En defensa de la vida ociosa
Unas vacaciones de verdad sirven para hacer esas cosas valiosas que nadie retribuye
Considero que la idea de crear una renta b¨¢sica universal que se asigne a todos los ciudadanos simplemente por serlo y no por sus competencias o logros laborales es la v¨ªa de superar, mejor¨¢ndola, la socialdemocracia que hoy parece estancada o en retroceso. Obviamente no es un proyecto inmediato, porque exige bonanza econ¨®mica y un replanteamiento general de las prestaciones de la Seguridad Social: choca adem¨¢s con el fantasma del gasto p¨²blico desenfrenado, como se ha visto en el reciente refer¨¦ndum en Suiza al respecto. No es este el lugar de debatir el asunto ni soy yo la persona indicada para hacerlo, s¨®lo quiero se?alar que entre sus ac¨¦rrimos oponentes, junto a los reacios a la imaginaci¨®n social (eso es lo mismo que intent¨® el comunismo, etc¨¦tera), est¨¢n sorprendentemente algunos integristas morales. La renta b¨¢sica es ¡°inmoral¡±, porque equivaldr¨ªa a retribuir a la gente sin necesidad de trabajar, pagarles por no hacer nada. Fomentar¨ªa la pereza que, como sabemos desde antiguo, es la madre de todos los vicios¡ exceptuando a los que exigen esforzarse para da?ar al pr¨®jimo.
Las tareas meramente lucrativas y serviles eran seg¨²n Arist¨®teles incompatibles con la reflexi¨®n creadora
La ¨¦tica del trabajo como salvaci¨®n tiene muchos predicadores, no s¨®lo en el mundo protestante, y no todos recomendables: a¨²n recordamos al jefe de empresarios estafador cuyo mandamiento era ¡°trabajar m¨¢s y cobrar menos¡±. Otros no tan bribones parecen tomar sinceramente aquel ukase b¨ªblico, ¡°amasar¨¢s el pan con el sudor de tu frente¡±, por un precepto moral cuando en realidad es una maldici¨®n¡, adem¨¢s de una guarrada. En una de sus p¨¢ginas m¨¢s celebradas, S¨¢nchez Ferlosio nos recuerda que los t¨¦rminos que se refieren a la suspensi¨®n temporal de la laboriosidad vienen siempre acompa?ados por alg¨²n otro que los disculpa: una sana diversi¨®n, unas merecidas vacaciones, un descanso reparador, un ocio saludable, etc¨¦tera. Para que no escandalicen los o¨ªdos de los empleados, no los vayan a tomar por un elogio de la vagancia. En cambio, quienes sin aportar datos fiables aseguran funestamente que ¡°en Espa?a hay demasiadas vacaciones¡±, o que ¡°los espa?oles trabajamos menos que nadie y estamos siempre de parranda¡±, como creen algunos de nuestros vecinos del norte europeo, son escuchados con un suspiro compungido y alg¨²n que otro golpe de pecho.
Sin embargo, la beatificaci¨®n del trabajo ha contado a lo largo de los siglos con oponentes de peso. Arist¨®teles, por ejemplo, consideraba el ocio como requisito imprescindible para cultivar el pensamiento filos¨®fico. Antes de que esta declaraci¨®n refuerce a quienes consideran que la filosof¨ªa es una forma de perder el tiempo y por tanto debe ser suprimida de los planes de estudio, aclaro que ni Arist¨®teles ni nadie sensato han confundido nunca el ocio con la inacci¨®n let¨¢rgica. Lo que Arist¨®teles consideraba incompatible con la reflexi¨®n creadora eran las tareas meramente lucrativas y serviles¡, aunque fuesen al servicio de uno mismo, el peor de los capataces.
