Espect¨¢culo Le Carr¨¦
Con la resaca del Brexit, anima ver El infiltrado (ACM). En una de sus memorables secuencias, un cliente armament¨ªstico de alg¨²n pa¨ªs ¨¢rabe espeta al agente Andrew Birch: ¡°Estudi¨¦ en la London School of Economics. Todo lo que s¨¦ lo aprend¨ª en su pa¨ªs¡±. Con trainings similares, uno hasta se alegra de que hayan salido. Pero ni aun as¨ª nos libraremos de la perfidia que portan personajes como el Richard Roper a quien ha dado vida el siempre inquietante Hugh Laurie: traficantes de armas ahogados en champ¨¢n, c¨ªnicos ingenieros de pesadillas amparados por el status quo.
Pese a algunas secuencias m¨¢s acordes con un sofisticado anuncio de lencer¨ªa fina que de una serie moderna, El infiltrado resulta un producto contundente. El espect¨¢culo no s¨®lo radica en el ritmo, la suculenta trama, trasladada para la televisi¨®n a la efervescencia agrietada de la primavera ¨¢rabe o en unos actores m¨¢s que eficaces liderados por Laurie y Tom Hiddelston, el pr¨®ximo aspirante a convertirse en James Bond. Lo asombroso, sobre todo, es la cabeza de ese contumaz radi¨®logo de nuestro tiempo desde la guerra fr¨ªa al presente derrumbe del sue?o europeo llamado John Le Carr¨¦.
Atento y persistente, noble, sagaz y con estilo propio, la obra de este antiguo miembro del MI5 y el MI6, trasciende y palpita saltando de d¨¦cada en d¨¦cada con un pulso que revela cuanto acontece tras lo evidente. A trav¨¦s suyo nos enteramos de la constante tensi¨®n en el mundo bipolar. Cuando cay¨® el muro agudiz¨® su curiosidad y nos adentr¨® en un nuevo tablero fragmentado con focos de inestabilidades incluso mayores. Fue alert¨¢ndonos de peligros opacos y amenazantes con tent¨¢culos distribuidos por todas las nuevas zonas calientes del planeta. Prestar atenci¨®n a Le Carr¨¦ supone un ejercicio de conciencia y conocimiento, un ant¨ªdoto frente a la estupidez en la que tantos pol¨ªticos y poderosos nos quieren mantener alejados de sus mejunjes.
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