨ªritu Ariel (nada que ver con el detergente de la multinacional Procter & Gamble) hacerse invisible para comportarse como mosca cojonera con los enemigos de Pr¨®spero (La tempestad, Shakespeare), ni de los conocimientos cient¨ªficos de Griffith, el inolvidable protagonista de El hombre invisible, de H.?G. Wells (1897), magistralmente interpretado por el vendad¨ªsimo Claude Rains en la pel¨ªcula de James Whale (1930). En cuanto a los viajes, reconozco que es la opci¨®n m¨¢s al alcance de la mano, pero tiene el inconveniente de que siempre que viajo me encuentro con compa?eros inoportunos, que siempre acechan en los lugares m¨¢s ins¨®litos. A lo peor resulta que no hay soluci¨®n para lo que se nos podr¨ªa venir encima. O, dicho con los (casi) siempre desesperanzados versos de la poetisa uruguaya Idea Vilari?o (Poes¨ªa completa, Lumen): ¡°Pod¨¦s creer que nada?/ le sirve nunca?/ a nadie?/ para nada¡±.
Puertas
Creo que fue Churchill el que pronunci¨® el manido y biempensante axioma que, m¨¢s o menos, reza: quien no es revolucionario a los 20 a?os es que no tiene coraz¨®n, y quien lo sigue siendo a los 40 es que no tiene cabeza. Claro que yo prefiero, por razones euf¨®nicas, la formulaci¨®n que la leyenda atribuye al presidente argentino Arturo Frondizi: ¡°Si a los 20 no quer¨¦s cambiar el mundo no ten¨¦s coraz¨®n, pero si a los 40 segu¨ªs queriendo cambiarlo sos un pelotudo¡±. Eso ¨²ltimo ha debido pensar en muchas ocasiones Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso (Lisboa, 1956), desde sus or¨ªgenes pol¨ªticos (cuidadosamente poco aireados) como cuadro del mao¨ªsta Movimento Reor?ganizativo do Partido do Proletariado (del que, por cierto, fue expulsado por robo) hasta su reciente nombramiento como uno de los presidentes de Goldman Sachs, una de las organizaciones de banca de inversi¨®n y valores m¨¢s poderosas del mundo, y que tanto tuvo que ver en los inicios y desarrollo de la ¨²ltima gran crisis econ¨®mica del capitalismo realmente existente. Por el camino de Dur?o Barroso, que siempre supo a d¨®nde y a qui¨¦n conven¨ªa arrimarse, quedan su conversi¨®n a la socialdemocracia, su ejecutoria como primer ministro portugu¨¦s, cuando aplic¨® concienzudamente pol¨ªticas neoliberales y ultraconservadoras, su bufonesco papel como anfitri¨®n de la ¡°cumbre¡± de las Azores, su presidencia en la Comisi¨®n Europea. Ahora, desde su flamante despacho supermillonario en el east end, una vez franqueada la puerta giratoria de la multinacional financiera, seguir¨¢ aplicando su experiencia y su capacidad para moverse como pez en el agua por las intrigas de la alta pol¨ªtica, para intentar aliviar los problemas que a la compa?¨ªa puedan suponerle las consecuencias del Brexit. La vida en el east end londinense ha cambiado mucho desde que, a principios del siglo XX, all¨ª se hacinaba la enorme poblaci¨®n de indigentes y desem?pleados olvidados por las grandes fortunas surgidas del comercio con las colonias. Jack London, que lleg¨® a Londres en 1902, cuando ya era una figura literaria conocida en Estados Unidos, se disfraz¨® de mendigo para mimetizarse con la ingente poblaci¨®n de desheredados que pululaban por la zona. El resultado de su investigaci¨®n y sus vivencias fue el extraordinario libro-reportaje (¡°intencionadamente sensacionalista¡±, seg¨²n indica Ian Sinclair en el pr¨®logo) La gente del abismo, que ahora publica (traducci¨®n de Javier Calvo) Gatopardo Ediciones. No creo que a Dur?o Barroso le queden tiempo ni ganas de leerlo.
Guerra
A las 17.00 del 17 de julio de 1936 se produjo el primer acto de lo que pronto se convertir¨ªa en el m¨¢s sangriento y desgarrador conflicto de la historia espa?ola contempor¨¢nea. Dejando a un lado la ingente bibliograf¨ªa historiogr¨¢fica (unos 50.000 vol¨²menes) que ha generado, la guerra ha sido tel¨®n de fondo, motivo, argumento o tema de buena parte de la novela espa?ola publicada desde entonces. El periodista comunista Jos¨¦ Luis Salado (en Tiros al blanco, publicado por Espuela de Plata) escrib¨ªa en 1937, cuando a¨²n cre¨ªa que la Rep¨²blica acabar¨ªa derrotando a los facciosos, que ¡°s¨®lo la guerra, el recuerdo literario de la guerra, nos podr¨¢ interesar durante muchos a?os¡±. No sab¨ªa hasta qu¨¦ punto su opini¨®n se iba a confirmar. El muy pol¨¦mico ¡ªpero extra?amente poco debatido¡ª ensayo La guerra civil como moda literaria (Clave Intelectual, 2015), de David Becerra Mayor, examina el papel de la guerra en la producci¨®n novelesca espa?ola. Hoy es un buen d¨ªa (como cualquier otro) para traerlo a cuento.
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