Y los romanos consideraban el ¡®otium¡¯ una condici¨®n b¨¢sica del ser humano
Por lo dem¨¢s, una cosa es ser trabajador y otra ser activo. Hay personas que trabajan mucho porque realmente no tienen nada que hacer: el trabajo les da la excusa perfecta para perder el tiempo y asegurar muy dignos que no cuentan ni con un momento libre para leer, jugar con sus hijos, crear un sistema metaf¨ªsico o al menos enterarse de los programas pol¨ªticos y las cataduras de los candidatos antes de votar. Los romanos, que no fueron precisamente c¨¦lebres por su pereza, consideraban que la condici¨®n b¨¢sica del ser humano es el otium, el ocio, y que su contrapartida negativa es el nec-otium, el negocio, que resulta su opuesto como la enfermedad es negaci¨®n de la salud.
Karl Marx no estaba del todo contento con que su yerno Paul Lafargue, un francocubano demasiado ¡°caribe?o¡± para su gusto, hubiese escrito El derecho a la pereza, un panfleto m¨¢s legible que El capital (aunque a panfletista genial a Marx no le ganaba nadie), donde desacredita la ¨¦tica de la laboriosidad y recuerda oportunamente que la voz ¡°trabajo¡± viene del nombre de un antiguo instrumento de tortura. Tambi¨¦n nuestros cl¨¢sicos hablan frecuentemente de pasar ¡°penas y trabajos¡± y no precisamente recomendando la experiencia¡ Lo cierto es que el propio Marx, en aquella p¨¢gina ut¨®pica donde describe c¨®mo el hombre liberado ser¨¢ agricultor por la ma?ana, industrial m¨¢s tarde, arquitecto o pintor luego y poeta al caer la noche, realmente no est¨¢ hablando del para¨ªso de los trabajadores sino de las perfectas y eternas vacaciones¡ Simone de Beauvoir inicia su reflexi¨®n ¨¦tica contando una an¨¦cdota le¨ªda en Plutarco. Pirro, gran rey de Persia, le cuenta al fil¨®sofo Cineas sus planes imperiales: conquistar¨¢ toda Grecia, luego ?frica, Asia Menor, Arabia, India¡ ¡°?Y despu¨¦s?¡±, le pregunta Cineas. El rey suspira: ¡°?Ah, luego descansar¨¦!¡±. ¡°Entonces¡±, observa Cineas, ahogando un bostezo, ¡°?por qu¨¦ no descansar ahora mismo, sin tanto traj¨ªn?¡±. Por su parte, un laborioso arrepentido, Bertrand Russell, escribi¨® un Elogio de la ociosidad, donde afirma: ¡°La t¨¦cnica moderna ha hecho posible, dentro de ciertos l¨ªmites, que el ocio no sea la prerrogativa de peque?os grupos privilegiados, sino un derecho repartido igualmente por toda la comunidad. La moralidad del trabajo es una moralidad de esclavos y el mundo moderno no tiene necesidad de esclavitud¡±.
No tenemos tantas vacaciones
Espa?a no es el pa¨ªs con m¨¢s d¨ªas de vacaciones en Europa. Se fija en la negociaci¨®n de convenios, pero el Estatuto de los Trabajadores marca un suelo: ¡°En ning¨²n caso la duraci¨®n ser¨¢ inferior a treinta d¨ªas naturales¡±. Es decir, como norma general, son unas 22 jornadas laborales al a?o. En Francia, en cambio, son 30 d¨ªas laborales, seg¨²n Eurofound, una fundaci¨®n tripartita de la Uni¨®n Europea.
Si Francia es el pa¨ªs con m¨¢s d¨ªas de vacaciones en Europa, Hungr¨ªa, Polonia y otros pa¨ªses del este son los que menos disfrutan, junto con Chipre, donde son 20.
Los d¨ªas de vacaciones al a?o es uno de las cifras que toma Eurofound de la negociaci¨®n colectiva para calcular el n¨²mero de horas que se trabaja en cada pa¨ªs de la Uni¨®n Europea al a?o. Toma otros, como cu¨¢ntos d¨ªas festivos se disfrutan. En este caso, Espa?a s¨ª que destaca. Tiene 14. Aunque no es el que m¨¢s. Ese honor le corresponde a Eslovaquia, con 15. Por el contrario, los que menos d¨ªas libres tienen son los trabajadores de Portugal y Reino Unido, con ocho.
