?Salvad al torero Rom¨¢n!
Gran faena del valenciano ante un sobrero de Algarra; Rafaelillo, valiente y buen lidiador
?Rom¨¢n! ?Sorpresa? No tanto. Faltaba un toro, porque torero se intu¨ªa. Salt¨® el sobrero de Algarra, con casi seis a?os y un mascar¨®n de proa impresionante: de gran trap¨ªo, en fin. Rom¨¢n lo recibi¨® muy variado con la capa: ver¨®nicas, frente por detr¨¢s y un farol invertido. Manso de libro en varas, sali¨® huyendo en las dos entradas al caballo. En banderillas apret¨® y puso en apuros a Ra¨²l Mart¨ª y El Sirio, que mantuvieron el tipo en un tercio emocionante. Y Rom¨¢n cogi¨® la muleta. Se fue a los medios, y el cite del cartucho de pescao sirvi¨®, a la llegada del toro, para desplegar la muleta en un pase cambiado por la espalda. M¨¢s en el platillo: dos estatuarios, un cambiado por la espalda y el del desprecio. Con seguridad. Con una serenidad pasmosa, la faena se desgran¨® sobre ambas manos. Para entonces, el toro ya hab¨ªa descubierto su cara oculta: la buena.
De largo recorrido el de Algarra; largos y con mando los muletazos en redondo. Un par de tandas al natural, con el toro muy embebido en la franela levantaron clamor. En un chispazo de imaginaci¨®n, otro cambiado por la espalda cuando nadie lo esperaba. La impronta siempre de torero muy puesto. De postre, unos doblones con la muleta en la izquierda y el toro rendido a tan buen toreo. Faltaba la guinda: una gran estocada. Las dos orejas m¨¢s justas y bien ganadas de la feria. Gran dimensi¨®n de Rom¨¢n. Y una salida de tono del presidente, que orden¨® la vuelta en el arrastre a toro tan manso... pero tan interesante en la muleta. Decisi¨®n muy protestada por la gente. Con raz¨®n.
Un toraco de 640 kilos cerr¨® plaza y feria. Carne de matadero. Hasta cuatro veces fue al caballo, combinando el de turno y el de la puerta, y en las cuatro a la defensiva. M¨¢s defensivo en banderillas, con desconcierto de lidia, y una prenda en la muleta. Enterado, dando tarascadas a diestro y siniestro. Lo intent¨® Rom¨¢n, pero esta vez era misi¨®n imposible. A la hora de matar no lo pas¨® bien el valenciano. El de Cuadri se lo puso dif¨ªcil y la cosa acab¨® entre muchos apuros.
Un marmolillo fue el primero de tarde. Distra¨ªdo de salida, aguant¨® bien una primera vara y le cost¨® mucho tomar la segunda. Ya mir¨®n con el capote en un quite frustrado de Pascual Javier, no apuntaba nada bueno. No enga?¨® el toro. Rafaelillo se meti¨® con ¨¦l en los primeros muletazos; lidia antigua. Pero el toro no se convenci¨®. Sigui¨® mir¨®n; continu¨® midiendo al torero. El murciano le plant¨® un desaf¨ªo en cada cite y rob¨® alg¨²n pase de m¨¦rito, como un monumental natural que no pudo tener continuidad. Consinti¨® Rafaelillo casi hasta la desesperaci¨®n, le lleg¨® muy de cerca, pero el toro no respondi¨® ni por las buenas ni a las malas y acab¨® buscando las zapatillas del torero.
Una lidia a la antigua de Rafaelillo al cuarto. Tampoco fue toro de facilidades. Dos varas, con la cara alta y el sonido del estribo como m¨²sica de fondo. A cada muletazo el toro repon¨ªa terreno, pero Rafaelillo, sabio lidiador de estos trances, aplic¨® la medicina apropiada. Ataque frontal del murciano, sin reservas. Lo bonito, para otras ocasiones; lo aut¨¦ntico para estos casos. A cada protesta del toro, una respuesta lidiadora de Rafaelillo. Lidia antigua, pero de verdad. Uno a uno los muletazos, pero en este escenario es lo que toca. Un valiente, que lo dio todo. Y m¨¢s de media estocada, con toda la fe del mundo, de las que son certeras de necesidad. Y una oreja de esas que tienen su peso en oro.
Nobl¨®n, al que le cost¨® un mundo embestir, fue el segundo. Al paso, obedeci¨® solo a la voz, y no siempre, el de Cuadri se puso muy remol¨®n. Pascual Javier le consinti¨®. A base de insistencia sac¨® alg¨²n muletazo estimable, pero no hab¨ªa opci¨®n para m¨¢s. Bastante hizo con exprimir a un toro sin jugo ni juego alguno.
Tampoco el quinto ayud¨® a torero tan necesitado de ayuda. El de Cuadri no pas¨® una sola vez y la voluntad de Pascual Javier se estrell¨® contra un muro de hormig¨®n.
La corrida de Cuadri tuvo trap¨ªo y cuajo. Y muchas carnes. Los m¨¢s fueron saludados con ovaciones, que se tornaron en decepci¨®n en el arrastre. Cumplidores en varas, pero m¨¢s bravucones que bravos de verdad ante el caballo, no fueron f¨¢ciles en la muleta.
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