Y sus caballos siguen cabalgando
Venciendo mi larga alergia a los conciertos me decido a ver a Patti Smith, a ver si es capaz de transmitirme desde el escenario la emoci¨®n y la fuerza de sus discos
Durante muchos y gloriosos a?os fue posible en Madrid ver y o¨ªr de cerca a gran parte de los m¨²sicos que ten¨ªan algo importante, o hermoso, o magn¨¦tico, o fascinante que contar. Con su voz, su guitarra, su trompeta, su saxo, su piano, o instrumentos con menos prestigio. Estos acontecimientos pod¨ªan llenar estadios de futbol, pabellones, recintos muy espaciosos, o un colegio mayor cuyo recuerdo de las actuaciones de los grandes del jazz es tan agradecido como legendario para varias generaciones de mel¨®manos. Pero tambi¨¦n puedo jurar que en un club en el que podr¨ªan entrar setenta u ochenta clientes, concretamente en el largamente fenecido Balboa Jazz, tuve que frotarme los ojos varias veces constatando que a pocos metros de mi mesa y de mi copa estaba sonando la bater¨ªa de Art Blakey acompa?ado por sus Jazz Messengers, el elegante saxo de Stan Getz o el admirable piano de aquel se?or catal¨¢n y ciego llamado Tete Montoli¨².
Y tengo la sensaci¨®n de que durante una larga ¨¦poca disminuyeron notablemente en esta ciudad los conciertos de m¨²sicos ilustres. Ignoro las razones, aunque imagino que como todo en este mundo y en los otros estar¨ªa relacionado con la econom¨ªa. O a lo peor, me hice viejo y desganado, deduje que la m¨²sica te alimentaba mejor el alma si solo la escuchabas en tu casa y en soledad. Consecuentemente, son muy pocas las veces a partir del cambio de milenio en las que he querido contemplar en carne y hueso, sin que su arte est¨¦ enlatado, a la gente que me ha hecho feliz o que podr¨ªa descubrirme nuevos prodigios. Le he seguido la pista de vez en cuando, en vivo y en directo, al cada vez m¨¢s vago y r¨¢cano Van Morrison, por si a su viejo genio le daba por resucitar en vez de limitarse cubrir el expediente, a Dylan por ser Dylan aunque resulte imposible en la mayor¨ªa de ocasiones reconocer en sus retorcidas interpretaciones muchas canciones sublimes que invent¨® este hombre, a Springsteen porque siempre otorga vida y ofrece todo, a Leonard Cohen celebrando que debido a la ruina cremat¨ªstica abandone el monasterio budista para subirse otra vez al escenario y hablarnos de amores y desamores, milagros y soledades, a gente nueva ( aunque Jeff Tweedy y Anohni deben de andar ya por la mitad de la cuarentena) cuyos discos me impresionaron, y poco m¨¢s. O sea, no pasa de un concierto al a?o, algo extra?o para alguien que en los viejos tiempos acud¨ªa con fervor o con curiosidad a infinidad de ellos.
Habiendo observado de cerca a casi todos los m¨²sicos contempor¨¢neos de mi existencia a los que he amado, jam¨¢s he visto sobre un escenario a Tom Waits. Ese disco doble y excepcional titulado Nighthawks at the Diner fue grabado en directo, con p¨²blico, en tugurios donde tocaba este hombre. O eso quer¨ªa parecer. Hubiera dado cualquier cosa por estar all¨ª. Su voz siempre estuvo cascada e imagino que le queda poco tiempo para que solo recite. Da igual: seguir¨¢ transmitiendo sentimiento, atm¨®sfera, estilo, lo que solo poseen los elegidos. Y espero verlo alguna vez, aunque se prodigue muy poco. Me ocurr¨ªa lo mismo con Patti Smith, que a diferencia de Waits es aficionada a las giras. Bueno, a casi todos los rockeros de primera fila les ha entrado en los ¨²ltimos a?os una desmedida afici¨®n a dar recitales ante ese p¨²blico que tanto les ama. Das por supuesto que casi todos son millonarios, pero mucho debe de haber ca¨ªdo la venta de discos para que todos se hayan lanzado a la carretera sin prisas y sin pausas. Benditos sean.
Venciendo mi larga alergia a los conciertos me decido a ver a la se?ora que ama a Rimbaud
Y venciendo mi larga alergia a los conciertos me decido a ver a la se?ora que ama a Rimbaud, a alguien que siempre se ha comprometido p¨²blicamente con variadas causas (algo nada extendido entre los grandes del gremio, el enigma sobre lo que piensan y el ¡°yo solo a lo m¨ªo¡± gozan de mucho prestigio), que al igual que Frida Kahlo se dej¨® bigotito en una ¨¦poca (?que espanto!). Voy porque quiero comprobar si esta muy moderna dama es capaz de transmitirme desde el escenario la emoci¨®n y la fuerza que he sentido escuchando sus discos. El vinilo de Horses se me ray¨® m¨¢s de una vez de tanto o¨ªrlo. Y Patti Smith va a cantarlo entero. El arranque es una versi¨®n nada memorable de Gloria: In Excelsis Deo, una de las canciones que Van Morrison, junto a su primer grupo Them, hizo el¨¦ctrica, rabiosa y sensual hasta la eternidad. Patti Smith volver¨¢ a cantarla por segunda vez y ah¨ª s¨ª suena grandiosa. Es muy bueno su concierto. Esta mujer est¨¢ a la altura de su leyenda. Y su desgarro es contagioso. La interpretaci¨®n de Because the night (solo faltaba Springsteen haciendo d¨²o para que aquello hubiera sido el cielo), seguida de People have the power, alcanz¨® el estado de gracia. Hasta se le puede perdonar la calculada ordinariez, para demostrar que su esp¨ªritu sigue militando en el punk, de que su ya agrietada boca lanzara un escupitajo.
Patti Smith no se olvida de los muertos del rock que le otorgaron significado y belleza. Y descubres que ninguno pas¨® de los cincuenta ni la palm¨® de muerte natural. Con la excepci¨®n de Lou Reed, que milagrosamente lleg¨® a los 70 y muri¨® en su cama, despu¨¦s de haber practicado durante su ¨²ltima ¨¦poca el m¨ªstico y liberador tai-chi. ?Qui¨¦n lo dir¨ªa! Bueno, cada uno se busca la supervivencia como puede. Patti Smith tambi¨¦n debe de andar por los setenta. Que viva todo lo que desee. Y que siga cantando. Por nuestro bien.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.