Con estos ingredientes y la jornada semanal media pactada, Eurofound concluye que en Espa?a se trabajan al a?o 1.724,8 horas ¨Cla forma en la que se mide realmente el tiempo trabajado durante 12 meses. En l¨ªnea con lo apuntado hasta ahora, es Francia el pa¨ªs europeo que en 2014, ¨²ltimo a?o con datos disponibles, acumulaba menos horas de trabajo en c¨®mputo anual por trabajador, 1.559,3, justo por encima, Dinamarca (1.635) y Alemania (1.651). En el otro extremo aparecen pa¨ªses como Hungr¨ªa, Polonia y Rumania, los tres con 1.840.
La metodolog¨ªa que emplea Eurofound no es la misma que usa la OCDE, que tambi¨¦n calcula el tiempo de trabajo anual por persona. En este caso, el n¨²mero de horas no coincide ya su f¨®rmula parte del total de horas que se trabaja en el pa¨ªs y lo divide por el n¨²mero total de ocupados, trabajen a tiempo completo o parcial. Sin embargo, tampoco con este m¨¦todo Espa?a destaca por ser el que pasa m¨¢s horas trabajando, tampoco por ser el que menos.
Desde luego en la actualidad las vacaciones tienen serias contrapartidas negativas. Para empezar, como son simplemente el reverso de las jornadas laborales, no desmienten y triunfan sobre la necesidad del trabajo sino que la confirman. Por tanto, los millones de personas que no logran encontrar trabajo est¨¢n condenados a una caricatura atroz y cutre de las vacaciones generales, lo mismo que las multitudes que se agolpan en las carreteras y aeropuertos cuando toca el ¨¦xodo veraniego tienen su reverso aciago en las desesperadas masas que huyen de dictaduras o guerras en busca de un futuro mejor.
Pero lo peor de todo es que las vacaciones est¨¢n sometidas a la pauta laboral por excelencia, que no es producir sino gastar. Ah¨ª cumple una funci¨®n avasalladora la falta de educaci¨®n ¡ª?otra m¨¢s!¡ª porque cuanto m¨¢s inculta es la gente, m¨¢s dinero necesita para rellenar el tiempo libre. Son como esos pa¨ªses que no crean ni patentan nada propio y que todo tienen que importarlo del extranjero. Por supuesto incluyo en esta n¨®mina a los snobs, esos pseudocultos a los que sale tan caro impresionar al vulgo con su ¡°buen gusto¡± ostentatorio. Conozco personas tan desasistidamente incultas que menos mal que son millonarios, porque de otro modo no s¨¦ c¨®mo se las iban a arreglar¡
?Entonces? Pues nada, que nadie les prive de sus vacaciones ni tengan el menor escr¨²pulo en tom¨¢rselas y eso en cuanto puedan, aunque en el calendario las fechas no est¨¦n marcadas con tinta roja. T¨®menselas a su modo, haciendo esas cosas tan valiosas que nadie retribuye, sea leerse las obras completas de Shakespeare, aprender a tocar la flauta dulce o mirar incansablemente el mar. No vendan ni uno solo de sus minutos y compren lo menos posible, pero sin agobios ni exageraciones. Tambi¨¦n hay cosas bonitas, aunque lo m¨¢s bonito nunca sea una cosa. V¨¢yanse, v¨¢yanse muy lejos, para lo que no necesitan siquiera salir de casa: viajen alrededor de su cuarto, como hizo Xavier de Maistre. Y a poco que puedan, h¨¢ganme caso: no vuelvan jam¨¢s...
Fernando Savater?es fil¨®sofo y ensayista, autor entre otros libros de Voltaire contra los fan¨¢ticos.
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