Explorador de la desolaci¨®n

Para su primera pel¨ªcula hab¨ªa planeado un documental sobre la guerra de Osetia del Sur, en 2008, pero acab¨® rodando una ficci¨®n, Ori (2009), en las afueras de Tbilisi y en las monta?as del C¨¢ucaso. En su segundo largometraje, Chaika (2012), rodado en Kazajist¨¢n y Georgia, habl¨® de la descomposici¨®n de la URSS y el derrumbe de los ideales comunistas a trav¨¦s de la desconsolada gente de a pie. Y su tercera obra, La mina (The Night Watchman), la ha ambientado en la Am¨¦rica profunda, aunque en buena parte la haya rodado en los bosques de Artikutza, en Gipuzkoa, y en una mina abandonada de Monsacro (Asturias), que enmascaran lo que en la ficci¨®n podr¨ªan ser esos parajes desolados de Misuri o Luisiana de relatos como los de Winter's Bone o True Detective. El espa?ol Miguel ?ngel Jim¨¦nez no conoce la comodidad.

Tampoco sus personajes, siempre al margen de una sociedad que los reprime y los machaca, en uno u otro lugar del mundo. Y su cine, afilado y sucio, est¨¢ marcado por el desamparo y el estilo. En La mina, un thriller social con toques de cine de horror, destaca una vez m¨¢s el vigor de sus im¨¢genes y la inteligencia para rodar cada plano en escenarios de una extra?a belleza. Asunto distinto, sin embargo, es su narraci¨®n, a la que quiz¨¢ le perjudican los cambios de tono: mejor en la historia familiar de brumoso pasado que en la trama de intriga, y a¨²n mejor que en las secuencias donde la puesta en escena, el sonido y la m¨²sica entroncan con el terror.

La mina, que comienza con un regreso y una comida familiar de puesta en escena inspirada en Centauros del desierto, con una soberbia fotograf¨ªa en interiores y exteriores de Gorka G¨®mez Andreu, demuestra una vez m¨¢s la poderosa fuerza visual de Jim¨¦nez, llamado a cotas mayores. ?Quiz¨¢ con guiones ajenos?